Nadie en Occidente puede ser totalmente no cristiano. Puedes llamarte no cristiano, pero los sueños que sueñas siguen siendo sueños cristianos, y sigues formando parte de la historia del cristianismo. Ese es tu destino. Puedes considerarte secular, pero el mundo secular occidental moderno es en sí mismo una creación cristiana.
“Seguimos siendo lo que el cristianismo ha hecho de nosotros, y en muchos aspectos el Occidente posmoderno es más cristiano que nunca”. Don Cupitt, The Meaning of the West.
Este artículo es un comentario del libro Dominio, de Tom Holland, en el que el autor explora cómo en Occidente acabamos siendo como somos y pensando del modo en que pensamos. Su conclusión es que vivir en un país occidental es vivir en una sociedad completamente saturada de suposiciones y conceptos cristianos y que por mucho que los bancos de las iglesias estén cada vez más vacíos, Occidente permanece amarrado con firmeza a su pasado cristiano. La sociedad laica o secular de los países occidentales sigue siendo cristiana aunque no seamos conscientes de ello. Nuestros valores, e incluso nuestra misma falta de religión actual tienen orígenes cristianos.
Holland es un historiador británico con bastantes libros publicados que empezó escribiendo sobre el mundo antiguo, los griegos, los persas y los romanos. Cuenta que cuanto más tiempo pasaba sumergido en el estudio de la antigüedad clásica, más ajena la encontraba y más incómodo se sentía en ella. Los valores de Leónidas o de César, del que se dice que mató a un millón de galos y esclavizó a otro millón, no eran los que él consideraba sus valores. No solo las brutalidades más extremas le inquietaban, sino la completa falta de cualquier noción de que los pobres o los débiles tuvieran el menor valor intrínseco. Así que en un momento dado se dedicó a rastrear de dónde venían sus valores y sus creencias y esto le llevó a descubrir que el rastro conducía a San Agustín, a San Pablo y a la cruz.
El libro es un libro de historia, una sucesión de viñetas de diferentes épocas, de algo más de 500 páginas, muy bien escrito. Pero quiero decir que no es un ensayo. La teoría o las ideas van por ahí intercaladas, pero la lectura es la de un libro de historia, y la primera de las historias va de lo que representaba la crucifixión en el mundo antiguo. En 2014, cuando Holland acababa de empezar a escribir el libro, hizo un viaje a Irak para rodar un documental y estuvo en Sinyar, una ciudad que se encontraba en la frontera con el Estado Islámico. La ciudad había sido tomada a los combatientes islámicos hacía solo unas pocas semanas y previamente era el hogar de un gran número de yazidíes, una minoría religiosa condenada por el Estado Islámico como adoradores del diablo. Su fin fue tan macabro como el de los que se resistían a la Antigua Roma. Los hombres fueron crucificados; las mujeres, esclavizadas: “estar entre las ruinas de Sinyar, sabiendo que, a solo tres kilómetros a través de terreno llano y abierto, estaban quienes habían cometido aquellas atrocidades, hacía apreciar cómo, en la Antigüedad, el hedor a cadáveres servía a un conquistador para marcar su posesión. La crucifixión no solo era un castigo. Era un medio de conseguir el dominio, que los sometidos experimentaban como miedo. El terror del poder era la medida de ese poder. Así había sido siempre y así sería siempre. Así era el mundo.”
Esta visita impactó a Holland y al volver a casa decidió empezar por la cruz. Viendo lo que era en realidad la cruz y lo que representaba la crucifixión en la antigüedad (un símbolo de poder y dominio) podemos comprender quizás lo ridículo que debió de resultar el mensaje de San Pablo para los romanos. Proclamar que solo había un hijo de Dios y que este había muerto como un esclavo en la cruz —para colmo sin resistirse y sometiéndose voluntariamente al látigo— era un “escándalo para los judíos y una necedad para los gentiles”. Pablo llevaba el mensaje de que los judíos ya no eran los únicos “hijos de Dios”, que el pacto que Dios había hecho con los judíos se extendía a toda la humanidad y no era necesaria la circuncisión masculina. Judíos y griegos, gálatas y escitas, todos podían ser el pueblo sagrado de Dios mientras estuvieran dispuestos a creer en Jesucristo.
