Eduardo Keegan es Doctor en psicología, psicólogo clínico, docente en la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigador. Ha sido reconocido por sus esfuerzos en traer la terapia cognitiva a Argentina. Publicó muchos artículos científicos, escribió un libro y participó en capítulos de varios libros, entre ellos: Escritos de psicoterapia cognitiva y Guía para perfeccionistas en problemas. Fue Presidente de la Asociación Argentina de terapia cognitiva conductual (TCC) en los períodos 2004-2007 y 2010-2013. Participó como supervisor o como docente en entrenamientos en Argentina, Paraguay, Perú, Uruguay, Brasil, España, Polonia, Lituania y Letonia. Y dictó cursos y conferencias en Guatemala, Chile, Italia y Marruecos. También dirige un equipo de investigación en la Universidad de Buenos Aires.
Keegan es, sin dudarlo, una persona con mucha experiencia en nuestro campo que ha impulsado el desarrollo de la psicología basada en evidencia en Argentina y ha “contagiado” a muchos en el proceso. En la entrevista nos cuenta cómo lo logró, su opinión sobre el estado de la TCC actualmente en Argentina y sobre los desafíos que enfrenta la psicología.
Bueno, Eduardo, primero ¡muchas gracias por permitirme esta entrevista! Para mí es un honor conociendo tu trayectoria como psicólogo y habiendo cursado una materia en la que sos jefe de cátedra (Clínica Psicológica y Psicoterapias, Emergencias e Interconsultas, Cátedra II). Para comenzar ¿cuántos años de ejercicio profesional tenés?
Me recibí en 1984. Hace 34 años que soy psicólogo.
¿Qué te llevó a inclinarte hacia la rama de la terapia cognitivo-conductual? ¿Cuándo comenzó este extenso recorrido?
Tuve formación psicoanalítica en la facultad. Estudié y supervisé mi trabajo, pero al cabo de unos años sentí que lo que hacía no ayudaba mucho a mis pacientes. Mi mejor amigo era psiquiatra y por esa época nos reuníamos a estudiar. A través de él supe de la terapia cognitivo-conductual y también que una gran cantidad de artículos científicos hablaban de su eficacia. Me interesé mucho por el tema y eventualmente me decidí a buscar formación en el exterior. Obtuve una beca del British Council para estudiar en el Institute of Psychiatry de Londres y así tuve mi primer contacto formal con la terapia cognitivo conductual.
¿Decidiste especializarte en esas diferentes ramas de la Psicología mucho después de egresar como psicólogo de la UBA?
Alrededor de 6 o 7 años después de mi graduación ya estaba en búsqueda de formación más allá del psicoanálisis.
Teniendo en cuenta que en la UBA (y en Argentina en general) prevalece el Psicoanálisis, lo que hace unos años atrás era todavía más fuerte ¿cómo fue el proceso de ser impulsor de la terapia cognitivo conductual en nuestra facultad y en nuestro país?
Cuando regresé de Inglaterra comencé a dar clases de posgrado sobre los tratamientos para trastornos del ánimo. En mis clases no ponía tanto el énfasis en los marcos teóricos, sino en la depresión y cómo abordarla más eficazmente. En parte por mis objetivos y en parte porque en Argentina prevalecía el interés en los modos de abordar un problema más que en los resultados, comencé a hablar más específicamente de terapia cognitivo-conductual y de psicoterapia con apoyo en investigación empírica. La primera vez que hablé de esto en un hospital de Buenos Aires fue por invitación de uno de los residentes psiquiatras. La recepción de los concurrentes psicólogos fue bastante hostil. Como decía Freud, fue una etapa de “espléndido aislamiento”. Y siguió siendo así por muchos años, a veces todavía alguien del público es abiertamente hostil.
Durante esa época mis cursos tenían convocatoria, pero la gente no parecía interesarse mucho por la terapia cognitivo-conductual. Recién en 1999 comenzó a haber un interés más claro. De hecho, fue difícil armar un equipo docente para la cátedra que pude organizar a partir de 2000.
