Cada experiencia vivida desde el momento del nacimiento y, en particular, las interacciones sociales tempranas, contribuyen al desarrollo de las capacidades cognitivas de bebés y niños. No sorprende, por tanto, que los vínculos y la crianza dentro del seno familiar revistan una importancia singular, pues dentro de la familia el infante vivirá, casi exclusivamente, los primeros años de su existencia.
(Harlow, 1958) y (Meaney, 2001) fueron pioneros en el estudio del tacto en el laboratorio. El toque cariñoso es parte del sistema de desarrollo social temprano de un mamífero (MONTAGU & A, 1972). Da forma a los sistemas neurobiológicos, como el sistema oxitocinérgico y el nervio vago (Carter, Sue Carter, & Porges, 2012), la respuesta al estrés (Field & Hernandez-Reif, 2012) y muchos otros sistemas (Hofer, 1994). El sistema de desarrollo de la humanidad o nido también incluye un toque cariñoso extenso (Hrdy, Hewlett, & Lamb, 2005). James (Prescott, 1996) postuló un trastorno de déficit sensorial entre los niños que recibieron castigos corporales y poco contacto cariñoso, una condición correlacionada con adicciones y violencia.
El castigo físico duro en ausencia de maltrato infantil está asociado con el incremento en las posibilidades de tener varios trastornos clínicos y otros problemas que pueden ser objeto de atención clínica (como depresión mayor, distimia, trastornos del estado de ánimo, manía, fobia específica, trastornos de ansiedad, abuso/dependencia de sustancias y trastornos externalizados) y trastornos de la personalidad.
Y, de hecho, no elimina los comportamientos problemáticos, sino que los incrementa y perjudica la salud física y mental de los niños y adolescentes. Una investigación demuestra que hay menos violencia juvenil en los países en donde se prohibe el castigo físico.
Hace un tiempo publicamos un artículo muy completo sobre los efectos de las “nalgadas y los correazos,” donde expusimos datos que han arrojado muchos estudios sobre el tema, que suman un vasto cuerpo de evidencias en sintonía con las investigaciones que venimos comentando en este momento.
Sumándose a todas estas investigaciones previas, un nuevo estudio también analizó el tacto, tanto positivo como negativo, y sus efectos sobre el bienestar y el desarrollo social de niños pequeños y adultos (Narvaez et al., 2019).
Se realizaron tres estudios. En el primero, madres de preescolares informaron sobre sus actitudes hacia el tacto, tanto positivas como negativas, y sobre el bienestar y los resultados sociomorales de sus hijos. En los modelos de ecuaciones de estructura, las actitudes maternas hacia el toque cariñoso y hacia el castigo corporal predijeron (más allá de la capacidad de respuesta y la demografía materna) dos variables latentes (combinaciones de variables): la prosperidad infantil y la mala adaptación social. Esto sugiere que las actitudes maternas pueden ser importantes para lo que los niños realmente experimentan.
En el segundo estudio, se utilizó un conjunto de datos longitudinales (n = 682) que incluía madres jóvenes “en riesgo” que fueron entrevistadas, encuestadas y observadas con sus hijos durante los primeros tres años de vida de los pequeños. En resumen, se encontró que:
- Las madres cuyas actitudes rechazaron el contacto negativo a los 6 meses posteriormente tuvieron hijos más comprometidos socialmente a los 18 meses; estos mismos niños eran más competentes y menos propensos a tener problemas de conducta a los 24 meses. Sin embargo, estos efectos desaparecieron cuando se midieron un año después.
- Las conductas parentales de contacto positivo a los 18 meses se correlacionaron positivamente con la regulación conductual concurrente pero no futura y con la competencia social a los 24 y 36 meses.
- Las conductas parentales de contacto positivo a los 30 meses se correlacionaron positivamente con el compromiso social concurrente y menor externalización de problemas 6 meses después.
- La falta de contacto negativo se relacionó positivamente con la regulación conductual concurrente tanto a los 18 como a los 30 meses.
- La falta de conductas de contacto negativo por parte de las madres a los 18 meses también se relacionó positivamente con las calificaciones de competencia social a los 36 meses y negativamente con la externalización de problemas por parte de los niños a los 24 y 36 meses.