Pablo resuelve una tensión que siempre había existido en las escrituras judías. Por un lado, solo los judíos eran el pueblo elegido, solo ellos tenían la exclusiva del Señor de toda la tierra. Por el otro, ese mismo Dios había creado a todos los demás pueblos, los griegos, los romanos, etc. Un dios que favorecía a un pueblo y que a la vez se preocupaba de toda la humanidad. Con la crucifixión y resurrección de Jesus la ley de Dios es ahora para todo el mundo y ya no está escrita en las tablas de la ley, sino en los corazones; Pablo predica una deidad que no reconocen fronteras ni divisiones.
Bueno, tras haber dicho algo sobre el énfasis del cristianismo en la cruz como subversión de todos los valores del mundo antiguo (para los romanos la cruz era un símbolo de su poder y la crucifixión la forma más humillante de morir reservada para los rebeldes y esclavos, mientras que el cristianismo plantea que el esclavo es más grande que el amo, que la víctima es más grande que el victimario y que el hombre que sufre es más grande que el que le tortura), voy a intentar resumir cuáles son los valores que Holland considera cristianos, esos valores que siguen impregnando nuestra cultura secular occidental. Holland señala dos fundamentales:
- Uno es la idea de que todos somos iguales, creados a imagen de Dios y que todos tenemos una dignidad por ello. Que no existe griego o judío, hombre o mujer, esclavo o libre.
- El otro es la idea de que los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos, es decir, la preocupación por los débiles y que Dios está más cerca de los pobres que de los ricos.
De estos dos valores fundamentales —la unidad de la raza humana y la obligación de cuidar los débiles y a los que sufren— derivan luego cosas que damos por supuestas y que no nos damos cuenta de que proceden de aquí. Un ejemplo sería el concepto de derechos humanos. Lo toca por ejemplo al hablar de Bartolomé de las Casas y su defensa de que los indios no eran inferiores a los españoles: “Porque todas las naciones del mundo son hombres y de todos los hombres y de cada uno de ellos es una, no más, la definición, y esta es que son racionales; todos tienen su entendimiento y su voluntad”. “Todos los mortales, cristianos o no, tenían derechos que derivaban directamente de Dios, derechos humanos, según los calificó de las Casas”. La evolución del concepto de los derechos humanos no procede de la Antigua Grecia ni de Roma y es extraño a otras culturas.
Hay otros aspectos, uno de ellos relacionado con la ciencia, que remonta hasta Pedro Abelardo (el de Abelardo y Eloísa). Abelardo había defendido toda su vida que el orden de Dios era racional y se regía por reglas que los mortales podían aspirar a comprender y esto se convirtió luego en la ortodoxia aceptada por los papas y facilitó que surgieran las universidades por toda la cristiandad. En 1215 se promulgó un estatuto en nombre del papa que afirmaba legalmente la independencia de la Universidad de París respecto al obispo. Abelardo había defendido “que la constitución o desarrollo de todo lo que se origina sin milagros puede cuantificarse adecuadamente”, es decir, que nos ponemos en el camino de la ciencia. Asociado a esto, estaría la idea de progreso de que las sociedades pueden mejorar, que podemos ir mejorando, conociendo, etc. La concepción del tiempo en el cristianismo es lineal, desde un origen hasta un final y una culminación el Apocalipsis y la segunda venida de Cristo. En otras culturas el tiempo es, por ejemplo, cíclico y no permite esta visión de que se va mejorando o progresando hacia un fin, sino que se piensa que siempre va a ocurrir una repetición de lo mismo.
