Steven Hayes, uno de los creadores de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), reflexiona sobre los efectos del lenguaje y propone, a través de la presentación de ejercicios, una nueva manera de relacionarnos con aquellos eventos mentales que nos resultan difíciles y dolorosos de experimentar. Cuando llega el momento de actuar comprometiéndonos con nuestros valores, es necesario poner al lenguaje en su lugar. Compartimos con ustedes el artículo.
La araña mental que afirma ser nosotros (de S. Hayes)
No hace mucho tiempo, tal vez 200.000 años atrás, una oscura clase de primates llamados “humanos” aprendieron una nueva artimaña. Aprendieron a relacionar eventos arbitrariamente; aprendieron a tener una cosa representando a otra; adquirieron pensamiento simbólico. Hemos estado dominados desde aquella época.
El comediante Emo Philips tiene un dicho que captura la situación en la que nos encontramos: “Solía pensar que mi mente era mi órgano más importante. Luego me di cuenta qué órgano estaba diciéndome eso”.
La mente humana es increíblemente arrogante. Porque nuestras mentes pueden hablar acerca de cualquier cosa, y este órgano entre nuestras orejas piensa que lo sabe todo. Nuestra mente lógica, analítica, predictiva, solucionadora de problemas, sabe cómo vivir, sabe cómo amar, sabe cómo estar en paz.
No.
El lenguaje y la cognición descansan en la cima de una vasta cantidad de conocimiento experiencial, social, evolutivo y espiritual. Lo reclaman todo para sí, simplemente porque los símbolos pueden referirse a ese conocimiento (en cierto grado) y guiarlo (en cierto grado). Es una ilusión tan poderosa, este fino recubrimiento de pensamiento simbólico reclamando para sí mismo una sustancia y un poder que simplemente no tiene. Los reclamos de la mente son metafóricamente equivalentes a los de la pintura reclamando ser la casa cuyas paredes cubre.
Si quieres romper la ilusión, ayuda saber que, en la mayoría de los casos, tú estás sólo a dos o tres pasos de “no lo sé”. Toma como ejemplo un simple movimiento, como estirarte para tomar un lápiz. Pídele a tu mente que explique cómo lo hiciste usando palabras y no demostraciones. Frente a cualquier respuesta dada, repite la pregunta.
El diálogo será algo así:
Mente: yo sólo me estiré y lo agarré.
Pregunta: oh ¿y cómo hiciste eso?
Mente: primero, tensé mis tríceps.
Pregunta: ok, y ¿cómo hiciste eso?
(pausa larga)
Mente: Ah… bueno, déjame mostrarte.
¡Tramposa! La mente analítica puede regular lo que ya haces, cierto, pero incluso cosas simples como estirarse fueron aprendidas de otra manera.
Si esto llegara sólo hasta aquí, el costo sería limitado. Pero no hay nada que impida que este mismo proceso se aplique a nuestro ser. Y ahí nos introducimos en algo bastante más siniestro.
Como una araña tejiendo su red, nuestra mente lógica, analítica, predictiva y solucionadora de problemas continuamente crea historias sobre nuestras vidas, sobre quiénes somos, cómo somos, qué nos pasará y porqué. A medida que la historia crece, se puede volver impenetrable y auto-sostenible. La historia acerca de quiénes somos nos cubre como una segunda piel. La araña, finalmente, se acerca a nuestros oídos y susurra el último engaño. El fraude final. “Soy tú”-musita.
(Artículo relacionado: 8 Formas de vencer pensamientos indeseados persistentes)
¡Mentirosa!
Miren, estoy agradecido de que tengamos pensamiento lógico y simbólico. Es una herramienta útil. Mientras miro ahora a mi alrededor (estoy volando en un avión a 500 millas por hora tomando un café caliente), me maravillan las cosas que esta herramienta nos ha ayudado a construir. Pero ya es hora de sacarnos la telaraña de nuestros ojos. Necesitamos aprender a usar esta herramienta en vez de permitir que ella nos use a nosotros.
Aquellos que pertenecen a la comunidad de ACT (terapia de aceptación y compromiso) usan métodos de “defusión cognitiva” para facilitar la práctica contemplativa. Estos métodos ayudan a la gente a darse cuenta del truco de la mente que tan fácilmente crea sufrimiento en nosotros.
