Las personas tienen experiencias, crecen y aprenden. De esa singular experiencia surgen ciertas guías para el comportamiento social. Estas pautas dan una dirección a la vida y se las denomina “valores”. Del hecho de que los valores emerjan de la experiencia, se infiere su transitoriedad, y están determinados por la cultura donde el individuo se desarrolla como ser social.
En el presente artículo abordamos los valores éticos a diferencia de los estéticos.
El término “valor” es un término polisémico, que se encuentra presente invariablemente en todas las sociedades, factible de que su sentido sea descontextualizado, debido a los significados existentes.
Los valores proporcionan al hombre un sentido en su vida
Es pertinente, con el objetivo de esclarecer el término, hacer referencia al “Diccionario de Filosofía” de José Ferrater Mora. A propósito, el constructo es abordado desde un punto de vista de la filosofía general, como:
¨Concepto capital en la llamada teoría de los valores, y también axiología y estimativa. Característico de esta teoría es que no solamente se usa el concepto de valor, sino que se procede a reflexionar sobre el mismo y a determinar la naturaleza y carácter del valor y de los llamados juicios de valor. Esto distingue la teoría de los valores de un sistema cualquiera de juicios de valor. Semejantes sistemas son muy anteriores a la teoría de los valores, ya que muchas doctrinas filosóficas, desde la Antigüedad, contienen juicios de valor (…) No cabe confundir en ningún caso la teoría pura de los valores con un sistema de preferencias estimativas; la teoría pura de los valores o axiología pura es paralela en gran medida a la lógica pura” (p.364).
Hay diversas posturas sobre el carácter absoluto o relativo de los valores. Al respecto, Ferrater Mora señala que se encuentran, “los que han tomado como punto de partida para una axiología la determinación del valor como algo reductible esencialmente a la valoración realizada por los sujetos humanos, o como algo situado en una esfera ontológica y aun metafísica independiente” (p.365). Consecuentemente le atribuye las siguientes características, a saber: 1. El valer; 2. Objetividad; 3. No independencia; 4. Polaridad; 5. Cualidad y 6. Jerarquía.
La axiología no puede desvincularse del subjetivismo. Aunque pretendiéramos conciliar el carácter “absoluto” y el “relativo” de los valores, afirmamos que los valores son recibidos por nosotros como productos de la historia que las generaciones pasadas nos han legado, a través de las primeras comunicaciones con los adultos, la cultura escolar, en los libros y en la religión.
En estos valores preexistentes a toda conciencia inexperta que los recibe crédulamente, radica lo que algunos autores llaman la única condición “objetiva” de los valores, pero no se puede negar que los más altos valores (tales como: justicia, verdad, caridad,) tienen una historia individual y que seguirá el proceso de crecimiento, rectificación y consolidación de su esencia por medio de los derroteros de la cultura.
De este modo, los valores son plásticas creaciones del humano que se imponen como desde fuera de la conciencia individual, pero que viven expuestos a la experimentación. Viendo la realidad más concretamente, podemos afirmar que participamos de una sociedad de valores cristianos, pero sólo de nombre, no en su esencia. Eso se conoce por los frutos, si es dable parafrasear los Evangelios.
El hombre descubre que la totalidad de su vida está dominada por un primer “aliento” axiológico, y simultáneamente comprende que la filosofía es una radiografía de esa vida, con raíces biológicas y con los ojos puestos en los diversos planos estimativos que se proyectan en la existencia y construyen la realidad circundante. Los problemas de los valores, de la valoración y de las jerarquías son cuestiones de existencia, de experiencia.
La axiología ha universalizado los problemas de la filosofía poniendo en manos de cada hombre un instrumento de penetración inmediata en el ámbito de la vida cotidiana. Aquí nos encontramos en un tránsito que va desde los valores, en cuanto tales, a las reglas de urbanidad en perpetuo cambio. Es tan evidente esta situación que hay maestros que enseñan que existen tres palabras mágicas: “con permiso”, “gracias” y “disculpe”. Esto regula la convivencia civilizada y/o pacífica que debemos reaprender cada día.
Participamos de una sociedad de valores cristianos, pero sólo de nombre, no en su esencia
La “axiología” no tiene como función dar un sistema rígido de valores sino promover en cada sujeto una particular reorganización de la conducta sobre el cimiento de sus propias vivencias.
La vivencia axiológica supone madurez, que en la vida escolar, sólo el maestro es capaz de usar. La pedagogía de los valores, fundamental en todos los educadores y psicólogos en el ámbito educativo, es un llamado a dignificar al hombre en relación a la comunidad.
La escuela sin paredes representada por Sócrates, “el maestro sin título y sin programa”, por la sencilla razón de que pretendía enseñarlo todo, por lo menos todo lo que importa (Gusdorf), es a la que referimos, que no es otra cosa que la convivencia social. El pedir permiso para no atropellar a otros, el respeto y tolerancia por la diversidad, y la ineludible gratitud que nos acerca a la felicidad. Así es como Adler habló de la lógica para la convivencia humana. El sentimiento de comunidad “como si”, en términos de Vaihinger, una “verdad absoluta” no es otra cosa que el amor desinteresado y asexuado por el bien común (Gr. = ágape). En otras palabras, uno es capaz de realizarse cuando ayuda a otro. Y con Dreikurs afirmamos que: “es posible cambiar nuestras vidas y las de quienes nos rodean, simplemente cambiándonos a nosotros mismos”.
