Sylvia Plath, una de las autoras más prominentes del siglo XX, pensaba que el peor enemigo para la creatividad era la propia duda. Una dosis de cotidianeidad bastaría a muchos para cerciorarse de esto y asegurar con propiedad que es justo en el travesaño de los procesos creativos más importantes o la búsqueda de resoluciones más crucial cuando dudamos con una entrega descomunal de nuestra propia valía, de nuestras cualidades y de nuestro “Yo puedo”.
La duda puede definirse como una vacilación o falta de decisión que se presenta al entrar en contacto con más de una posibilidad de elección; la duda en uno mismo es, por otro lado, falta de fe o confianza en las propias capacidades. Ni lo primero ni lo segundo indica o sugiere una propiedad negativa; de hecho, la duda no es un proceso mental que deba ser anulado sino moderado.
Según la psicoterapeuta Rachel Eddins, la duda se manifiesta a menudo como síntoma de una búsqueda de validación, una especie de herramienta que lleva al individuo a tantear en territorio foráneo la reafirmación que no es capaz de hallar en sí mismo. De este modo, el sujeto puede rescatar en alguien más su propia validación o no hacerlo y entrar en un estado de parálisis por miedo al fracaso y la equivocación. La duda se mueve a lo largo de dos extremos: el de la garantía de sentirse respaldado o aconsejado por un modelo de dominio y el de la necesidad de comprobar, por medio de un agente externo, que “realmente soy” y, por lo tanto, “realmente puedo”.
la duda no es un proceso mental que deba ser anulado sino moderado
Existen un sinnúmero de situaciones y detonantes que pueden dar origen a la duda en uno mismo, sin embargo, la diferencia entre una vacilación que ocupa los límites de la normalidad y un estado de inseguridad indefinido que nos priva de tomar decisiones es que la primera responde a una duda racional, mientras que la segunda consiste en un proceso meramente irracional que deriva, por lo común, de malas experiencias que dan lugar a distorsiones de la realidad.
Estas deformaciones cognitivas llevan al sujeto a pensar y actuar como un niño, no en términos de madurez o sensatez sino de seguridad. El niño recibe constantemente realimentación por parte del adulto, que le indica si lo que ha hecho está bien o mal; el adulto que se conduce como niño a raíz de una distorsión cognitiva carece de confianza y espera que su desempeño sea aprobado por otros, una figura de poder, quizás, que replique al adulto que lo corregía inicialmente. Cuando el individuo ha sido “marcado” por medidas correctivas drásticas durante su formación, puede fijar en sí la creencia de no ser “lo suficientemente bueno”, de requerir en todo momento la orientación de alguien más.
“La acción removerá la duda que la teoría no puede resolver”
Pehyl Hsieh
La psicoterapeuta Ashley Eder sugiere una técnica sencilla para distinguir entre la duda racional y la irracional: el autocuestionamiento. La duda en uno mismo, cuando es realista, “consiste en una sensación de que te has propuesto realizar más cosas de las que puedes hacer, en términos razonables, dentro de los rangos de tiempo fijados”, mientras que la duda irracional “parte de la certeza de que no cuentas en absoluto con los recursos o habilidades que necesitas”. Es conveniente, entonces, hacerse dos preguntas:
- ¿Has hecho con anterioridad algo similar a lo que debes hacer ahora?
- ¿Has completado de manera competente alguna tarea para la cual hayas tenido que crecer sobre la marcha, superarte en el camino, algo similar en magnitud con eso que ahora te hace sentir desconfiado?
Estas deformaciones cognitivas llevan al sujeto a pensar y actuar como un niño, no en términos de madurez o sensatez sino de seguridad
Cuando ambas respuestas son “Sí”, lo que asoma es una duda irracional.
