Muy buen artículo de Anna Goldfarb para The New York Times:
Acepta tu responsabilidad. Ignora la necesidad de ponerte a la defensiva o dar excusas como: “No lo dije a propósito” o “¿Por qué eres tan sensible? Obviamente era una broma”. Evita ahondar en nimiedades y deja que la otra persona exponga sus sentimientos, dijo Bonior. Deja en claro que no tomas a la ligera lo que hiciste. Los estudios revelan que decir tus sentimientos puede ayudar a manejar la ansiedad y la depresión. Entonces, decir cosas como: “Me avergüenza haber dicho eso” o “Me consterna haberte lastimado” puede aliviar un poco la angustia ocasionada por la situación. No obstante, no busques hacerte la víctima, así que no exageres las cosas, dijo Bonior.
Valida su dolor. Es tentador usar este tiempo para aclarar tus intenciones: puede que te sientas atacado y es comprensible querer limpiar tu nombre pero, a menos que la persona te pregunte qué fue lo que quisiste decir con tu broma o comentario, no lo expliques. Lo que quisiste decir es irrelevante en una conversación centrada en el impacto negativo de tus palabras. Tampoco es productivo discutir cuál de las versiones de los hechos es la correcta. La memoria no es una grabadora digital; es una codificación emocional de un suceso, afirmó Cole. Acepta que lo que la persona escuchó y sintió fue real: “Mi comentario fue inapropiado y entiendo por qué te molestó”.
El artículo incluye recomendaciones para prepararte antes de disculparte, durante y después de la disculpa. El texto es muy claro y es un artículo ideal para aprender y también como recurso para usar con consultantes que tienen dificultades para disculparse. Léelo completo en The New York Times.