En este artículo presentaremos los hallazgos de un reciente estudio titulado “Comportamiento sexual compulsivo y ofensas sexuales: diferencias en esquemas cognitivos, búsqueda de sensaciones e impulsividad” (Efrati, Shukron, & Epstein, 2019).
Las personas de la comunidad que buscan tratamiento en marcos como Sexólicos Anónimos (SA) y los delincuentes sexuales están preocupados por el sexo, las fantasías y los comportamientos sexuales. Sin embargo, se informa que las tasas de trastorno de conducta sexual compulsiva (TCSC) son sustancialmente más bajas entre los delincuentes sexuales que entre SA. En este estudio, se examinaron las diferencias entre SA y delincuentes sexuales en el TCSC y en los procesos que podrían estar en el centro del TCSC: esquemas desadaptativos sobre el yo y los demás, la impulsividad y la búsqueda de sensaciones.
El estudio incluyó a 103 delincuentes sexuales, 68 SA y 81 delincuentes violentos que sirvieron como controles de entre 18 y 74 años, que completaron medidas de autoinforme sobre TCSC, esquemas desadaptativos, impulsividad y búsqueda de sensaciones.
Resultados
Los resultados indican una serie de hallazgos con implicaciones clínicas directas para la evaluación y el tratamiento de los delincuentes sexuales. Primero, el comportamiento sexual compulsivo (CSC) entre los delincuentes sexuales, aunque está claramente presente, parecería afectar solo a una pequeña, pero significativa, minoría de participantes. Tal resultado es similar al de estudios anteriores ((Briken, 2012); (Hanson, Harris, Scott, & Helmus, 2007); (Kingston & Bradford, 2013)); aunque en la muestra actual, la prevalencia parecería ser incluso más baja de lo estimado previamente. Además, las tasas de TCSC entre los delincuentes sexuales fueron similares a las de los delincuentes violentos, lo que indica que los delincuentes sexuales no presentan tasas más altas de TCSC que los controles. Si bien este es el caso, el uso del inventario I-CSC permitió una comprensión más profunda de los diversos componentes de CSC entre los SA, los delincuentes sexuales y los delincuentes violentos.
Específicamente, el grupo de delincuentes sexuales mostró más dificultades para lidiar con las consecuencias no deseadas de su comportamiento, afecto negativo y desregulación del afecto que los delincuentes violentos (aunque todos estos niveles son subclínicos). Cabe señalar que el grupo de delincuentes sexuales fue seleccionado entre tres unidades de tratamiento diferentes, por lo que tal vez se pueda esperar culpa y vergüenza en torno a los comportamientos sexuales. Sin embargo, una de las principales tipologías de delincuentes sexuales (el modelo de autorregulación de (Tony Ward, Hudson, & Keenan, 1998)) coloca el afecto negativo, la desregulación del afecto y la vergüenza posterior al delito en el centro del proceso de delito sexual para dos de los cuatro vías diferentes, y los hallazgos actuales apoyarían el uso continuo de dicho modelo para explicar y trabajar con delincuentes sexuales.
Dicho esto, la prevalencia de TCSC entre los delincuentes sexuales es menos pronunciada que entre los SA. Una posible razón de esta diferencia son las tasas significativamente más altas de los procesos subyacentes a TCSC (esquemas de mala adaptación, impulsividad y búsqueda de sensaciones) entre SA que entre delincuentes sexuales. Apoyando este argumento está la clara relación entre esquemas desadaptativos tempranos (EMT) y CSC para los tres grupos. Dicha relación se ha establecido para grupos no clínicos (por ejemplo, (Roemmele & Messman-Moore, 2011) encontraron una relación clara entre los EMt entre las mujeres universitarias y los comportamientos sexuales de riesgo), así como para las mujeres que luchan con la adicción sexual (McKeague, 2014) . Por lo tanto, debido a que los esquemas desadaptativos están significativamente vinculados con TCSC, y porque son significativamente más pronunciados entre los SA, las diferencias entre los grupos en las tasas de TCSC no son sorprendentes.
Cabe destacar que la falta de diferencias significativas en las tasas de TCSC clínico entre los delincuentes sexuales y los delincuentes violentos puede atribuirse a la misma causa: la falta de diferencias en los esquemas desadaptativos relacionados con el sexo entre los grupos, lo que respalda la posición generalista de la literatura criminológica ((Gottfredson & Hirschi, 1990); (Lussier, Leclerc, Cale, & Proulx, 2007)) y se oponen a la posición de “especialistas”, al menos con respecto a las cogniciones distorsionadas de los delincuentes sexuales y no sexuales ((Harris, Mazerolle, & Knight, 2009); (Simon, 1997)).