5 técnicas para combatir la duda en ti mismo
1. Cuida tu círculo social
Lo que menos necesitas (y lo que menos necesita cualquiera, en términos generales) es rodearte de personas tóxicas, llenas de negativismo, prejuicios y dispuestas a juzgarte o criticarte destructivamente. En cambio, procura que tus influencias más próximas sean aquellos en los que no solo puedas confiar sino que también hayan demostrado estar realmente interesados en tu desarrollo personal, gente que crea en ti.
2. Fija metas razonables
No se trata de achicar o desmembrar los propósitos de vida, los grandes planes a largo plazo, sino de ser consciente y no olvidar que para el cumplimiento de los planes a gran escala es indispensable cumplir, primero, con tareas pequeñas y proyectos medianos. Trazar un mapa que muestre el destino final y un boceto de los “puntos de parada” que han de hacerse en el camino es una manera simple y efectiva de comprender la estructura del proceso.
3. Desarrolla mecanismos de nivelación
No solo son efectivos para hacer frente a la duda en uno mismo sino también al estrés. Los mecanismos de nivelación son “vías de escape”, lo que no significa que deban emplearse para huir de los problemas.
Las vías de escape, en este caso, se asemejan a las tuberías de un sistema hidráulico. Cuando existe un objeto que obstruye el flujo, el agua se estanca, ocurre lo mismo cuando somos abrumados por cargas emocionales con las que no somos capaces de lidiar porque carecemos de las herramientas necesarias. La técnica de respirar profundamente y relajarse puede que funcione para algunas personas, pero para otras no es más que un cliché desagradable; en estos casos, es útil desarrollar mecanismos individuales según las características del sujeto.
Es cierto que escribir, pintar o practicar algún deporte son mecanismos de nivelación funcionales a corto plazo, pero no serán la solución al problema. La introspección, clarificación de las propias circunstancias y adaptación de los esquemas mentales hacia un modelo más funcional es la solución.
En todo caso, la práctica de un hobbie o pasatiempo puede ser una herramienta de apoyo sumamente eficaz si se emplea como “terreno de práctica”. Fijarse el reto de correr 10 km diarios en lugar de 8 km o escribir dos páginas cada mañana en lugar de una son desafíos que, a su cumplimiento, actúan como inyecciones de seguridad y autoestima. Contar con la certeza de que somos capaces de cumplir lo que nos hemos propuesto en un “terreno de práctica” puede ser un cúmulo de confianza extrapolable a otros campos de la vida.
4. No eres una máquina
Aunque sea evidente, con mucha frecuencia es necesario recordarlo. Algunas personas han desarrollado estándares tan altos de autoexigencia en respuesta a las expectativas de su núcleo social que les resulta casi imposible saber cuándo una tarea los supera o no puede ser realizada en las condiciones deseadas. Esto los lleva a establecer procedimientos equívocamente y, al darse cuenta de la imposibilidad de cumplir con lo que se han propuesto, no solo los invade la duda en sí mismos sino que sufren una importante pérdida de confianza y autoestima.
Recordar que no somos sistemas automatizados sino organismos que se rigen por leyes biológicas y demandas emocionales es fundamental para fijar metas razonables, desarrollar la paciencia y la capacidad de perdonarnos cuando sintamos que nos hemos fallado a nosotros mismos.
5. Valorar tu libertad de elección
Generalmente, el objetivo principal de tomar una decisión es tomar la decisión correcta. Pocas veces valoramos la libertad que ejercemos al tomar un camino en lugar de otro, es esta jerarquización lo que nos lleva a la búsqueda de validación en otros. Sin embargo, tomar la vía respaldada por los demás no es garantía de que hemos tomado la vía correcta; las circunstancias de vida son factores irreproducibles y lo que es funcional para otros puede ser completamente disfuncional para ti.
La toma de decisiones es una posibilidad que debe ser valorada y atesorada como muestra de libertad, autonomía y madurez, sea o no la decisión correcta.
Referencias:
Psychology Today (2016). 7 Ways to Beat Self-Doubt. Consultado el 27 de febrero de 2016.