Los estudios de género consisten en la concienciación sobre comprender las limitaciones a las que las personas están sometidas a causa de los prejuicios inherentes a la definición de su género. Los estudios de género reconocen que a nivel biológico los cuerpos presentan diferencias y estudian cómo se comprenden y socializan estos cuerpos en cada cultura y en cada momento para visibilizar desigualdades que contribuyen a la discriminación y segregación.
En el caso de los seres humanos, la idea binaria de que existen dos sexos determinará muchos aspectos de nuestras vidas. Desde el nacimiento, incluso desde las primeras ecografías el sexo determinara su nombre, los colores de su ropa, los juguetes más ofrecidos, los deseos de los progenitores, los deportes a los que se expondrá, etc. Pero debemos de tener en cuenta que las características biológicas que determinan esta clasificación no siempre están a la vista. Anteriormente solo con mirar la parte externa de los genitales alcanzaba para poder definir el sexo, pero la misma naturaleza nos puso en jaque advirtiendo que desde la misma biología no hay un binarismo posible.
Tabla de contenido
Sexo biológico
Además de las características de los genitales externos, se deben tener en cuenta los genitales internos, los cromosomas y la producción de hormonas. Pueden aparecer diferencias en estas características de los que se considera propio de macho o hembra, resultando en la condición de intersexualidad. Por lo tanto, definimos el sexo biológico como las características genitales, cromosómicas y hormonales que resultaran propias de hembras, intersexuales o machos.
Para comprender la diferencia entre el sexo, el género, la identidad de género y la expresión del mismo es necesario hacer un recorrido de cómo conceptualizamos la sexualidad.La sexualidad es una parte fundamental en la vida de las personas la cual abarca diferentes aspectos que no solo tienen que ver con las relaciones sexuales o la genitalidad, sino que repercute en sus intereses, valores, relaciones, vínculos, etc.
Según la OMS, la sexualidad puede definirse como “un aspecto central del ser humano, presente a lo largo de su vida. Abarca al sexo, las identidades y los papeles de género, el erotismo, el placer, la intimidad, la reproducción y la orientación sexual. Se vivencia y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, conductas, prácticas, papeles y relaciones interpersonales. La sexualidad puede incluir todas estas dimensiones, no obstante, no todas ellas se vivencian o se expresan siempre. La sexualidad está influida por la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos, culturales, éticos, legales, históricos, religiosos y espirituales”.
Género
Entonces, definimos el género como el conjunto de características socioculturales que determinan lo que significa ser hombre o ser mujer para un tiempo y una cultura específica. Esto significa que las mismas no son fijas, sino que varían y se transforman.
Históricamente a las características de los cuerpos (sexo biológico) se les ha asignado un papel que deben cumplir, ligando la genitalidad al género asociando hembra –mujer y macho– hombre. Esto da como resultado la idea que aparece de lo “natural”, donde cuestiones del plano cultural se rigidizan sin comprender que la expresión y los roles de género son aprendidos y construidos culturalmente desde las instituciones como la familia, la escuela, la iglesia, etc. Comprender que el género se aprende y construye es crucial para dejar de imponer normas sobre los cuerpos justificadas por lo biológico o lo natural.
Identidad de género, expresión y orientación sexual
La identidad de género hace referencia a cómo se identifica la persona sin tener en cuenta su sexo biológico, como por ejemplo, mujer, mujer transgénero, hombre, personas no binarias, etc. En la actualidad hay una necesidad de visibilizar que la identidad de género no es binaria, hay múltiples formas de identificación y todas deben de contar con los mismos derechos y oportunidades. La forma particular y propia de expresión de identidad; se conoce como expresión de género. Esta se refleja en nuestra forma de actuar, vestir y mostrarnos. Por último, definiremos a la orientación sexual haciendo referencia a la atracción física, erótica o emocional hacia otras personas.
Es importante destacar que el sexo no determina la identidad de género, que esta última no determina la orientación sexual y que las expresiones de género son múltiples y no pueden encasillarse en razón de la identidad de género. Debemos considerar que en muchos ámbitos es necesario aclarar que toda persona, independientemente de sus características individuales, sus preferencias, sus intereses, sus elecciones y sus planes de vida, es sujeto de derechos. Esto implica que se deben de garantizar el acceso a los mismos desde lo institucional, pero además se debe respetar la integridad de su persona en cualquier vínculo social en el que participe.
Es responsabilidad de la sociedad propiciar espacios de apertura, de no discriminación y de tolerancia a la diversidad en cualquiera de sus formas. La mirada binaria y normativa, patologiza a la diversidad, juzga cualquier característica o situación que esté por fuera de lo normal y como vimos anteriormente lo justifica hablando de la biología y la naturaleza, negando el impacto que tiene la cultura en las mismas. Si lo cultural es transformable y es la base para crear una sociedad equitativa y justa; empecemos por comprender que podemos hacer desde cada espacio para construir distinto derribando mitos y prácticas violentas que no tienen ningún sentido o explicación.
Lo diferente no es enfermo. Lo que enferma es la violencia, la segregación, la discriminación y la normalización. La marginalidad y exclusión hacia las personas que no cumplen con el binarismo mata. Realmente mata, la expectativa de vida para las mujeres trans y travestis es de 35- 40 años, cuando la expectativa de la población en general es de 77 años en Argentina. Esto es el resultado de un sistema estructural de violencia social, política y económica. Desde cada lugar en particular, y desde nuestras profesiones podemos generar cambios que corran la mirada de la patologización y empecemos a vincularnos de formas inclusivas.