Tratamiento
Con respecto al tratamiento, puede darse el caso de que el uso de la terapia de esquema podría ser un complemento importante para el tratamiento de personas con CSC y delincuentes sexuales. La investigación indica que atacar factores de riesgo conocidos específicos utilizando métodos cognitivo-conductuales es más efectivo para reducir la reincidencia entre los delincuentes sexuales (por ejemplo, (Yates, 2013)).
Se recomienda un enfoque explícito basado en habilidades para permitir que los participantes bajo tratamiento cambien la cognición, el afecto y el comportamiento de manera que estos se establezcan de manera firme en su repertorio conductual. Aunque la literatura ha indicado la importancia de los esquemas de focalización en el tratamiento del delincuente sexual ((Beech, Bartels, & Dixon, 2013); (Maruna & Mann, 2006); (Yates, 2013)), la investigación actual se suma al conocimiento existente al sugerir un vínculo directo entre las creencias tempranas y aspectos de los CSC. Las teorías del comportamiento de abuso sexual a menudo indican la tendencia de los abusadores a “objetivar” a sus víctimas (por ejemplo, la taxonomía de delincuentes sexuales infantiles de (Knight & Prentky, 1990)) o la comunidad de déficit de intimidad entre ellos (Hanson & Morton-Bourgon, 2005). La investigación actual sugeriría que el tratamiento de EMt disfuncionales, particularmente aquellos que afectan la capacidad de disfrutar de relaciones íntimas, puede ser una parte importante del tratamiento.
Por ejemplo, un modelo ampliamente utilizado de comportamiento sexual ofensivo con una clara aplicabilidad terapéutica, el modelo Good Lives ((T. Ward & Gannon, 2006); (Willis, Yates, Gannon, & Ward, 2013)), podría contextualizar dicha relación. El modelo sugiere que el delito sexual puede explicarse cuando hay una distorsión en la búsqueda de bienes primarios, los bienes que esencialmente busca toda la humanidad. Estos bienes incluyen relaciones, comunidad de felicidad, excelencia, organización y vida (incluyendo vida saludable, funcionamiento físico y sexual).
Las distorsiones del modelo pueden incluir tanto los medios utilizados para obtener dichos bienes primarios, como también enfocarse en lograr un alcance muy limitado de bienes primarios. Un ejemplo de un alcance distorsionado de los bienes primarios sería la preferencia de obtener felicidad o satisfacción sexual, sin ningún interés en obtener los bienes de relaciones u organización (lo que puede explicar la tendencia a objetivar sexualmente a las víctimas). El modelo Good Lives no explica necesariamente la etiología de tales distorsiones, pero la investigación actual se sumaría a nuestra comprensión del desarrollo y mantenimiento de tales bienes primarios distorsionados. En particular, los esquemas de rechazo y desconexión impedirían la capacidad de formar relaciones adultas cálidas, cercanas y de confianza, lo que aumentaría la probabilidad de desarrollar un enfoque único en la satisfacción sexual, sin interés en aspectos más amplios de la relación. Centrarse en este dominio de esquema específico puede proporcionar una intervención terapéutica efectiva para aumentar el alcance de los bienes primarios y mejorar las habilidades para lograrlos de forma adaptativa.
Limitaciones del estudio
El estudio es correlacional, lo que impide la capacidad de sacar conclusiones causales sobre las diferencias entre los SA, los delincuentes sexuales y los delincuentes violentos, y sobre los vínculos entre los esquemas desadaptativos, la impulsividad y la búsqueda de sensaciones, y la CSC. Además, la población de investigación era homogénea y de una cultura distinta: los israelíes. Estudios futuros deberían examinar diversas poblaciones étnicas y culturales para determinar la replicabilidad y generalización de los hallazgos.
A pesar de las limitaciones de este estudio, la investigación es importante para comprender el delito sexual y su distinción entre las personas con CSC clínico. El estudio también abre nuevos espacios para intervenciones terapéuticas tanto para SA como para delincuentes sexuales.
