El diario inglés “The Guardian“ publicó un artículo sobre la experiencia de una mujer que, luego de recibir tratamiento para su trastorno de personalidad, sintió mucha gratitud y una necesidad de ayudar a otros a estar mejor. Así fue que terminó trabajando en el Servicio Nacional de Salud de su país. Sin embargo, tanto siendo paciente como trabajando en salud mental, ella ha notado el estigma y la falta de compasión no solo en la población en general, sino también dentro del círculo de profesionales de la salud mental. Espero que podamos reflexionar y mejorar nuestra ayuda profesional a través de testimonios como este.
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Trabajo para el NHS (Servicio Nacional de Salud, Inglaterra) ayudando a personas con problemas en salud mental (practicante de bienestar psicológico). Lo amo. Quiero devolver algo y ayudar a otros ya que, cuando tenía cerca de 20 años, fui diagnosticada con Trastorno Límite de Personalidad (TLP), una de las condiciones mentales más estigmatizadas. Las personas que sufren de TLP suelen ser descritas como manipuladoras, violentas, que buscan atención y son imposibles de tratar. La etiqueta en sí ya es un problema, aparentando sugerir que la personalidad de alguien, es decir quiénes son, está inherentemente trastornada. Crecer en un ambiente invalidante o experimentar traumas prolongados en tus primeros años no significa que seas intratable. Si se les ofrece el tratamiento adecuado, las personas diagnosticadas con trastornos de personalidad pueden mejorar.
Crecí en un hogar arruinado por la violencia doméstica. A los 15 años estaba en una relación abusiva tanto sexual como emocionalmente. A los 18 lo dejé y completé un año de la universidad. Luego mi salud mental se deterioró significativamente. Surgieron emociones intensas, aparentemente de la nada, y me mantuvieron en un fuerte estado de miedo y desesperanza . Sentía como si mi cuerpo estuviera a punto de explotar y que mi terror y vergüenza me iban a matar. Para afrontar esto me autolesionaba o me drogaba; éstos actos raramente amenazaban mi vida, eran más un acto de desesperación al no saber cómo afrontar mi sufrimiento y el abismal vacío en mi pecho que era insoportablemente doloroso. Es difícil poner en palabras los profundos sentimientos de desesperación y desesperanza que sufría.
Los viajes a emergencias médicas ocurrían con frecuencia. A menudo me trataban como una molestia. Algunos miembros del personal eran muy amables, pero en general experimenté una falta de compasión shockeante, una experiencia compartida por muchos. Durante 5 años me pasaron de un profesional de la salud mental a otro. Las citas estaban a meses de distancia, generalmente duraban menos de media hora y no se me ofrecía ningún tratamiento. Se me pedía que me sacara la ropa y una enfermera me decía gorda. Se me dijo que estaba siendo “una niñita tonta” y que era intratable, un caso sin esperanzas.
Luego de que mi mamá exigiera ayuda para mi, eventualmente se me ofreció Terapia Dialéctico Conductual (DBT), que está diseñada para tratar el TLP. Todavía no sé porqué se tomó la decisión de referirme a esa terapia. Nunca se mencionó el TLP. Siento que fue un acto de suerte.
Toda persona diagnosticada con un trastorno de la personalidad merece tener acceso a un tratamiento apropiado. El NICE (Instituto Nacional para la Excelencia en la Salud y el Cuidado) recomienda que el NHS tenga equipos de especialistas multidisciplinarios para proveer servicios conjuntos, intervenciones psicológicas y apoyo de pares para trastornos de la personalidad. Sin embargo, acceder a ellos es como tratar de ganarse la lotería. Cuando no están disponibles, el resultado más probable es caer en la brecha entre cuidados primarios y secundarios y no recibir nada. Alternativamente, se te puede ofrecer terapia breve o medicación. Se están tomando pasos para hacer un puente sobre esta brecha, los colegios de recuperados (colegios donde personas que han pasado por trastornos mentales reciben clases impartidas por profesionales de la salud y por personas que han pasado por enfermedades mentales, para ayudar a otros) representan un paso en la dirección correcta, pero no reemplazan los servicios de especialistas.
Siento que mi experiencia de sufrimiento me hacen una profesional más compasiva
Las personas con trastornos de la personalidad suelen ser las más vulnerables de la sociedad, pero proveer un tratamiento adecuado no es barato o fácil. Sin embargo, ayudar a las personas a mantenerse bien podría reducir el significativo costo financiero a los servicios sociales, al sistema de salud y a la sociedad.
Estaré agradecida por siempre al NHS ya que el DBT salvó mi vida y terminó cambiándomela. Siempre lucharé con las consecuencias de haber sido traumatizada, pero soy capaz de manejar mi vida y mis emociones, mi sufrimiento ha disminuido significativamente. Los trastornos de salud mental todavía acarrean estigmas y los trastornos de personalidad todavía más, tanto para el público en general como para los servicios de salud mental.
Amo trabajar para el NHS y tengo suerte de estar en un servicio fantástico que ofrece excelente supervisión y apoyo. Sin embargo, soy cuidadosa en cuanto a quién le digo en el trabajo. Unas pocas personas han dicho que es una sentencia de muerte para mi carrera profesional. Además, he sentido que se asume que puedo hacer daño. ¿Quién confiaría en que una persona “manipulativa, violenta y que busca atención“ provea cuidados decentes y beneficiosos? Pero yo siento que mi experiencia de sufrimiento, con el sistema de salud mental y la terapia, me hacen una profesional más compasiva. Ningún paciente se ha quejado y muchos pacientes se benefician de mi ayuda todas las semanas. Nadie puede jamás entender totalmente la experiencia única de sufrimiento del otro, pero yo puedo comprender y eso me pone en una posición de empatía, validación y actitud no juzgadora hacia mis pacientes, así podemos trabajar juntos para hacerlos sentir mejor.
Necesitamos seguir rompiendo las barreras de “nosotros y ellos”. Todos sufrimos en algún momento, no hay división entre los pacientes enfermos y los profesionales normales.
Fuente: The Guardian
Imagen: Morgan Sessions (Unsplash)