A los 65 años de edad, se prevé que 1 de cada 7 hombres desarrollará Alzheimer durante el resto de su vida, lo que genera un riesgo de por vida de aproximadamente el 14%; por su parte, la estimación correspondiente para las mujeres es del 20% (Nebel et al., 2018; S. Seshadri et al., 1997; Sudha Seshadri & Wolf, 2007). Un gran cuerpo de evidencia sugiere que las mujeres tienen mayor riesgo de desarrollar cualquier demencia, incluida la enfermedad de Alzheimer. El número de personas que viven con demencia actualmente está aumentando, y se ha convertido en uno de los principales problemas de salud pública a nivel global. Se estima que la enfermedad de Alzheimer representa el 50-70% de todos los casos, y la mayoría de las personas que viven con demencia tienen multimorbilidad que implica cambios relacionados con el Alzheimer en combinación con otras patologías, particularmente cambios cerebrovasculares.
Científicos han determinado que el mayor riesgo de demencia de por vida entre las mujeres generalmente es atribuible a su mayor esperanza de vida. Sin embargo, es probable que el impacto del sexo y la consiguiente inequidad de género tenga otras facetas que contribuyen de igual forma al desarrollo de demencia: sobre todo por las desigualdades históricas en el acceso a la educación entre los sexos y los gradientes socioeconómicos y de género en factores de riesgo como el estrés, la depresión y el aislamiento social.
Para indagar este asunto, investigadores buscaron averiguar si las diferencias en el logro educativo (entendido como el nivel de educación alcanzado) y las experiencias de angustia psicológica general median la asociación entre el sexo femenino y la demencia.
Metodología
Los autores utilizaron datos obtenidos a través del Estudio de cohorte de nacimientos H70 de Gotemburgo y el Estudio de poblaciones prospectivas en mujeres (n = 892). Los datos se analizaron mediante análisis factorial confirmatorio y modelado de ecuaciones estructurales con medias de mínimos cuadrados ponderados y estimación de varianza ajustada.
Por otra parte, la angustia psicológica general fue indicada por una variable latente y construida a partir de cinco elementos manifiestos (depresión previa, estrés, autoestima, soledad crónica y satisfacción con la situación social) que se midieron al inicio del estudio.
Resultados
- Sólo el 11,9% de las mujeres de la muestra tenían educación secundaria o universitaria, mientras que el número correspondiente entre los hombres era del 26,9% (p <0,001).
- Un mayor porcentaje de mujeres (32,3 frente a 20,0%) informaron que habían sufrido depresión anteriormente en la vida o que habían experimentado soledad crónica (13,7% frente a 6,8%). Se observó una diferencia de sexo similar para “período(s) de estrés prolongado”, aunque esta asociación no alcanzó significación estadística.
- Las calificaciones de las mujeres sobre su propia autoestima eran generalmente más bajas que las de los hombres, pero estaban algo más satisfechas con su situación social. Finalmente, durante los cinco períodos de tiempo especificados, una mayor proporción de mujeres (18,5%) que de hombres (9,1%) desarrolló demencia.
Si bien los resultados no pudieron corroborar que la educación medie directamente el efecto del sexo en la demencia, el nivel de angustia fue predicho tanto por la variable de sexo femenino (0.607, p <.001) y educación (- 0.166, p <.01) y, a su vez, demostró estar asociado significativamente con la demencia (0.167, p <.05), lo que se mantuvo después de controlar los factores de confusión. Cuando se incrementó el tiempo desde el inicio hasta el diagnóstico mediante la exclusión secuencial de los casos de demencia, el efecto de la angustia sobre la demencia dejó de ser significativo (Hasselgren et al., 2020).
Los investigadores concluyen que la desventaja social predice la angustia psicológica general, que por lo tanto constituye una vía potencial, y rara vez reconocida, entre el sexo femenino, la educación y la demencia. Además, subrayan la importancia de prestar atención tanto a la educación como a la angustia como fenómenos “de género” al considerar la naturaleza de sus asociaciones con la demencia.
Sin embargo, señalan que se debe reconocer la posibilidad de sesgo de causalidad inversa y enfatizan la necesidad de estudios longitudinales con un seguimiento más prolongado.
Referencia bibliográfica:
- Hasselgren, C., Ekbrand, H., Halleröd, B., Mellqvist Fässberg, M., Zettergren, A., Johansson, L., Skoog, I., & Dellve, L. (2020). Sex differences in dementia: on the potentially mediating effects of educational attainment and experiences of psychological distress. BMC Psychiatry, 20(1), 434. https://doi.org/10.1186/s12888-020-02820-9
- Nebel, R. A., Aggarwal, N. T., Barnes, L. L., Gallagher, A., Goldstein, J. M., Kantarci, K., Mallampalli, M. P., Mormino, E. C., Scott, L., Yu, W. H., Maki, P. M., & Mielke, M. M. (2018). Understanding the impact of sex and gender in Alzheimer’s disease: A call to action. En Alzheimer’s & Dementia (Vol. 14, Número 9, pp. 1171-1183). https://doi.org/10.1016/j.jalz.2018.04.008
- Seshadri, S., & Wolf, P. A. (2007). Lifetime risk of stroke and dementia: current concepts, and estimates from the Framingham Study. Lancet Neurology, 6(12), 1106-1114. https://doi.org/10.1016/S1474-4422(07)70291-0
- Seshadri, S., Wolf, P. A., Beiser, A., Au, R., McNulty, K., White, R., & D’Agostino, R. B. (1997). Lifetime risk of dementia and Alzheimer’s disease. The impact of mortality on risk estimates in the Framingham Study. Neurology, 49(6), 1498-1504. https://doi.org/10.1212/wnl.49.6.1498
Fuente: BMC Psychiatry