Al menos 1 de cada 6 niños varones son abusados sexualmente antes de cumplir 18 años (Dube et al., 2005). Este número aumenta a 1 de cada 4 hombres a lo largo de su vida.
Las tasas de abuso y agresión sexual son aún más altas en niños y hombres de poblaciones de minorías sexuales (Sullivan, 2013).
La violación sexual en personas homosexuales, bisexuales, transgénero e intersexuales a menudo complica su autoconcepto y cómo encajan, o no, en la cultura y las comunidades LGBTQ +. Tal abuso incluso puede afectar su búsqueda de ayuda o la decisión de informar eventos traumáticos, ya que temen la estigmatización o la culpabilización de la víctima (Rumney, 2009).
Los hombres y las mujeres que han sufrido abuso y agresión sexual corren el riesgo de sufrir una amplia gama de trastornos médicos, conductuales y sexuales (Maniglio, 2009). Tienen altas tasas de varios trastornos psiquiátricos (Molnar, Buka, & Kessler, 2001), incluido el trastorno de estrés postraumático, abuso y dependencia de sustancias, depresión y ansiedad, así como un mayor riesgo de suicidio. También tienen más dificultades educativas, laborales e interpersonales que los hombres no abusados (Lisak & Luster, 1994). Además, el trauma sexual está relacionado con enfermedades médicas (Talbot et al., 2009), una mayor utilización de la atención médica (Brignone et al., 2017) y una mala calidad de vida.
Pero, los hombres pertenecientes a minorías sexuales que han sufrido traumas sexuales enfrentan disparidades de salud aún mayores (Brown & Pantalone, 2011). Los hombres homosexuales y bisexuales con antecedentes de victimización sexual infantil y adulta tienen más probabilidades de informar un mayor número de infecciones de transmisión sexual, un mayor riesgo sexual para el virus de la inmunodeficiencia humana y una mayor compulsividad sexual que los hombres sin antecedentes de agresión sexual (Hequembourg, Bimbi, & Parsons, 2011). Además, los sobrevivientes masculinos de minorías sexuales exhiben resultados psicológicos más negativos relacionados con sus identidades sexuales, como una autoestima más baja (Smith, Cunningham, & Freyd, 2016), un autoconcepto distorsionado y dificultades para formar relaciones íntimas adultas saludables (Williams, 2011).
El impacto acumulativo del abuso sexual, junto con el status de las minorías sexuales, también puede generar tasas más altas de revictimización sexual, así como violencia y discriminación contra los homosexuales (McLaughlin, Hatzenbuehler, Xuan, & Conron, 2012).
Los hombres homosexuales y bisexuales también están expuestos a estrés minoritario significativo (Meyer, 1995), un término utilizado para describir los factores estresantes sociopolíticos impuestos a las personas como resultado de su condición de minoría. Las disparidades de orientación sexual comienzan relativamente temprano en el desarrollo. Las personas LGBTQ + están desproporcionadamente expuestas a la discriminación cotidiana, el rechazo de pares y padres, ambientes laborales o entornos sociales hostiles, y el acceso desigual a las oportunidades ofrecidas a los heterosexuales, incluido el matrimonio, la adopción y la no discriminación laboral.
Las expectativas de rechazo crónicas, la homofobia internalizada, la alienación y falta de integración con la comunidad pueden conducir a problemas de autoaceptación (Hatzenbuehler, 2009). Como resultado, un hombre perteneciente a una minoría sexual que ha experimentado abuso sexual puede sentirse deficiente, inferior o incapaz. Además, pueden sentirse avergonzados de sí mismos, indeseables, indignos o incapaces de formar una relación amorosa.
Muchos hombres de minorías sexuales que han experimentado abuso sexual internalizan creencias dañinas que les dificultan sanar. Estos mitos incluyen la falsa creencia de que los hombres no pueden ser obligados a tener relaciones sexuales contra su voluntad; que los hombres que se excitan sexualmente o tienen una erección cuando son agredidos sexualmente deben haberla deseado o disfrutado; y que los hombres de verdad deberían dar la bienvenida a cualquier oportunidad de tener relaciones sexuales (Turchik & Edwards, 2012).
Estos hombres a menudo acumulan mitos perjudiciales adicionales, como que los hombres se vuelven homosexuales o bisexuales porque fueron abusados sexualmente, o que los hombres de minorías sexuales están obsesionados con el sexo y abusan de niños a tasas más altas que los hombres heterosexuales (O’Brien, Keith, & Shoemaker, 2015). Pero los hombres de minorías sexuales que han sido abusados no nacen con estas creencias, sino que las aprenden de sus familias, religión, sociedad y medios de comunicación. Pero, mientras más hombres sostengan estas creencias como si fueran verdaderas, más difícil será para ellos avanzar en su recuperación psicológica.
Estos hombres generalmente no buscan tratamiento formal de salud mental (Sorsoli, Kia-Keating, & Grossman, 2008). O tardan, en promedio, décadas en hacerlo. Esto es consistente con la investigación sobre predictores de participación en servicios de salud mental en la población en general, así como en aquellos que se recuperan de un trauma. En general, los hombres buscan asistencia de salud mental a tasas mucho más bajas que las mujeres (Galdas, Cheater, & Marshall, 2005). Del mismo modo, en los sobrevivientes de una amplia gama de eventos traumáticos con trastorno de estrés postraumático, la disminución del uso de los servicios de salud mental se relacionó con ser hombre.
Además, a pesar de las tasas similares de trauma sexual militar en hombres y mujeres, es menos probable que los hombres busquen y utilicen ayuda profesional (Turchik, Pavao, Hyun, Mark, & Kimerling, 2012). Los hombres son aún menos propensos a buscar ayuda psicológica aún cuando han sido abusados con mayor severidad a través de la penetración (Monk-Turner & Light, 2010).
Existen muchos obstáculos para los sobrevivientes masculino de abuso sexual que reciben la necesaria atención de salud mental. Al encontrarse con figuras de autoridad percibidas, como los proveedores de atención médica, estos hombres a veces experimentan un juzgamiento severo y desconfianza. Además, al iniciar servicios psicológicos, pueden tener dificultades para encontrar proveedores de atención con conocimientos y experiencia que entiendan los matices específicos del abuso sexual masculino (Walker, Archer, & Davies, 2005) y, en consecuencia, no revelarán su trauma sexual (Masho & Alvanzo, 2010; Walker et al., 2005).
La no divulgación del abuso sexual también puede deberse a la falta de comprensión por parte de la propia víctima masculina de lo que es el abuso. Esto se relaciona con la investigación que encontró que la mayoría de los hombres que informaron los ítems de la encuesta o los comportamientos que indicaban abuso sexual no se etiquetaron como sobrevivientes de abuso sexual (Artime, McCallum, & Peterson, 2014; Masho & Alvanzo, 2010; Walker et al., 2005). No revelar el historial de trauma sexual de una persona se asocia con un aumento de la angustia emocional, mientras que la divulgación y la búsqueda de servicios de salud mental están relacionadas con el bienestar psicológico (Cepeda-Benito & Short, 1998).
Referencias:
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Fuente: The Conversation