Referencias:
Beech, A. R., Bartels, R. M., & Dixon, L. (2013). Assessment and treatment of distorted schemas in sexual offenders. Trauma, Violence & Abuse, 14(1), 54-66. https://doi.org/10.1177/1524838012463970
Briken, P. (2012). Hypersexuality and sexual offending. Vortrag gehalten auf der 12. Konferenz der International Association for the Treatment of Sexual Offenders (IATSO) in Berlin, Deutschland.
Efrati, Y., Shukron, O., & Epstein, R. (2019). Compulsive sexual behavior and sexual offending: Differences in cognitive schemas, sensation seeking, and impulsivity. Journal of Behavioral Addictions, 1-10. https://doi.org/10.1556/2006.8.2019.36
Gottfredson, M. R., & Hirschi, T. (1990). A general theory of crime. Recuperado de https://psycnet.apa.org/record/1990-97753-000
Hanson, R. K., Harris, A. J. R., Scott, T.-L., & Helmus, L. (2007). Assessing the risk of sexual offenders on community supervision: The Dynamic Supervision Project (Vol. 5). Recuperado de https://ccoso.org/sites/default/files/import/risk-assessment.pdf
Hanson, R. K., & Morton-Bourgon, K. E. (2005). The characteristics of persistent sexual offenders: a meta-analysis of recidivism studies. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 73(6), 1154-1163. https://doi.org/10.1037/0022-006X.73.6.1154
Harris, D. A., Mazerolle, P., & Knight, R. A. (2009). Understanding Male Sexual Offending: A Comparison of General and Specialist Theories. Criminal justice and behavior, 36(10), 1051-1069. https://doi.org/10.1177/0093854809342242
Kingston, D. A., & Bradford, J. M. (2013). Hypersexuality and Recidivism among Sexual Offenders. Sexual Addiction and Compulsivity, 20(1-2), 91-105. https://doi.org/10.1080/10720162.2013.768131
Knight, R. A., & Prentky, R. A. (1990). Classifying Sexual Offenders. En W. L. Marshall, D. R. Laws, & H. E. Barbaree (Eds.), Handbook of Sexual Assault: Issues, Theories, and Treatment of the Offender (pp. 23-52). https://doi.org/10.1007/978-1-4899-0915-2_3
Lussier, P., Leclerc, B., Cale, J., & Proulx, J. (2007). Developmental Pathways of Deviance in Sexual Aggressors. Criminal justice and behavior, 34(11), 1441-1462. https://doi.org/10.1177/0093854807306350
Maruna, S., & Mann, R. E. (2006). A fundamental attribution error? Rethinking cognitive distortions†. Legal and Criminological Psychology, 11(2), 155-177. https://doi.org/10.1348/135532506X114608
McKeague, E. L. (2014). Differentiating the Female Sex Addict: A Literature Review Focused on Themes of Gender Difference Used to Inform Recommendations for Treating Women With Sex Addiction. Sexual Addiction and Compulsivity, 21(3), 203-224. https://doi.org/10.1080/10720162.2014.931266
Roemmele, M., & Messman-Moore, T. L. (2011). Child abuse, early maladaptive schemas, and risky sexual behavior in college women. Journal of Child Sexual Abuse, 20(3), 264-283. https://doi.org/10.1080/10538712.2011.575445
Simon, L. M. J. (1997). The myth of sex offender specialization: An empirical analysis. New England journal on criminal and civil confinement, 23, 387. Recuperado de https://heinonline.org/hol-cgi-bin/get_pdf.cgi?handle=hein.journals/nejccc23§ion=18
Ward, T., & Gannon, T. A. (2006). Rehabilitation, etiology, and self-regulation: The comprehensive good lives model of treatment for sexual offenders. Aggression and violent behavior. Recuperado de https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1359178905000327
Ward, T., Hudson, S. M., & Keenan, T. (1998). A Self-Regulation Model of the Sexual Offense Process. Sexual abuse: a journal of research and treatment, 10(2), 141-157. https://doi.org/10.1023/A:1022071516644
Willis, G. M., Yates, P. M., Gannon, T. A., & Ward, T. (2013). How to integrate the Good Lives Model into treatment programs for sexual offending: An introduction and overview. Sexual abuse: a journal of research and treatment. Recuperado de https://journals.sagepub.com/doi/abs/10.1177/1079063212452618
Yates, P. M. (2013). Treatment of sexual offenders: Research, best practices, and emerging models. International journal of behavioral and consultation therapy, 8(3-4), 89-95. https://doi.org/10.1037/h0100989