También a lo largo de los años di clases en muchas universidades e instituciones de Argentina tratando de difundir la TCC. Supongo que todo el esfuerzo empeñado, el hecho de dar clases en la universidad más grande de Argentina, ser vehemente y no sentirme desalentado por las reacciones negativas frecuentes colaboraron en que la tarea de difusión fuera exitosa. Desde 2003 me invitaron a dar clases en diversos entrenamientos en el exterior, pero esa es otra historia.
Recién en 1999 comenzó a haber un interés más claro. De hecho, fue difícil armar un equipo docente para la cátedra que pude organizar a partir de 2000
¿Qué fue lo que te llevó a querer impartir tus conocimientos en la Terapia Cognitivo Conductual?
Siempre me gustó dar clases. Además, yo ya era docente universitario cuando obtuve mi beca en Gran Bretaña, y esta incluía el compromiso de difundir lo que aprendiese en Argentina. Por otro lado, siempre ha sido mi objetivo contribuir a la calidad de la salud mental en la Argentina, y me parecía que yo tenía una oportunidad de hacer una contribución en ese sentido, no tanto por lo que hiciera yo como persona, sino por contagiar a otros el entusiasmo por una práctica mejor basada en la evidencia, de mejor calidad y más eficaz para reducir el sufrimiento humano.
**En relación a la pregunta anterior, teniendo en cuenta que en Argentina, al menos en el área de psicología, hay cierto “delay“¿Creés que todavía estén vigentes la concepción de “segunda ola” y “tercer ola” en las terapias basadas en la evidencia? ¿Por qué? **
En la Argentina hay muchas personas que trabajan en línea con los desarrollos más recientes en psicoterapia, pero el consenso general “atrasa” unos cuantos años, por una serie de razones. Las contribuciones de autores como Steven Hayes han sido significativas. Todo el debate que se denominó de “tercera ola” ha sido muy fructífero para el campo y ha dado lugar a un montón de ideas nuevas. Pero Hayes es un gran psicólogo, no un historiador, y las periodizaciones serán hechas a su tiempo por historiadores profesionales.
Más allá de eso, creo que la publicación del libro “Process-Based CBT” por Stefan Hofmann y Hayes marca el inicio de otro período. Stefan Hofmann comenzó un taller dictado en forma conjunta con Hayes en mayo de este año en Alemania con la frase “esta es la cuarta ola”. Hofmann tampoco es historiador, pero al menos podemos afirmar que tanto él como Hayes creen haber dado una vuelta de página en lo relativo a la “tercera ola”.
Siempre ha sido mi objetivo contribuir a la calidad de la salud mental en la Argentina
¿Cuándo comenzaste a ser docente y jefe de cátedra de la materia de grado? ¿Qué te llevó a serlo?
Cuando era alumno de grado me habían alentado a postularme como ayudante de Historia de la psicología. Cuando me gradué me postulé para dar clases en esa cátedra y me aceptaron. Aprender historia de la psicología me permitió conocer mejor otros enfoques y campos de la psicología más allá del psicoanálisis.
La democratización de la UBA y el crecimiento de la matrícula de la carrera en la segunda mitad de los años ’80 -y la audacia de la juventud- me dieron la oportunidad de postularme para un cargo de profesor adjunto, que obtuve al cabo de un tiempo. Tenía entonces 30 años. Como mencioné antes, siempre me gustó dar clases.
Luego, a mediados de los ’90, comencé con un pequeño curso en posgrado, al que sumé un segundo un par de años más tarde. Invité a terapeutas destacados como Cory Newman a dar clases en nuestra facultad y pude aprender de él. La facultad tenía esta política de doble cátedra para asegurar a los alumnos más de un enfoque teórico y no había una segunda cátedra de psicoterapias. Presenté un proyecto en 1999 para crear una segunda cátedra de esta materia, la primera materia clínica obligatoria que tendría un enfoque no-psicoanalítico en la historia de la facultad. Mi proyecto tuvo apoyo en la Facultad -no todo fue hostilidad- y así en 2000 comencé el dictado de esta asignatura.
¿Cómo surgió la idea del posgrado en terapia cognitiva de la UBA?