Prueba cada uno de los siguientes métodos, uno a la vez, durante la próxima semana. En cada caso comienza con un pensamiento difícil, enroscado, pegajosamente auto-referencial o juicioso.
1) Reduce el pensamiento a una sola palabra. Pronuncia esa palabra en voz alta, tan rápido como puedas, por 30 segundos. Mientras cae el significado, nota también cómo se siente tu mandíbula. Nota el sonido. Nota cómo el comienzo y el final de la palabra se funden uno en el otro. Cuando termines, considera si realmente necesitas pelear, resistirte o ser comandado por lo que es, después de todo y a cierto nivel, un movimiento muscular aprendido y un sonido. Referenciar es un truco útil de la mente pero a veces vale la pena romper la ilusión.
2) Escribe el pensamiento o el juicio sobre ti. Léelo, trata de conectarte con el ritmo que tiene. Luego agrega estas dos palabras al final: “… o no.” Léelo de nuevo. No trates de decidirte entre las dos versiones.
3) Descarga la aplicación “Songify” en tu teléfono celular. Graba el pensamiento y reprodúcelo con diferentes tonos y melodías.
4) Piensa como te sientes en los peores momentos en que estás enredado con ese pensamiento. Piensa en un momento en que te sentiste igual, al menos en cierto grado, siendo niño. Ahora cierra los ojos y ubica al niño frente a ti. Tomate tiempo para observar el rostro del niño, su cabello, su ropa y sus zapatos. Observa la postura del niño. Observa sus pequeñas manos. Ahora focalízate en ese rostro. Has que el niño diga el pensamiento difícil en voz alta, como si el pensamiento fuera del niño. Asegúrate de escucharlo con la voz del niño. Mantente abierto a la intensidad del fenómeno. Si tú pudieras estar de hecho en ese momento ¿qué querrías hacer o decir? Dilo o hazlo y asegúrate de que el niño lo reciba. Fíjate si esta imagen puede metafóricamente sugerirte cómo podrías darte un mejor trato cuando estos pensamientos aparecen en ti.
5) Durante el día siguiente, en cuanto notes que estas teniendo un pensamiento difícil de este tipo, reformúlalo de esta manera: “Estoy teniendo el pensamiento de…” .
6) Cierra los ojos y pon tu pensamiento difícil afuera, a unos pasos frente a ti. Luego responde a estas preguntas: ¿Qué tan grande es? Permítele tener ese tamaño. ¿De qué color es? Permítele tener ese color. ¿Qué forma tiene? Permítele tener esa forma. ¿Qué tan rápido se mueve? Permítele ir a esa velocidad. ¿Qué tan fuerte es? Permítele tener esa fortaleza. ¿Cuál es su textura? Permítele tener esa textura. ¿Cuánto pesa? Permítele tener ese peso. ¿Cuál es su consistencia interna? Permítele tener esa consistencia. ¿Cuánta agua podría contener? Permítele tener esa capacidad.
Ahora la pregunta es: ¿Hay algo en ese objeto de ese tamaño, de ese color, forma, velocidad, fuerza, textura, peso, consistencia y capacidad que no puedas tener como lo que es (no como lo que dice que es)? Si encuentras una resistencia, juicio, rechazo u otras reacciones que evitan que lo hagas (tenerlo como lo que es), entonces pon esa reacción afuera, a unos pasos frente a ti y repite el proceso.
7) Escribe el pensamiento en una tarjeta y guárdalo en un bolsillo de tu pantalón, llevándolo contigo durante el día mientras eliges ir a donde sea que elijas ir. Fíjate si esta metáfora física te sugiere como podrías llevar este pensamiento en tu viaje en la vida. No te abandonará… pero tal vez puedas invitarlo a que te acompañe en el paseo.
Mientras leo el periódico matutino y veo a otra persona famosa desmoronarse, me pregunto: ¿La araña mental que reclama ser nosotros se ha cobrado otra víctima? En el mundo moderno parece que se está haciendo cada vez más difícil encontrar un lugar sólo para ser. Aprender a ubicarnos en un lugar que nos permita observar el pensar parece ser la clave para que aprendamos a usar esta herramienta en vez de que ella nos use a nosotros.
Link al artículo original en inglés: http://stevenchayes.com/the-mental-spider-that-claims-to-be-us/ (Traducción: Paula S. José Quintero)
3 comentarios
Gracias…me lo llevo
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