Miguel Ángel Bargueño expone en El País una serie de recomendaciones para distinguir a un verdadero líder de los charlatanes y gurús que proliferan en todas las profesiones, especialmente en la psicología, y que prometen una nueva luz para los problemas que la ciencia no ha podido responder. Uno de los puntos que más interesantes del texto es que todos somos vulnerables al efecto de la convicción con que presentan sus datos:
“Son varios los factores que nos llevan a creer en dudosos cabecillas. Por un lado, la personalidad de estos. Según Oltra, “sentimos una atracción instintiva hacia personas capaces de proyectar una gran convicción y confianza en una causa, un producto o una idea. No nos gusta la incertidumbre, de modo que la seguridad en las opiniones nos resulta atractiva”.”
Por otro, el perfil del incauto, que puede ser cualquiera. “Todos podemos pasar por periodos durante los cuales somos más vulnerables a la influencia de un grupo o un tipo carismático”, indica el experto. “Si tenemos problemas personales y alguien nos ofrece soluciones rápidas y efectivas, es probable que intentemos probarlas”.
O, simplemente, “tenemos una preferencia personal, una identidad cultural o una obsesión que nos hace más susceptibles a la persuasión”, continúa. Si, por ejemplo, estamos obsesionados con nuestro envejecimiento, somos más susceptibles a ser persuadidos por una persona o una empresa que vende un producto antienvejecimiento. “A veces también nos dejamos guiar por nuestra tendencia inconsciente a la imitación. Si observamos ciertas conductas en nuestro entorno, quizá acabemos reproduciendo estas conductas”.
La explicación Bargueño da en el clavo con una experiencia que viví hace unos días cuando escuchaba una clase de EMDR. En esta clase la especialista cautivaba a la audiencia con una impecable elocuencia y una inquebrantable convicción sobre las bondades de esta terapia y su supuesta superioridad ante otro tipo de tratamientos. Cuando en realidad esta terapia es fuertemente cuestionada y la propia APA la categoriza como un tratamiento controversial porque su evidencia no es tan robusta como sus practicantes hacen ver (puedes leerlo aquí). Claro, la especialista no iba a pararse ahí para exponer las criticas a la terapia que usa todos los días. No digo que ella sea una falsa gurú. Pero fue impresionante ver como las habilidades de comunicación y lenguaje se imponen ante la propia evidencia en un grupo de psicólogos.
Por eso aprovecho para compartirles la conclusión del propio artículo
“Lo exigen los tiempos que vivimos. “Todos debemos practicar el escepticismo. Esa es la palabra clave. No creernos todo. Y si algo nos interesa, no lo desestimemos solo porque está en Internet” continúa Broglia. La experta recomienda buscar más información para poder formar una opinión con todos los hechos.”