Hace mucho tiempo, la vida de las personas dependía en gran medida de su capacidad para establecer y mantener relaciones sociales. De las redes que armara surgiría la satisfacción de algunas necesidades fundamentales y la protección ante amenazas. Al parecer, esa necesidad de afiliación se encuentra tan arraigada en nosotros que la exclusión nos sigue provocando dolor. Y el dolor inmediato es el mismo tanto si nos excluye un amigo o pareja, como si nos excluye un extraño (Böckler et al., 2021).
Metodología
Para llegar a tal hallazgo, un equipo de investigadores de la Universidad de Leibniz, en Alemania, realizó un experimento para el cual pidieron a cada participante que asistiera al laboratorio con un amigo del mismo sexo o con una pareja romántica (del sexo opuesto, en este caso).
Los participantes y sus amigos/parejas jugaron un juego en habitaciones separadas, que consistía en lanzar una pelota en pantalla a quien ellos pensaban que era su pareja o amigo y a un tercer jugador en línea. De hecho, los pases de este otro “jugador”, así como los pases que el participante creía que estaba dando su amigo/pareja, eran controlados por los investigadores.
Las fotografías del participante, su amigo/pareja y el tercer jugador (que era del mismo sexo que el amigo/pareja) se mostraban en la pantalla junto a iconos individuales. Al hacer clic en diferentes botones del teclado, el participante podía elegir a quién pasar la pelota. Pero el número de veces que se les pasaba el balón dependía de su condición experimental:
- los participantes “incluidos” recibieron 20 de los 60 pases totales (como sucedería si los lanzamientos de pelota se compartieran por igual);
- aquellos que fueron “excluidos por su amigo/pareja” recibieron 10 pases en total, todos del extraño;
- aquellos que fueron “excluidos por el extraño” también recibieron un total de 10 pases, pero todos de su amigo/pareja;
- las personas en el cuarto grupo fueron excluidas más completamente: después de recibir dos pases al comienzo del juego, fueron ignoradas.
Inmediatamente después del juego, los participantes completaron cuestionarios sobre su estado de ánimo durante y después del juego.
Resultados
Los resultados revelaron que la exclusión debilitó el estado de ánimo de las personas durante (aunque no después) el juego, ya sea que hayan sido excluidos por una pareja, un amigo o un extraño. La exclusión total tuvo un efecto mayor en el estado de ánimo.
Los participantes totalmente incluidos puntuaron más alto que todos los demás en las medidas de “pertenencia”, autoestima, existencia significativa (tener una razón central de ser) y satisfacción de necesidades básicas en general. Aquellos que habían sido completamente excluidos mostraron una satisfacción de necesidades básicas incluso menor que los otros grupos, aunque la exclusión total no empeoró los efectos sobre la autoestima.
Los investigadores no encontraron diferencias significativas para ninguna necesidad básica individual o general, al comparar las exclusiones de otros cercanos con la exclusión de un extraño.
Los puntajes de satisfacción con la relación también fueron más bajos cuando los participantes fueron excluidos por un extraño, amigo o pareja, y aún más bajos entre aquellos que fueron totalmente excluidos. Entonces, si bien el grado de exclusión claramente importaba, ser excluido por un extraño, un amigo o una pareja tenía los mismos impactos.
Dentro de las limitaciones del estudio se resalta su tamaño pequeño, y el hecho de haberse centrado en el impacto de la exclusión durante e inmediatamente después del juego. El rechazo por parte de una pareja romántica o un amigo cercano seguramente tendría efectos más duraderos, aunque sea indirectamente, al alterar la percepción de la calidad de la relación en sí. (Aclaran los autores que todos los participantes fueron informados después.)
Estudios anteriores han encontrado que incluso la exclusión por parte de una computadora (Zadro et al., 2004), o alguien que pertenece a un grupo detestado, como el Ku Klux Klan (Gonsalkorale & Williams, 2007), tiene efectos negativos.
Referencias bibliográficas:
- Böckler, A., Rennert, A., & Raettig, T. (2021). Stranger, Lover, Friend? En Social Psychology (Vol. 52, Número 3, pp. 173-184). https://doi.org/10.1027/1864-9335/a000446
- Gonsalkorale, K., & Williams, K. D. (2007). The KKK won’t let me play: ostracism even by a despised outgroup hurts. En European Journal of Social Psychology (Vol. 37, Número 6, pp. 1176-1186). https://doi.org/10.1002/ejsp.392
- Zadro, L., Williams, K. D., & Richardson, R. (2004). How low can you go? Ostracism by a computer is sufficient to lower self-reported levels of belonging, control, self-esteem, and meaningful existence. En Journal of Experimental Social Psychology (Vol. 40, Número 4, pp. 560-567). https://doi.org/10.1016/j.jesp.2003.11.006
Fuente: Research Digest