La empatía es una emoción social compleja, definida como la capacidad de identificar las emociones y pensamientos de otra persona, y responder con una emoción adecuada (Baron-Cohen & Wheelwright 2004). En 1959 Carl Rogers define empatía como la habilidad de percibir la estructura interna de referencia de otra persona con precisión, “como si” se tratara de la otra persona.
El modelo multidimensional de la empatía (Davis, 1983) describe la empatía afectiva como el resultado del proceso pasivo al experimentar una emoción más o menos similar, y que si no se regula correctamente genera sentimientos intensos de dolor y sufrimiento. Mientras que la empatía cognitiva es el resultado del proceso activo en el que compartir las emociones lleva a un mejor entendimiento del sujeto observado. La empatía cognitiva es exclusiva del ser humano y sirve para ejecutar una conducta apropiada de ayuda al otro. De esta manera al comprender “al otro” se percibe el mundo de manera diferente y desde diferentes perspectivas.
En la empatía genuina la cognición y la emoción se expresan de forma moderada, es decir, se superponen los dos componentes de la empatía (Hojat et al., 2011). Batson & Shaw (1991) proponen que la empatía genuina implica una conducta de ayuda a los demás, motivada para reducir el malestar del “otro”, y la distinguen de la empatía centrada en “uno mismo” en la que la conducta de ayuda es para reducir el propio malestar. La diferencia entre sentir malestar o sentir empatía radicaría en la habilidad de la toma de perspectiva, es decir, en aprender a ponerse en el lugar del “otro” pero sin perder nunca la condición “como si” a la que aludía Rogers.
Recientemente se está hablando del término tele-empatía (Fierro, 2015) como una forma de comunicación basadas en imágenes, sentimientos y sensaciones afines, que permite un intercambio emocional que puede influir emocionalmente sobre el receptor. Las imágenes reiteradas de violencia y desgracia ajena que muestran los medios de comunicación de masas o mass media (cine, radio, prensa y redes sociales), influyen negativamente en la empatía afectiva, la persona se habitúa a la tragedia, y se desensibiliza para no sentir (Vossen et al, 2016).
Según un reciente estudio realizado por nuestro equipo, que analiza la evolución de la empatía, la única subescala del modelo multidimensional de la empatía que se modificó durante el seguimiento, fue la IRI-Fantasy Scale (Guilera et al., 2018). Teniendo en cuenta que esta escala mide la tendencia a identificarse con personajes de ficción a través de los mass media (cine, literatura y arte), las propuestas de intervención basadas en entrenamiento de esta habilidad, podrían mejorar la toma de perspectiva y la conducta empática.
La regulación emocional es esencial en la empatía, ya que permite mantener una clara distinción entre nuestras propias emociones y aquellas que pertenecen a otros (Filipetti, 2012).
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Autores: Teresa Guilera, Iolanda Batalla
Fuente: Psicosomática y Psiquiatría