Durante años, el enfoque sobre el trastorno bipolar ha estado dominado por sus altibajos emocionales: los picos de energía y grandiosidad de la manía, y la pesadez silenciosa de la depresión. Pero un nuevo estudio realizado en el País Vasco sugiere que las consecuencias del trastorno no terminan en la mente. El cuerpo, en particular el corazón, también paga un precio.
Según los datos del estudio FINEXT-BD, publicados en Brain and Behavior, las personas con trastorno bipolar presentan un riesgo estimado del 3.1% de eventos cardiovasculares, frente al 2.2% en personas sin este diagnóstico. Aunque estas cifras podrían parecer pequeñas en apariencia, revelan un patrón persistente: quienes viven con bipolaridad no solo enfrentan una lucha interna, sino también una vulnerabilidad física que muchas veces pasa desapercibida en la práctica clínica.
La investigación, liderada por José Etxaniz-Oses y su equipo, comparó 65 personas con trastorno bipolar con 29 participantes sin diagnóstico. Evaluaron indicadores como la composición corporal, la condición cardiorrespiratoria y marcadores bioquímicos relacionados con el riesgo cardiovascular. Los resultados fueron claros: quienes tenían bipolaridad presentaban una peor salud física en múltiples frentes.
El índice de masa corporal era mayor. También lo eran la circunferencia de cintura, la proporción cintura-cadera y la cantidad total de masa grasa. En otras palabras, los cuerpos de quienes padecen este trastorno tendían a acumular más grasa en las zonas que hoy sabemos están más asociadas con enfermedades metabólicas y cardiovasculares.
Pero no se trataba solo de grasa corporal. Los niveles de proteína C-reactiva —un marcador clave de inflamación— eran más altos en el grupo con bipolaridad, al igual que otras medidas preocupantes, como la glucosa. Además, la capacidad cardiorrespiratoria —un indicador confiable del estado de salud general— también era inferior en este grupo.
La combinación de estos factores da como resultado un riesgo cardiovascular más alto. No se trata de una mera coincidencia. Ya existían estudios que sugerían una esperanza de vida reducida en personas con trastorno bipolar, muchas veces debido a causas físicas como enfermedades cardiovasculares. Este nuevo estudio contribuye con datos concretos que refuerzan esa preocupación.
Pero ¿qué está detrás de esta relación entre salud mental y física deteriorada?
Una posibilidad es que los efectos secundarios de algunos tratamientos psiquiátricos —como los estabilizadores del ánimo o los antipsicóticos— contribuyan al aumento de peso o a la alteración del metabolismo. Otra es que los propios síntomas del trastorno bipolar, como la impulsividad o la falta de motivación en fases depresivas, dificulten la adopción y mantenimiento de hábitos saludables. A eso se suma la inequidad histórica en el acceso a atención médica integral para personas con trastornos mentales graves.
El estudio también plantea una pregunta incómoda: ¿estamos prestando suficiente atención a la salud física de quienes atendemos por problemas de salud mental? La respuesta, implícita en los datos, parece ser no.
Los autores del estudio son contundentes al respecto: es necesario promover programas de estilo de vida saludable que no excluyan a quienes padecen enfermedades mentales. Esto no significa imponer rutinas rígidas o dietas restrictivas, sino diseñar intervenciones que consideren el contexto emocional, social y clínico de estas personas. Programas verdaderamente transdisciplinarios, donde psiquiatras, psicólogos, nutricionistas y fisioterapeutas trabajen juntos.
Claro, el estudio tiene limitaciones. La muestra es pequeña y proviene de una única región, lo que limita la generalización de los hallazgos. Además, no queda claro si estos riesgos físicos son específicos del trastorno bipolar o si también se observan en otras condiciones psiquiátricas graves.
Aun así, el mensaje es relevante: la salud mental y física están profundamente entrelazadas, y separarlas en compartimientos clínicos es una simplificación que puede costar vidas. Ignorar los factores físicos en el tratamiento del trastorno bipolar no es solo una omisión médica, sino una forma de desatención estructural.
Mientras la psiquiatría sigue refinando sus tratamientos, y la psicología continúa aportando estrategias para mejorar la calidad de vida, no podemos olvidar que los cuerpos de las personas con trastornos mentales también hablan. Y están diciendo que necesitan más cuidado del que solemos ofrecerles.
Referencia: Etxaniz-Oses, J., Maldonado-Martín, S., Zorrilla, I., Gorostegi-Anduaga, I., Apodaca-Arrizabalaga, M. J., & González-Pinto, A. (2024). Are Adults With Bipolar Disorder at Increased Cardiovascular Risk due to Their Physical, Biochemical, and Physiological Profiles? The FINEXT-BD Study. Brain and Behavior.