En 1999 reuní un conjunto de cursos que tenían esa orientación y que estaba dictando junto a otras personas. Sumé a ellos otros cursos nuevos y así nació el Programa de Actualización en Terapia Cognitiva, que estaba dirigido a graduados que quisieran tener una primera aproximación al tema. En 2009 ya contaba con un equipo de personas con suficiente formación como para convertir ese programa en una carrera de especialización. Desde entonces el programa ha tenido muy buena inscripción y ha ido creciendo en calidad y complejidad.
¿Considerás que hoy en día haya crecido la demanda en la formación en terapia cognitivo conductual en comparación a otros años?
Definitivamente. Nuestra materia de grado pasó de tener 102 inscriptos en su primera edición a tener entre 500 y 700 alumnos en los últimos años. A la vez, cada vez hay más demanda de formación de posgrado en TCC. Los eventos científicos relacionados a la TCC tienen una gran convocatoria. Unas jornadas realizadas en los últimos años en la facultad han reunido a cientos de estudiantes y jóvenes graduados. Los muros de Facebook de psicólogos de Argentina muestran una creciente participación de psicólogos con orientación cognitivo-conductual.
¿Por qué creés que eso es así?
La TCC es la psicoterapia _mainstream _en el mundo desarrollado desde hace mucho tiempo. Los sistemas de salud mental estatales de varios países desarrollados la incluyen como la psicoterapia más utilizada.
Si bien la Argentina seguirá siendo distinta a esos entornos por un buen tiempo, es indudable que esa influencia se hará sentir de modo creciente. Además, las nuevas generaciones de psicólogos tienen otros valores e intereses. Hay aspectos de la cultura contemporánea, tales como el interés por la meditación contemplativa y la compasión, que están mucho mejor reflejadas en la TCC que en otros modelos de psicoterapia.
Por otro lado, los sistemas de salud demandan cada vez más terapeutas capaces de planificar y llevar a cabo tratamientos eficaces de acuerdo a protocolos cuya duración y resultados puedan ser pre-estimados. Por último, las personas que consultan comienzan a demandar más específicamente terapia cognitivo-conductual.
La TCC es la psicoterapia _mainstream _en el mundo desarrollado desde hace mucho tiempo
¿Cuándo comenzaste a ser disertante en jornadas y congresos?
Tanto la investigación como el deseo de difundir la TCC me llevaron a presentar en reuniones científicas desde mediados de los años ’90. Mi primera presentación sobre algo relativo a TCC tuvo lugar en 1995 en un horario muy poco favorecido, como es natural.
Presenté muchas veces en los congresos de psiquiatría locales, porque ese público siempre me pareció relevante por su impacto en el sistema hospitalario público y en la salud mental en general. La presentación que recuerdo con mayor satisfacción tuvo lugar en 2004. Al público le gustó mucho. No tengo muy en claro por qué, pero a veces la comunicación con el público tiene sus momentos mágicos. Fue una presentación sobre el optimismo en los terapeutas, no algo específico de TCC.
La presentación más importante que he hecho fue una conferencia plenaria por invitación en el congreso europeo de terapia cognitivo-conductual en Marrakech, en 2013.
Trabajás en consultorio privado (entre otras cosas), ¿qué opinás del trabajo interdisciplinario?¿Qué aportes considerás que otorga?
La relación entre psicoterapia y psicofarmacología es muy importante. Cuando un paciente recibe un tratamiento combinado es crucial que el psiquiatra y el psicoterapeuta compartan una conceptualización del caso, que defina la intervención y la estrategia. La combinación de tratamientos puede tener efectos sinérgicos o aditivos, pero también pueden generar interferencias.
Presenté muchas veces en los congresos de psiquiatría locales, porque ese público siempre me pareció relevante por su impacto en el sistema hospitalario público
Por un lado el trabajo en equipo nos ayuda a llevar adelante los tratamientos más complejos reduciendo los riesgos propios de las rupturas en la alianza terapéutica. Por el otro, también nos ayuda a mantener la motivación para ayudar a nuestros pacientes y puede reducir el burnout. Dos personas normalmente tienen más ideas que una sola y también un mejor conocimiento de la base empírica para tomar decisiones clínicas.
