Después de haber superado los peligros prenatales, los recién nacidos cuentan con reflejos perfectamente adaptados para la supervivencia. Retiran los miembros para evitar el dolor. Si una sábana les cubre la cara e interfiere su respiración, rotan la cabeza de lado a lado y tratan de quitársela.
Los nuevos papás suelen sorprenderse por la secuencia coordinada que siguen sus hijos para obtener alimento. El reflejo de búsqueda ilustra esto: cuando algo toca sus mejillas, los bebés abren la boca y buscan vigorosamente el pezón. Cuando lo encuentran, cierran automáticamente la boca y empiezan a succionar, acción que a su vez requiere una secuencia coordinada de movimientos de la lengua, de la deglución y la respiración. Si no se satisface, el bebé hambriento empieza a llorar, una conducta que para los padres suele resultar muy desagradable y cuyo alivio es muy gratificante.
Fuente: Myers, D. (2006), Psicología 7ma edición. Editorial Médica Panamericana: Madrid
Imagen: Libertinus (Fickr)