Symon y Johnson (1997, citados en Myers 2006) explican que se nos da mejor recordar información que podemos relacionar a nosotros mismos. Por ejemplo, si se nos preguntara qué tan acertados son los adjetivos que describen a cierta persona, lo más probable es que los olvidemos; por otro lado, si se nos pide evaluar cómo se nos describe a nosotros mismos, tendemos a recordar bastante bien las palabras. Este fenómeno es denominado efecto de autorreferencia.
Varios estudios se han hecho sobre el tema:
Algunos han buscado ver el efecto de autorreferencia en acción. Por ejemplo, al darle a un grupo de sujetos 4 tareas para forzar varios tipos de codificación (de autorreferencia, estructural, semántica y fonética). El recuerdo incidental de las palabras dejó en claro que los adjetivos calificados en la tarea de autorreferencia se recordaron mucho mejor. Otro estudio encontró que el efecto se puede ver incluso aunque se utilice la imaginación en vez de palabras.
También se ha podido ver que si la corteza prefrontal medial presenta daños, el efecto de autorreferencia se anula. Según los autores del estudio, esto señala la importancia de dicha corteza para que se de el efecto de autorreferencia y sugiere que es importante para procesar información de autorreferencia y para la representación neuronal de uno mismo.
Por último, también se pudo observar que el efecto de autoreferencia es más limitado en adultos mayores. La cantidad de recursos cognitivos ejercía una influencia en lo relacionado a cuánto se beneficiaban los adultos mayores de la autorreferencia. La autorreferencia parece mejorar la memoria de los adultos mayores, pero los beneficios son limitados a pesar de la naturaleza relevante a nivel social y personal de la tarea.
Fuentes: