Mi paciente y yo sabíamos que él se estaba muriendo.
No era el tipo de agonía que se prolonga durante meses o años. Moriría hoy, tal vez mañana. Si no mañana, entonces pasado mañana. ¿Quería que me comunicara con alguien? ¿Había alguien a quien quisiera ver?
Nadie, me dijo. No tenía familia inmediata. Tampoco amigos cercanos. Quizá tenía una sobrina en el sur, pero no habían hablado en años.
Para mí, la tristeza de su muerte solo era superada por lo triste de su soledad. Me pregunté si su soledad era una de las causas de su muerte prematura y no únicamente una circunstancia desafortunada.
Todos los días soy testigo de variaciones del principio y el final de la vida: un joven a quien abandonan sus amigos mientras lucha contra su adicción a los opioides; una viejita que sobrevive con té, pan tostado y vive en medio de la suciedad, pues ya no es capaz de limpiar su abarrotado apartamento. En esos momentos, parece que lo único peor que padecer una enfermedad grave es hacerlo en soledad.
El efecto del aislamiento a corto y largo plazo:
La evidencia del aislamiento social es clara. Qué hacer al respecto no lo es tanto.
La soledad es un problema en especial engañoso porque aceptar y hablar de nuestra soledad conlleva una profunda estigmatización. Admitir que estamos solos puede sentirse como aceptar que hemos fallado en los terrenos fundamentales de la vida: la pertenencia, el amor, el apego. Va en contra del instinto básico de mantener nuestra reputación, y hace que pedir ayuda sea difícil.
No quiero compartir más fragmentos para que vayan y lo lean completo en el New York Times en Español. El artículo es muy bueno, fue escrito por Dhruv Khullar y en el texto no solo se analiza los efectos de la soledad sobre la salud, sino también sus posibles causas y su explicación me llamó bastante la atención.
Comentarios no permitidos.