Los correazos, nalgadas y otras formas de castigo corporal siguen siendo comunes en el mundo a pesar de haber sido vinculados a un deterioro en la salud de las niñas y los niños.
Un estudio publicado este año quiso conocer si los niños que recibían castigos físicos, como nalgadas, exhiben también una alteración en las funciones cerebrales en respuesta al estímulo que sugiere la presencia de una amenaza ambiental, comparados con niños que no reciben castigos físicos.
¿Por qué es importante?
El equipo de investigadoras e investigadores señala que se sabe que los niños de familias donde se usan castigos corporales son más propensos a presentar depresión, ansiedad, problemas de conducta y otros problemas de salud mental. Sin embargo, para muchas personas el castigo físico no es una forma de violencia. Lo que se quería lograr con el estudio era saber si había un impacto a nivel neurobiológico, en relación a cómo se está desarrollando el cerebro. La relación entre la actividad cerebral y las nalgadas y correazos no ha sido previamente estudiada.
¿Cómo se realizó el estudio?
Se analizaron los datos de una muestra (302) de niños de entre 3 y 11 años. Se enfocaron en 147 niños de entre 10 y 11 años que habían recibido castigo físico, excluyendo niños que habían experimentado también formas más severas de violencia. Las familias de la muestra original fueron reclutadas del registro de nacimiento de un hospital, guarderías, preescolares, clínicas y agencias de caridad, a la edad de 36 meses y se les dio seguimiento a través de múltiples evaluaciones previas a la evaluación de neuroimágenes actual. Luego de cumplir con los criterios de inclusión, se les evaluó 4 veces entre las edades de 3 y 5 años.
Un subgrupo (227) participó de 3 sesiones de laboratorio, incluyendo la evaluación de maltrato y castigo. Otro subgrupo derivado de este último (183) participó también de la evaluación a través de neuroimágenes (donde se excluyeron 10 participantes debido a la pobre calidad de los datos de IRMf y otros 26 que experimentaron abuso sexual o físico).
Todas las instancias de maltrato fueron reportadas a las autoridades pertinentes. Los participantes también completaron una tarea donde debían mirar en la pantalla de una computadora diferentes imágenes de actores haciendo caras neutrales o que representaban miedo. Un escáner capturaba la actividad cerebral de cada niño y niña en respuesta a la clase de cara que veía.
¿Cuáles fueron los resultados?
Los niños y las niñas que habían recibido castigos físicos tenían una respuesta neuronal más grande en múltiples regiones de la corteza prefrontal. Estas áreas del cerebro responden a señales del entorno que tienden a tener consecuencias, como las amenazas, y pueden afectar la toma de decisiones y el procesamiento de situaciones.
Las caras que representaban miedo en la pantalla de la computadora, provocaron una activación mayor que las caras neutrales en muchas regiones del cerebro y los niños que recibieron castigo físico mostraron mayor activación de varias áreas de la corteza prefrontal.
“No hubieron regiones cerebrales donde la activación a caras de miedo versus caras neutrales difería entre niños y niñas que fueron abusados y niños y niñas que recibieron nalgadas y correazos”, escriben los autores.
Los castigos físicos y sus múltiples efectos adversos pueden incrementar el riesgo de desarrollar problemas de desarrollo en los niños y niñas y es necesario el trabajo para reducir su prevalencia.
Referencia original: Jorge Cuartas, David G. Weissman, Margaret A. Sheridan, Liliana Lengua, Katie A. McLaughlin. Corporal Punishment and Elevated Neural Response to Threat in Children. Child Development, 2021; DOI: 10.1111/cdev.13565
Fuente: Science Daily