De forma controvertida, Holland ve la influencia cristiana en fenómenos como la Ilustración. La concepción más extendida es que el origen de nuestra cultura está en Grecia y Roma (la democracia, el arte, las ciencias, la literatura, el teatro, el derecho, etc.) y que en la Edad Media caemos en un pozo de oscurantismo del que empezamos a salir con el Renacimiento —cuando se recuperan los clásicos— y luego en la Ilustración. Holland considera que los ideales de igualdad y fraternidad y de defender a los pobres frente a los poderosos son en esencia cristiana. La Revolución francesa (y la Revolución rusa también) se basa en que los últimos serán los primeros, en que hay una humanidad común a todos (fraternidad). Como contraposición, los nazis, por ejemplo, no siguen estos ideales cristianos en absoluto.
¿Tiene cosas negativas el cristianismo según Holland? Pues también. La propia universalidad del mensaje cristiano inspira el ataque hacia otras creencias. Los cristianos afirmaban estar en posesión de la única verdad de una manera que no tiene parangón en el mundo de la religión pagana, que era mucho más tolerante. El resultado fue un tipo de represión —de persecuciones, inquisiciones, cazas de brujas y demás— que no tiene precedente en el mundo pagano. Esta idea totalitaria de que la verdad justifica la persecución de los disidentes, de los que tienen otras creencias, es de origen cristiano (y sigue estando absolutamente de moda en nuestro mundo actual: los linchamientos en las redes sociales, cultura de la cancelación, etc.). En esta línea, John Gray, en Misa Negra, plantea que muchas tendencias del pensamiento religioso, pero también de movimientos seculares —como la Revolución francesa, el comunismo y otras revoluciones— se derivan de lo que considera un mito perjudicial: la idea de que se puede conseguir un mundo perfecto. Este mito se remonta a la idea cristiana del inminente fin del mundo y la llegada del Reino de Dios. Todos estos movimientos religiosos y laicos han conducido a verdaderas atrocidades y reinados de terror. El pensamiento apocalíptico está dispuesto a sacrificar cualquier número de vidas ahora en aras de un futuro perfecto que “sabe” que está por llegar. Este peligro, como señala Holland en el último capítulo, se esconde en la llamada teoría de la justicia social, o wokismo, algo de lo que hablaremos en otro momento.
Así que la idea central de Dominio sería que los principios del cristianismo siguen impregnando la moral y las creencias de la gente en occidentes (incluidos los ateos) aunque no percibimos su presencia: “Como partículas de polvo demasiado finas para distinguirse a simple vista, todo el mundo las respiraba por igual: creyentes, ateos y aquellos que ni siquiera se habían parado jamás a pensar sobre religión.” Vamos a hacer ahora una crítica de esta posición.
Una crítica de las ideas de Tom Holland en Dominio
Hay muchas líneas de ataque a los planteamientos de Holland. Una de ellas sería señalar la gran diferencia entre la teoría y la práctica de las ideas cristianas. Es verdad que el cristianismo dice que es difícil que los ricos entren en el reino de Dios, que todos somos iguales, que no hay griego o judío, hombre o mujer, esclavo o libre, pero los ricos y poderosos han seguido dominando, la esclavitud siguió existiendo y las mujeres han tenido menos derechos que los hombres durante siglos. Holland trata la esclavitud en uno de los capítulos y reconoce el problema aunque señala que el impulso para corregir esas injusticias vino también de cristianos (los cuáqueros en el tema de la esclavitud, por ejemplo). Otra línea de ataque sería la subestimación que pueda hacer Holland de la influencia clásica en nuestra cultura (sin ir más lejos, Pablo escribe en griego y tiene influencia de los estoicos además de la influencia judía como fariseo buen conocedor de las escrituras y enseñanzas judías que era). Sobre estos aspectos os recomiendo a los que podáis manejaros en inglés este debate entre Tom Holland y el filósofo A.C. Grayling, es realmente interesante y Grayling presenta argumentos realmente buenos.
