La familia, es el grupo primario básico por excelencia, en ella se da el grado más íntimo y estrecho de relación o de interacción personal entre sus miembros (padres e hijos) y es en ella donde nacen y se transmiten los valores, creencias y costumbres de una determinada estructura social y familiar.
A la familia se le denomina la matriz de identidad ya que es donde los/as más pequeños/as adquieren conciencia de ser, se forja su autoestima, su género, las pautas de comportamiento y de relaciones con los demás. Todo lo que incorporamos desde la familia, se queda como una huella muy profunda de forma consciente o inconsciente para toda la vida. La función fundamental de la familia es proporcionar sensación de seguridad y de continencia, funcionando como refugio tanto físico como emocional frente a todos los cambios, vaivenes e incertidumbres de la vida.
Sin embargo, ¿qué ocurre en la familia cuándo se produce la la ruptura matrimonial?. Posiblemente la estructura familiar ya haya estado sufriendo una situación de crisis y conflictos previos a la toma de decisión de la separación, habiéndose generado tensión entre algunos o todos sus miembros y haciendo que surjan diferentes sentimientos dolorosos al respecto.
La separación de una pareja es una situación de crisis y tensión que afecta a toda la familia. Es el momento de tomar decisiones importantes sobre qué hacer, de qué manera, cómo abordar la situación con los hijos y las hijas, cómo contarlo etc. Es un momento de cambios a nivel personal, familiar y social que afectaran de forma significativa a la vida de todos sus miembros, pudiéndose generar estrés y malestar emocional.
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Cada proceso de separación puede ser diferente y hemos de tener en cuenta cómo se ha producido la misma, así como el nivel de relación existente entre sus miembros antes, durante y después. En estas situaciones de crisis familiar, es también fundamental tener en cuenta cuál es el momento de la separación (antes, durante o después de la ruptura) que está experimentando la familia. Estas diferenciaciones, nos permitirán adaptar nuestra intervención a las diversas características personales, familiares y sociales que se estén dando.
La mayor parte de las parejas que se separan viven un proceso de duelo real que abarca también a los hijos y en algunos casos a otros miembros de la familia que también participan. La misma separación tiene diferentes significados para cada miembro de la pareja
- Puede ser sentida como la pérdida de esperanza, de expectativas y de un ideal que no pudo alcanzarse
- Se puede vivir como un fracaso y generar sentimientos de culpa
- En algunos casos se puede vivir como una liberación, pero ello no impide la necesidad de elaborar el proceso de duelo, de cambios y fundamentalmente el sufrir por los hijos
- Son frecuentes las vivencias de baja autoestima, de cuestionamientos y de revisión o evaluación de la vida pasada.
Todo el sistema familiar se necesita adaptar y esto implicará un reajuste en los roles familiares, así como en otros muchos aspectos (cambios de vivienda, de colegio, a nivel laboral necesidad de trabajar más horas o tener otro trabajo) y también emocionales y conductuales, ya que se necesitan instrumentar nuevos comportamiento y hábitos.
La separación y el divorcio suponen la ruptura de un equilibrio y conlleva el sufrimiento para la pareja. Los sentimientos que surgen en ambos miembros pueden ser muy distintos, pero para los dos es un momento de ruptura muy importante al que tendrán que adaptarse y donde muchas emociones van a entremezclarse. La rabia que se mezcla con la nostalgia y la pena inicial, para más tarde dejar paso a la melancolía, la desesperanza y el desamor. Y a todas éstas pueden añadirse otras como el odio, la rivalidad, los celos, la envidia y la necesidad o el deseo de controlar al otro.
Un aspecto muy importante a analizar son las reacciones y las consecuencias psicológicas que manifiesta la persona ante una situación de ruptura matrimonial. La intensidad de las mismas depende de una serie de variables, como el tipo de separación, la gravedad o intensidad de los conflictos manifestados, así como los factores de personalidad propios de cada persona. A nivel general las principales reacciones que nos podemos encontrar son:
- Depresión. Perder a una persona con la que se ha compartido durante mucho tiempo una relación tan íntima genera síntomas de tristeza, soledad, posibilidad de aislamiento, pérdida de actividades gratificantes, sentimientos de culpa, desesperanza, desilusión respecto al futuro, así como un aumento de las situaciones estresantes a las que ha de hacer frente.
- La ansiedad es una de las reacciones más comunes y con frecuencia recurren a medicación ansiolítica para afrontar los síntomas de ansiedad e insomnio que puedan tener.
- Trastorno de estrés postraumático. Éste síntoma se produce principalmente en situaciones de violencia de género. Una separación conflictiva como la que se puede producir en situaciones de violencia de género es un evento
traumático capaz de generar el trastorno de estrés postraumático (Labrador, 2005). - Baja autoestima. Los problemas de pérdida de autoestima y la sensación de falta de valía personal también son comunes, principalmente en aquellas separaciones conflictivas y en especial en situaciones de violencia de género.
- Inadaptación. La persona puede aislarse, sentir una desgana generalizada que le impida la participación en actividades agradables y comunitarias que mejoren su apoyo social. Se alteran las relaciones familiares y las relaciones sociales, pudiendo agravarse con dificultades económicas y problemas para encontrar o mantener un trabajo estable.