Estereotipos de género
Otro concepto a aclarar es el de estereotipos de género, volvemos a hacer referencia a lo cultural; no a lo natural o a lo que está “bien”. Es la forma en la que se socializa y es reforzado socialmente la socialización de cada género. Son las características, atribuciones, roles y mandatos que desde lo cultural se asignan a los hombres y a las mujeres, marcando lo que se espera de cada uno de ellos.
Ejemplos de estereotipos masculinos:
- Estabilidad emocional
- Dinamismo
- Agresividad
- Tendencia al dominio
- Objetividad. Racionalidad
- Aspecto afectivo poco definido
- Valentía
- Cualidades y aptitudes intelectuales
- Franqueza
- Aptitud para las ciencias
- Eficacia
- Amor al riesgo
Ejemplos de estereotipos femeninos:
- Inestabilidad emocional
- Intuición
- Falta de control
- Aspecto afectivo muy marcado
- Pasividad
- Irracionalidad
- Frivolidad
- Ternura
- Sumisión
- Miedo
- Dependencia
- Debilidad
- Aptitud para las letras
- Aptitudes manuales
Algo a destacar sobre los mismos es que se comparten por la mayoría de la población y no son conscientes. Son transformables y varían de cultura a cultura. Muchas veces definen y limitan el futuro de la persona en base a lo que se espera para su género, siendo en muchos casos la base de discriminación y exclusión.
Los medios por los que se institucionalizan los estereotipos de género son las familias, las escuelas, las iglesias, el lenguaje y la comunicación, entre otros. En estos espacios se refuerza cada vez que las personas actúan según lo que se espera para su género y se las castiga cuando no lo hacen, moldeando así situación a situación el cómo se “debe” actuar.
Inclusión e integración
Es importante hacer una aclaración entre los términos inclusión e integración a la hora de pensar en las diversidades. Ambos términos eventualmente se utilizan como sinónimos pero no lo son. Para explicar sus diferencias usaré la metáfora de lupa.
Cuando hacemos referencia al término integración colocamos nuestra lupa en el individuo, en qué cosas debe mejorar o hacer de forma adaptada para llegar a la “normalidad” establecida para el grupo en el que se encuentra. Se ven modificadas las formas de acceder a las actividades, ejercicios, problemas y propuestas que ya están establecidos para el grupo.
En cambio cuando utilizamos el término inclusión nuestra lupa está observando al ambiente, no se espera que todos los individuos alcancen exactamente los mismos objetivos, no hay un criterio de “normalidad”; sino que los objetivos son individuales y las formas de alcanzarlos también. Es el ambiente (escuela, lugar laboral, sociedad, etc) quien tiene que garantizar el acceso y la plena participación a todos los individuos sin importar los obstáculos que aparezcan.
Cuando hablamos de perspectiva de género hacemos referencia a una estrategia aceptada a nivel mundial para promover igualdad entre los géneros y el derecho a la no discriminación. Esta mirada nos permite ver la realidad cotidiana de las mujeres, niñas y disidencias en forma ampliada entendiendo cómo los vínculos familiares, laborales y sociales que se establecen, están atravesados por relaciones de poder.
Es pensar la relación entre los géneros de una forma cultural, señalando las diferencias en las oportunidades y en los derechos. Esta perspectiva permite repensar los mandatos, roles y estereotipos; los cuales son asignados por medio de la relación histórica cultural a los hombres y a las mujeres. Siempre binario y excluyente.
Este repensar nos permite vivir con mayor libertad, valorar la diversidad y promover las relaciones de equidad. Hablar de equidad es muy distinto a hablar de igualdad. Cuando pensamos en términos de la igualdad pensamos en dar a cada quien lo mismo; en cambio cuando utilizamos la palabra equidad queremos decir darle a cada quien lo que necesita para acceder a las mismas oportunidades y garantizar los mismos derechos.
Cuando nos vinculamos con otras personas, ya sea en cuestiones personales o bien laborales; debemos ser conscientes si nuestra mirada es o no con perspectiva de género. Tenemos que darle importancia a la forma en la que hablamos, qué estereotipos reproducimos, cuáles son las oportunidades que brindamos, y cuándo somos el principal agente que inhabilita el ser distinto. El no tener perspectiva de género en nuestras vinculaciones y en la forma que nos comunicamos no sólo genera discriminación sino que además sostiene el binarismo y la exclusión a las diversidades.
Reconocer las diferencias y trabajar con ellas es fundamental para promover nuevas formas de vinculación donde todas las personas puedan ser libres para expresar sus gustos, deseos o identidades. Incluir la perspectiva de género en nuestra vida profesional y más aún en nuestra cotidianidad implica repensar la teoría binaria hombre / mujer como la única posibilidad posible de elección rompiendo con la rigidez de estas categorías y reflexionando sobre la libertad.
Mirar con perspectiva de género, es una tarea constante y reflexiva. El mayor desafío es internalizarla y hacer uso de esta, transversalmente a nuestras prácticas, sea cual fuere el lugar desde donde la estemos desarrollando.
La práctica profesional, sobre todo las que derivan de las ciencias sociales, debería incorporar como se expresan las relaciones sociales y cómo se distribuyen las funciones de cada uno de los géneros, en un escenario en particular y desde su singularidad. Esta incorporación tiene que ver con visibilizar las diferencias y problematizar los tipos de violencia de género, los cuales discriminan y segregan, que se observan en la práctica. De ninguna manera este trabajo tiene que ser de una sola persona, necesitamos que los equipos intra e interdisciplinarios formen espacios colectivos de debate y que se apoyen desde cada profesión en fomentar formas de vinculaciones más equitativas y justas.
Referencias bibliográficas
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