Hace dos días ayudé a un familiar muy cercano a enterrar su mascota. Fue un momento muy doloroso. No hubieron lagrimas, ni llantos desgarradores, pero ambos compartiamos el profundo dolor que sentimos cuando un ser tan lleno de amor incondicional se nos va. Esta experiencia me hizo recordar un ensayo de Eduardo Arcos que me conmovió muchísimo y quiero compartirles un pequeño fragmento:
Mi vida sin Pixie no será igual cuando muera. Es tan duro amar sin condiciones a esa pequeña perrita llena de bondad y saber que seguramente tendré que verla morir. Que tendré que ayudarla a morir, a darle todo lo que haga falta en esas últimas semanas, días, horas. Es el compromiso más grande, más fuerte y más triste, que me llena de nostalgia aún hoy, con tantos años que nos quedan por delante.
Pero es lo correcto. Es lo mínimo que podría hacer por ella, que todo lo que quiere es darme amor, nunca separarse de mí y que yo siempre esté bien.
Se que este no es un artículo psicológico y analítico per se, pero lo comparto porque se que muchos de ustedes tienen una hermosa y fuerte conexión con sus mascotas y es una linda oportunidad para aprender sobre nuestras emociones y la calidad humana que trasmitimos.
Lee el artículo ensayo completo en el blog de Eduardo Arcos.