Por más que las pantallas prometan placer inmediato y sin complicaciones, un estudio reciente sugiere que la forma en que respondemos a esos estímulos podría estar afectando lo que ocurre (o deja de ocurrir) en nuestras relaciones más íntimas. Investigadores en Australia encontraron que las personas que se excitan más fácilmente con la pornografía tienden a reportar, dos meses después, una menor satisfacción sexual, relaciones más frágiles y menor estabilidad emocional con su pareja. El estudio fue publicado en Archives of Sexual Behavior.
No se trata de un juicio moral, sino de un análisis sobre cómo la excitación, un fenómeno fisiológico y psicológico profundamente humano, puede desviarse de su contexto relacional. Porque aunque el deseo sexual es regulado por hormonas como la dopamina y el oxitocina, y se manifiesta con cambios físicos concretos (como la erección, el aumento del ritmo cardíaco o la lubricación vaginal), también es una brújula que orienta nuestros vínculos.
Cuando el deseo se dirige hacia la pareja, suele reforzar el compromiso y la satisfacción. Pero cuando ese deseo se desplaza hacia otros estímulos—en este caso, la pornografía—las dinámicas pueden cambiar.
El estudio, liderado por Nicholas J. Lawless y Gery C. Karantzas, incluyó a 309 personas de entre 18 y 72 años, todas en relaciones románticas de al menos seis meses. La mayoría eran heterosexuales (66%), aunque un cuarto se identificó como bisexual. El promedio de duración de sus relaciones era de siete años y casi una de cada diez personas vivía un vínculo no monógamo.
Los participantes completaron una serie de cuestionarios en línea sobre su excitación hacia su pareja y hacia la pornografía, además de evaluar su satisfacción sexual, calidad de la relación y estabilidad emocional. Dos meses más tarde, volvieron a responder los mismos cuestionarios.
Los resultados fueron claros: quienes reportaban sentirse más excitados por sus parejas mostraban, tanto al inicio como al final del estudio, relaciones más satisfactorias y estables. En cambio, aquellos que se excitaban más con la pornografía mostraban, con el tiempo, una caída en la satisfacción sexual y en la estabilidad de su relación. También consumían más pornografía.
Esto no significa que ver pornografía arruina automáticamente una relación, pero sí sugiere que el tipo de excitación importa. No toda respuesta sexual es igual en términos de su impacto relacional. Según los autores, los resultados invitan a pensar cómo la excitación generada por estímulos externos—más inmediatos, menos complejos—puede estar desplazando el deseo que antes nutría el vínculo con otra persona.
Una posible explicación está en el modo en que el cerebro responde al contenido pornográfico: recompensa rápida, sin necesidad de negociar, cuidar o comprometerse. En contraste, el deseo dentro de una relación suele requerir presencia, esfuerzo y cierta vulnerabilidad emocional.
El estudio no estuvo exento de limitaciones. La muestra fue reclutada online, lo cual puede introducir sesgos. Tampoco permite establecer causalidad directa—no sabemos si la pornografía redujo la satisfacción, o si las personas insatisfechas recurrieron más a la pornografía. Pero aun con estas reservas, los resultados aportan datos importantes para una conversación muchas veces evitada o simplificada.
En una época donde el acceso al porno es más fácil que hablar de sexo con la pareja, estos hallazgos invitan a mirar más de cerca no sólo lo que nos excita, sino lo que esa excitación podría estar diciendo de nuestras relaciones. Porque al final, no se trata solo de quién o qué nos enciende, sino de qué hacemos con ese fuego.
Referencia: Lawless, N.J., Karantzas, G.C. Porn or Partner Arousal? When It Comes to Romantic Relationships, Not All Sexual Arousal Is Equal: A Prospective Study. Arch Sex Behav 53, 3451–3460 (2024). https://doi.org/10.1007/s10508-024-02985-4