Dado que soy un autor de inspiración evolucionista, yo me voy a centrar en lo que creo que son ideas erróneas de Holland sobre la teoría de la evolución y sobre la evolución de la moral. Empiezo por lo segundo. Holland da a entender, aunque no lo dice con esas palabras, que el mundo era un mundo cruel, no compasivo y sin altruismo hasta que llegó el cristianismo. Como le señala Grayling, un cambio sorprendente ocurrió en el mundo en la llamada Era Axial, mucho antes del cristianismo, en la que surgen la mayoría de las religiones y filosofías y donde en un plazo de pocas generaciones coinciden, por ejemplo, Sócrates, Buda y Confucio. La famosa regla de oro (trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti) existe prácticamente en todas las culturas. También existen en todas las culturas unas normas morales básicas (7 normas morales básicas según la llamada teoría de la moral como cooperación) que son comunes en todas las culturas. Estas normas son herramientas para la cooperación según los diferentes tipos de relaciones humanas:
- Ama a tu familia
- Ayuda a tu grupo
- Devuelve los favores
- Sé valiente
- Obedece a la autoridad
- Sé justo
- Respeta la propiedad de otros
Todo en moralidad no es culturalmente contingente, aunque no debemos subestimar la importancia de la cultura. Es verdad que la cultura cristiana es más una cultura de la culpa y la japonesa una cultura de la vergüenza o que en la cultura china la veneración a los mayores es más profunda que en otros lugares. Pero no podemos olvidarnos de que hay una serie de mecanismos psicológicos en nuestra mente moral (entre ellos el altruismo, pero también el tribalismo) resultado de la evolución humana y que son comunes en todas las sociedades. Holland habla de las atrocidades cometidas por Julio César, pero no se da cuenta de que son atrocidades cometidas contra ellos, contra el enemigo, contra los de la otra tribu y eso ha sido una constante a lo largo de toda la historia humana hasta nuestros días. En la era cristiana podemos encontrar incontables ejemplos de atrocidades cometidas contra individuos y pueblos, muchas de ellas llevadas a cabo por cristianos y en el nombre de Dios.
Con respecto a la teoría de la evolución, Holland contesta en alguna de las entrevistas cuando le preguntan si existe algo en nuestra cultura que no sea cristiano que el darwinismo, por ejemplo. Y en el libro contrapone el cristianismo como defensa de los débiles al darwinismo que sería una defensa de los fuertes. Por supuesto que el darvinismo no es cristiano, ni lo es la teoría de la relatividad, ya que ambas son teorías científicas, pero creo que Holland hace claramente una malinterpretación de la teoría de la evolución y que de lo que habla en realidad es del llamado darwinsimo social, de las ideas de Herbert Spencer y otros y no de la teoría de la selección natural. La teoría de la selección natural es una teoría científica y por tanto descriptiva, no prescriptiva, que describe cómo los organismos más adaptados al ambiente tienen más éxito reproductivo. En ningún momento hace valoraciones sobre si un organismo determinado es mejor que otro o tiene más valor que otro ni prescribe conductas. Como teoría científica que es, trata de lo que “Es” y no de lo que “Debe ser”.
Una última crítica que se le puede hacer a Holland es que su concepto de valores cristianos es tan elástico que sirve para explicar una cosa y su contraria: en algunos temas los valores cristianos son cristianos y las ideas que van contra los valores cristianos también son cristianas… Esto nos deja en un terreno en el que es imposible falsificar algunas de sus afirmaciones. Corre el peligro de caer en una cierta circularidad.
En resumen, creo que es un libro muy recomendable que pone en cuestión muchas de las ideas que asumimos tal vez de una forma demasiado acrítica y que es enriquecedor porque hace pensar, aunque no es necesario estar completamente de acuerdo con el autor para disfrutarlo. Mi conclusión es que es muy convincente su argumento general de que las sociedades occidentales nominalmente ateas y laicas siguen siendo cristianas en sus creencias y valores y que sin el cristianismo no pensaríamos como pensamos. Un problema que queda en el aire desde que lo planteara Nietzsche es si esos valores cristianos pueden sobrevivir si desaparece la visión del mundo cristiana que los originó y que los sustenta, o si todo el edificio se vendrá abajo. El tiempo dirá. En conjunto, es muy probable que seamos más cristianos de lo que creemos, pero tal vez no tanto como cree Holland.
Esta columna fue publicada en el blog de Pablo Malo, Evolución y Neurociencias, y cedido para su re-publicación en Psyciencia.