En la intervención, nos podemos encontrar un continuo de menos a más en gravedad y prioridad en la intervención, según el momento, el tipo de separación o conflicto y las diversas reacciones y consecuencias psicológicas experimentadas. Así, por ejemplo, nos podemos encontrar desde personas que necesitan una orientación sobre cómo afrontar cuestiones previas a su separación, hasta situaciones de especial gravedad como las que puede experimentar una mujer víctima de violencia de género.
El dolor por la separación o el divorcio no es solo para la pareja, ya que ocasiona también un importante sufrimiento en los hijos y las hijas. Los cambios que siguen a la separación o el divorcio son muy estresantes para la mayoría de los hijos, aunque existen diversos factores que influyen notablemente en la adaptación a la nueva situación (el nivel de conflictividad entre los padres, la edad de los hijos en el momento de la separación o el divorcio, la calidad de la relación con el progenitor con el que viva, las nuevas parejas y relaciones de los padres, etc.).
Los estudios de investigaciones acerca de los efectos de la separación y divorcio en los hijos e hijas, consideran la edad como uno de los factores de riesgo predictores del tipo de desórdenes provocados por la separación conyugal. En concreto, los más pequeños tienden a presentar desórdenes conductuales (conductas regresivas, comportamientos repetitivos, problemas de aprendizaje, dificultades escolares y de rendimiento o depresión), mientras que los mayores suelen manifestar problemas de competencia social (comportamientos disruptivos de violencia, agresividad, aislamiento del grupo de iguales o déficits en las habilidades sociales).
Sin embargo, es importante encuadrar todas estas manifestaciones teniendo en cuenta que el desarrollo de las mismas se dará sobre todo en aquellos casos en los que la falta de acuerdos y diálogo en la pareja o expareja, acaben afectando a la responsabilidad conjunta del cuidado de los hijos y las hijas. Los efectos psicológicos de esta situación se podrían evidenciar en las distintas manifestaciones que se describen a continuación.
Antes de los 3 años
Pueden aparecer diferentes manifestaciones: regresar a conductas evolutivas ya superadas como la pérdida del control de esfínteres, irritabilidad, dificultad para separarse de los adultos, angustia y necesidad de contacto físico prolongado, inhibición en el juego, temor a ser abandonado.
Sentimientos de inseguridad, temores, aún cuando a esta edad pueden no llegar a comprender porque sus padres se separan y atribuir las causas a elementos concretos de la realidad, que muchas veces tienen que ver con conductas realizadas por ellos, (p. ej. se separan porque él o ella hizo algo malo, se portó mal o porque no lo quieren), pudiendo llegar a atribuirse a sí mismos la responsabilidad de la separación.
Pueden darse trastornos de conducta, agitación, hiperactividad, rabietas, momentos de agresividad, y también trastornos del sueño con terrores nocturnos
Entre los 3 y los 7 años
Existe un aumento en el grado de tristeza, manifiesta llanto o sollozos, introversión, conductas compensatorias, temores ligados a fantasías de pérdida, a ser abandonados o quedar desprotegidos. Se preocupan por los sentimientos de rechazo que puede tener el padre o madre al irse, también puede aparecer temor a no verlo nunca más.
Sentimientos de nostalgia ante la falta de padre o la madre.
Pueden llegar a idealizar al progenitor ausente y fantasear con la nueva reunión de la pareja.
Pueden surgir fantasías de que van a ser reemplazados por otros hijos o hijas, más aún en el caso que exista un tercero.
Se puede producir un descenso en el rendimiento escolar y temor a ser expulsado/a del colegio.
Entre los 8 y los 10 años
Aumentan los sentimientos de culpa por la rotura de la familia, una disminución de la autoestima y sentimientos más claros de depresión, unidos a un sentimiento de abandono o pérdida de amor, sus conflictos pueden expresarse volviéndose callejeros, saliendo evadiéndose de su casa o bien tornándose demasiado responsables, haciéndose cargo del adulto del cual queda a su cargo ocupándose de su cuidado, intentando ocupar en alguna circunstancia el lugar del ausente.
También pueden surgir conductas delictivas o antisociales.
Intensa ira contra uno de sus padres, deterioro de la relación con sus compañeros.
Adolescencia
Surgen sentimientos depresivos, se pueden dar fugas o ausentismo escolar, actividad sexual, abuso del alcohol y drogas, hasta llegar en algunas ocasiones a intentos de autoeliminación.
Según diversos estudios de Emery (1982), lo que causa más dificultades entre los hijos e hijas en la infancia y en la adolescencia a nivel psicológico, no es el divorcio, si no el conflicto parental continuado. La violencia intraparental está demostrada que provoca conductas patológicas externalizantes e internalizantes, tal como se ha encontrado en repetidos estudios.
Es frecuente que tras la separación y divorcio, los padres tengan hacia los hijos otras formas de conducta y relación, lo que implica, en no pocas ocasiones, un cambio de roles relacionales.
Artículo previamente publicado en Aprende Viendo Terapia, la plataforma online y presencial que ha transformado el entrenamiento clínico de los psicólogos.
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Referencias:
- Guía de intervención psicológica y mediación familiar en procesos de separación y divorcio. Instituto provincial de bienestar social, Diputación de Córdoba.
- Novo, M., Arce, R. (2003), Separación conyugal: Consecuencias y reacciones postdivorcio de los hijos, Galego-portugeixa, Nº8.