- A los 30 meses, la evitación materna del castigo por contacto se relacionó significativamente con todos los resultados del niño, excepto la internalización de problemas.
Un tercer estudio incluyó informes retrospectivos de adultos (n = 607) sobre sus experiencias infantiles y sus capacidades contemporáneas de salud mental, sociales y morales. No es sorprendente que, a la luz de la teoría del apego de (Bowlby, 1951), el contacto cariñoso y los bajos niveles de castigo corporal se correlacionaron con el apego seguro. Los análisis de mediación conectaron el contacto positivo en la infancia y la falta de castigo corporal al apego seguro, una mejor salud mental (menos ansiedad y depresión), una mayor toma de perspectiva (empatía cognitiva) y una moral más comprometida socialmente (versus moralidades autoproteccionistas). Hubo coeficientes positivos entre cada una de las variables, así como efectos directos significativos de los informes de contacto infantil (gran afecto, falta de castigo corporal) a la moral, lo que indica una mediación parcial.
Para las moralidades autoproteccionistas (oposición social o retraimiento social), había patrones opuestos. Aquellos que experimentaron un contacto más negativo y menos positivo indicaron un apego menos seguro, peor salud mental, capacidades sociales más bajas (ya sea menos habilidades de toma de perspectiva que conducen a una moral social oposicionista o más angustia personal que conduce al retraimiento social). Estas fueron vías de mediación con datos de un punto de tiempo en la edad adulta, por lo que no se pueden sacar conclusiones causales.
Los tres estudios proporcionan evidencia convergente de la importancia del contacto afectivo y la experiencia perjudicial del castigo corporal. La Asociación Americana de Psicología (APA) ha tomado posición contra el castigo corporal por sus efectos nocivos en el desarrollo de los niños. De la última investigación se interpreta que el castigo corporal también tiene un efecto perjudicial en el desarrollo moral. En contraposición, contacto afectivo se muestra vital para el desarrollo saludable de la persona.
Referencias:
Bowlby, J. (1951). Maternal care and mental health. Bulletin of the World Health Organization, 3(3), 355-533. Recuperado de https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/14821768
Carter, C. S., Sue Carter, C., & Porges, S. W. (2012). Neurobiology and the Evolution of Mammalian Social Behavior. Evolution, Early Experience and Human Development, pp. 132-151. https://doi.org/10.1093/acprof:oso/9780199755059.003.0008
Field, T., & Hernandez-Reif, M. (2012). Touch and Pain Perception in Infants. Evolution, Early Experience and Human Development, pp. 262-276. https://doi.org/10.1093/acprof:oso/9780199755059.003.0015
Harlow, H. F. (1958). The nature of love. American Psychologist, Vol. 13, pp. 673-685. https://doi.org/10.1037/h0047884
Hofer, M. A. (1994). Hidden regulators in attachment, separation, and loss. Monographs of the Society for Research in Child Development, 59(2-3), 192-207. Recuperado de https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/7984161
Hrdy, S., Hewlett, B. S., & Lamb, M. E. (2005). Hunter-gatherer childhoods: Evolutionary, developmental, and cultural perspectives.
Meaney, M. J. (2001). Maternal Care, Gene Expression, and the Transmission of Individual Differences in Stress Reactivity Across Generations. Annual Review of Neuroscience, Vol. 24, pp. 1161-1192. https://doi.org/10.1146/annurev.neuro.24.1.1161
MONTAGU, & A. (1972). Touching, The human significance of the skin. Perennial Library, 98-99. Recuperado de https://ci.nii.ac.jp/naid/10007744975/
Narvaez, D., Wang, L., Cheng, A., Gleason, T. R., Woodbury, R., Kurth, A., & Lefever, J. B. (2019). The importance of early life touch for psychosocial and moral development. Psicologia: Reflexão E Crítica, 32(1), 1-17. https://doi.org/10.1186/s41155-019-0129-0
Prescott, J. W. (1996). The origins of human love and violence. Journal of prenatal & perinatal psychology & health: APPPAH, 10, 143-188. Recuperado de http://search.proquest.com/openview/cbc268ea1ac89ecca9066321cdc5fff6/1?pq-origsite=gscholar&cbl=28214
Fuente: Psychology Today