El objetivo de este artículo no es profundizar en el amplio tema de la depresión ni tampoco redundar en las manifestaciones clínicas o en su tratamiento como hemos hecho en otros artículos, sino mas bien transmitir al lector una experiencia personal que, como médico, he acopiado tras muchos años de ejercicio; se trata de la angustia que muchos pacientes manifiestan cuando los síntomas de su depresión mayor tardan en desaparecer aunque se haya instaurado el tratamiento (sobre todo durante las primeras semanas), haciendo que se muestren impacientes y reiterativos al manifestar sus ansias de mejoría.
En estas situaciones, el deprimido siente tal necesidad de curarse (no sólo mejorar sino hacerlo pronto y por completo) que pierde la objetividad al ser preguntado por su evolución («estoy igual que al principio» «esto no mejora nada»), se muestra pesimista respecto a su evolución y no reconocer las atisbos de mejoría que pueda ir presentando como, por ejemplo, recuperar algo el apetito, ser capaz de ducharse y vestirse tras varios días (o semanas) de pijama y abandono o afrontar pequeñas tareas que antes le resultaban imposibles (prepararse el desayuno, leer un poco…), datos que son percibidos por el entorno del paciente pero no disfrutados por él si persiste en la obstinación de querer «estar bien del todo» desde el principio.
Estas quejas (que son propias del inicio del proceso depresivo) no deben ser confundidas con los tardíos síntomas residuales que aparecen, como mínimo en un 20% de los pacientes y pueden llegar a presentarse hasta en un 74% de las depresiones; la persistencia de estos síntomas más allá de 3 meses desde inicio de la toma del antidepresivo, deberá contemplarse como una forma atenuada de depresión crónica con tendencia a la recidiva.
Los síntomas residuales son más frecuentes cuando hay antecedentes de depresiones anteriores. Del mismo modo, la persistencia de los síntomas residuales indica un riesgo de nuevas depresiones hasta doce veces mayor que en los pacientes que se recuperan por completo y no los presentan.
Los cinco síntomas residuales más frecuentes son la disminución del placer o el interés (es el más frecuente); el estado de ánimo triste (el segundo más frecuente); los trastornos del sueño; la astenia; las molestias físicas y/o los dolores crónicos (son los más resistentes al tratamiento).
No obstante, no son éstos los síntomas a tratar en esta exposición dirigida sólo a exponer la situación de angustiosa premura por curarse que aparece en algunas depresiones mayores, sobre todo en pacientes ansiosos y exclusivamente en las primeras semanas del proceso depresivo. Dejaremos pues en el tintero el tema de los síntomas residuales como una asignatura pendiente a tratar en un nuevo artículo.
¿Cuánto tarda en aparecer cierta mejoría en una depresión mayor?
Una vez diagnosticada una depresión, es habitual que el paciente se sienta desconcertado, frustrado y que experimente sentimientos de inutilidad al no poder hacer frente a sus ocupaciones. Todo ello suele ir asociado a un sentimiento de fatalidad y a una demanda urgente de solucionesformulada con desesperación al médico encargado de tratar el proceso.
Esta situación es vivida con angustia por parte del enfermo (también por sus familiares y hasta por el profesional sanitario) y son frecuentes los lamentos porque la depresión le ha sobrevenido en un momento especialmente inoportuno («hay que hacer algo cuanto antes» «ahora no puedo permitirme el lujo de estar así»), circunstancias que propician el victimismo («por qué precisamente a mí» «no me merezco esto» «por qué ahora») y a formular exigencias de apremio al psiquiatra para obtener una curación inmediata.
En esta fase de rabia e impaciencia (que no todos los deprimidos atraviesan) se genera mucho estrés y hay un gran riesgo de abandono de la medicación, pues los antidepresivos tardan entre 2 y 4 semanas en actuar y el enfermo cree que no le están haciendo efecto. Se trata de unas conflictivas semanas en las que es muy importante que tanto el psiquiatra como el psicoterapeuta, ofrezcan apoyo al paciente y le escuchen con empatía, aunque sin sucumbir a sus impacientes demandas.
El profesional de la salud deberá informar al paciente de que su depresión tiene un curso, unos tiempos y unas etapas para las cuales no existen atajos, etapas que deberán afrontarse con paciencia hasta que la medicación se ajuste y haga su efecto.
Termina de leer el artículo completo en el Gestalt Valencia, el blog especializado de Clotilde Sarrió.