Charles M. Blow describe en The New York Times las consecuencias sociales de dejar de beber alcohol:
Las personas que no beben son objeto de burlas rutinarias, ya sea porque se quejan mucho, porque les falta alegría, porque matan el ambiente o porque carecen del autocontrol necesario para participar adecuadamente en una parte normal de la socialización adulta. La gente a menudo parece pensar que seguramente algo trágico debió precipitar tu sobriedad, como un diagnóstico devastador o un suceso muy vergonzoso: no elegiste el banquillo, te expulsaron del partido. El problema eras tú, no el alcohol.
Es como si algunas personas necesitaran una historia traumática para darle sentido a tu decisión de dejar de beber; de lo contrario, tu repentina abstinencia echa una sombra sobre el propio consumo continuado de ellas e interpretan tu elección personal como una crítica a la suya.
Por esta razón, a quien deja de beber se le pregunta constantemente por qué; a mí me lo preguntan todo el tiempo. Algunas personas tienen una respuesta que satisface esta pregunta —si describen, por ejemplo, haber tocado fondo—, pero otras no. En cualquier caso, no es asunto de nadie.