En sociedades hiper pobladas es más frecuente entrar en colisión con otros, hay más grupos sociales y más medios de comunicación pero, por los relatos en la clínica, las personas están más solas: “me siento solo”, “la soledad en el matrimonio” y otro más frecuente “tengo muchos amigos para salir pero me encuentro solo dentro del grupo”. La violencia y la indiferencia son signos de la sociedad actual, son formas de no respetar al otro.
Recordemos la metáfora que tomó prestada Freud de Schopenhauer, la de los puercoespín. Freud acude a ella para significar que dos cuerpos deben estar a una “distancia óptima” para no pincharse ni morir de frío. La irritabilidad grupal hace que nos enfrentemos a la vertiginosidad del consumismo, impresiona cómo en el “black friday” (que ya se ha importado e impostado en otras partes del mundo). En estos lugares atestados de gente son más factibles las fricciones sociales porque no se da esa “distancia óptima” a la que refería Freud.
La falta de sentido de la vida hace que nos movamos hacia cosas materiales y efímeras creyendo en la ilusión de llenarnos de aquello que nos falta. Esta forma de relacionarse con el mundo es una constante, y se ha transformado en un círculo vicioso. Los adelantos científicos y tecnológicos no van acompasados de una maduración emocional.
¿Qué sucede?
Una posible explicación es la ideología dominante que algunos autores han llamado la era del “hombre light”, donde priman los valores del triunfador (“winner vs loser”), del individualismo y la relaciones desechables (Rojas, 1992). El compromiso y el respeto por el encuentro con un amigo son algo infrecuentes y el tiempo del otro no vale.
La falta de sentido de la vida hace que nos movamos hacia cosas materiales y efímeras
Recordemos el diálogo entre el zorro y el principito que nos enseñan cómo se debe cultivar la amistad:
–¡Por favor… domestícame! –dijo el zorro.
–Bien lo quisiera –respondió el principito –, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.
–Sólo se conocen las cosas que se domestican, dijo el zorro. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas en los mercaderes. Pero como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!
(…)
–Hay que ser muy paciente –respondió el zorro –.Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en la hierba. Te miraré de reojo y no dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos. Pero, cada día, podrás sentarte un poco más cerca…(Saint-Exupéry: 69)
Cicerón advertía que lo esencial para sostener una existencia con orden eran el respeto a uno mismo y a los demás, buscando la trascendencia.
Los valores pasan por el filtro de la psicología, la Psicología Individual (PI) se caracteriza por su modelo axiológico, porque uno de sus principales postulados es el “sentimiento de comunidad”, que es un valor (Hazán & Titze, 2011). Se entiende por “sentimiento de comunidad” la tendencia afectivo/cognitiva básica del hombre a orientar su conducta hacia la convivencia, la cooperación y la realización de las exigencias sociales en sus cinco tareas fundamentales (amor/trabajo/relaciones interpersonales/arte/trascendencia). Adler afirma que “ningún hombre puede desarrollarse sin el cultivo y la suficiente actividad del sentimiento de comunidad”.
¨Sólo se conocen las cosas que se domestican¨, dijo el zorro
Esto está vinculado con el último libro que escribió Adler en colaboración de un pastor luterano, en el cual hay tres preguntas a responder que son un ejercicio propedéutico:
- ¿Cómo concibo la trascendencia? (“el llamado o no llamado Dios estará presente”, decía en latín en el edificio construido por Jung y conocido como el “Torreón”. Desde Hegel se han inventado trascendencias sin Dios, como para algunos puede ser la nación o para otros simplemente la comunidad o un equipo de fútbol),
- ¿Cuál es mi relación con ella?
- ¿Cómo se nota en mi conducta? -porque inevitablemente debe notarse.
Ilustraciones de Fabián Valenzuela. Te invitamos a visitar su Página de Facebook para que conozcas más de su trabajo.
Referencias
Ansbacher, H. & Ansbacher, R. (1959). La psicología individual de Alfred Adler. Buenos Aires: Troquel.
Diccionario Durvan de la Lengua Española.(1980). Bilbao: Durvan, S.A de Ediciones.
Ferrater Mora, J. (2007). Diccionario de Filosofía Abreviado. Buenos Aires: Debolsillo.
Gusdorf, G. (1970). Professores. Para quê?. Lisboa: Morais
Hazan, Y. & Titze, M. (2011). Fundamentos de psicología profundo teleológica. Montevideo: Psicolibros.
Saint-Exupéry, A. (1999) El principito. Uruguay: J.C. Sáez editor.
Rojas, E, (1992). El hombre light: una vida sin valores. Buenos Aires: Fin de Siglo.