En mi experiencia personal han sido muchas más las ventajas que las dificultades resultantes de trabajar en modo conjunto con otros profesionales de la salud mental.
¿Sobre qué temáticas has redactado e investigado (en líneas generales)? ¿Qué te llevó a elegir esos asuntos?
Parte de la tarea como profesor es la de investigar. Más allá de lo que hice en el campo de Historia de la Psicología, durante la última década he estado investigando el perfeccionismo adaptativo y desadaptativo. Esto se debió en parte a que un integrante de la cátedra hizo un primer trabajo sobre la relación entre perfeccionismo y ansiedad social. Luego el interés se extendió por la relación entre perfeccionismo y trastornos alimentarios. Dado que el perfeccionismo desadaptativo es un problema común entre los estudiantes universitarios, mi trabajo mismo como profesor le daba mayor interés al tema.
Desarrollamos una intervención psicoeducativa para estudiantes que tuvo éxito en cambiar el perfeccionismo desadaptativo. Publicamos en EUDEBA la guía que usamos en ese proyecto, para que estuviera disponible para cualquier estudiante universitario.
Parte de la tarea como profesor es la de investigar
Hemos investigado el perfeccionismo como fenómeno transdiagnóstico – una de las líneas contemporáneas de interés en el campo cognitivo-conductual – y en este momento estamos indagando su papel en el desempeño de los terapeutas. Yo no soy un gran investigador, pero estoy satisfecho con haber posibilitado la formación de varios becarios y doctorandos que desarrollan hoy un trabajo muy productivo.
¿Cuál es tu experiencia en relación a ello?
Una de las cosas que mejoró en las últimas dos décadas en la psicología en Argentina es el incentivo económico para la investigación, tanto para becarios como para equipos de investigación. Esta política ha sido acertada porque ha contribuido mucho a construir una tradición de investigación donde sólo había una profesión.
Con el crecimiento de la investigación formal es natural que más personas valoren los enfoques psicoterapéuticos que cuentan con apoyo empírico. También esto permite que la psicología argentina se desarrolle más allá de las aplicaciones clínicas, que eran la casi totalidad del campo hace 20 años.
¿Notás que en los últimos años prevalezca algún diagnóstico más puntual en tus consultas? ¿Cuál?
La mayor parte de las consultas siempre se relaciona con trastornos emocionales (ansiedad y depresión), porque son muy prevalentes. Hay mucha consulta de pacientes con problemas de ansiedad porque son muy frecuentes – más o menos una de cada 6 personas padecerá un trastorno de ansiedad en su vida – pero también porque la terapia cognitivo conductual es particularmente buena para tratar estos trastornos. Es muy eficaz en plazos relativamente cortos, no tiene serios efectos adversos y sus resultados son muy estables. A medida que la terapia cognitivo-conductual se hace más conocida hay una demanda creciente de ella, sobre todo por parte de estos pacientes.
Con el crecimiento de la investigación formal es natural que más personas valoren los enfoques psicoterapéuticos que cuentan con apoyo empírico
Para ir cerrando, ¿qué desafíos creés que tenga la Psicología a futuro? ¿Por qué?
En la Argentina uno de los desafíos será el de ir construyendo una disciplina con investigación creciente, aunque para eso se necesita también cierta cantidad de inversión económica que no siempre está disponible, por razones diversas.
Debemos también cambiar la percepción social que en nuestro país se tiene de la psicología como profesión y disciplina, para ajustarla mejor a la realidad contemporánea. La representación de la psicología en los medios masivos de comunicación no es la mejor ni la más precisa.
En mi campo de experticia diría que un desafío presente importante es garantizar que los mejores tratamientos estén disponibles para todos los integrantes de nuestra sociedad en todo el sistema. Aún estamos muy lejos de este objetivo. La diseminación de la psicoterapia es una tarea compleja y costosa. El modelo del programa Improving Access to Psychological Therapies (IAPT) de Inglaterra es una buena fuente de inspiración, pero aún estamos lejos de algo así en Argentina.