Algo que da pánico a los terapeutas que atienden problemáticas de ansiedad es la posibilidad de que la persona que tienen delante sufra un ataque de pánico justo en ese momento.
Si el principal motivo de consulta es algo como ansiedad elevada o directamente pánico, gran parte del trabajo que tendremos que hacer es exponer a la persona a esas sensaciones tan desagradables, delante de nosotros, por lo que no es algo extraño ni precisamente indeseado que esto ocurra delante de nosotros.
En este artículo, vamos a comentar algunos mitos que potencian el miedo a los ataques de pánico (en los terapeutas), algunas malas ideas y algunas buenas ideas.
Eso sí, antes de nada, recomendamos conocer si la persona tiene alguna cardiopatía detectada.
Mitos sobre el ataque de pánico
Mi paciente puede morir por el ataque de pánico. Una persona puede morir por una cardiopatía asociada o similar, nunca por el propio ataque de pánico como tal. El miedo al desmayo o al desvanecimiento también es común, y aquí ocurre que puede ser algo más fruto del miedo (sensación de aflojarse) que un desmayo real. El ataque de pánico eleva el ritmo cardíaco, y eso hace que tengamos muchas sensaciones muy horribles, pero más allá de la posibilidad de infarto provocada por una cardiopatía, tu paciente no puede sufrir consecuencias más letales que si estuviera practicando sexo en ese momento en consulta (¡lo cual deseamos que nunca ocurra!).
Mi paciente puede sufrir un trauma emocional. Un ataque de pánico, al igual que cualquier otra sensación horrible, está condicionado por antecedentes y consecuencias, de manera que por si mismo no causa un trauma o similar. Si tras el ataque de pánico le pegamos o le insultamos, o le abandonamos o algo similar, bueno… es posible que desarrolle un trauma… salvo eso, debemos (si queremos) estar tranquilos: un ataque de pánico no causa más trauma que cualquier otra respuesta en consulta.
Su ansiedad puede crecer tanto que sea incapaz de manejarla. Sin duda su ansiedad crecerá hasta el máximo, y precisamente por eso es muy útil que ese ataque pueda ocurrir en consulta. Al estar con nosotros, puede pasar por este momento tan horrible y que se den los procesos necesarios para que se produzca una bajada natural de la ansiedad al no tratar de evitarla súbitamente.
Cosas que un terapeuta debe evitar en la intervención para el ataque de pánico
1 – Considerar el ataque de pánico como algo a reducir cuanto antes. Si nos ponemos como meta que la sintomatología baje cuanto antes, vamos a tener prisa y urgencia, y esto es algo que vamos a transmitir inevitablemente. Si transmitimos que a nosotros como terapeutas nos asusta el pánico de la persona… podemos alargar de manera innecesaria su malestar.
2 – Decir frases rápidas para tranquilizar. Debemos evitar animar a la persona a controlar cómo se siente: “trata de relajarte”, “no te preocupes”, “tranquilízate”, “ya verás como te vas a relajar”, “en un rato te sentirás mejor”… son frases que alimentan la hipervigilancia de la persona hacia sus estados internos, lo que de nuevo puede hacer que el malestar se alargue más de lo necesario.
3 – Llamar a emergencias o utilizar algún psicofármaco. Mientras lo escribía he pensado que quizás fuera obvio, pero por si acaso… ¡no hagamos eso! Si lo hacemos, estaremos participando en el mismo sistema de evitación, lucha o huida de la persona en consulta, y el resultado será haber retrocedido bastante en el afrontamiento eficaz de su ansiedad.
Intervenciones útiles
1 – Transmitir cercanía y amabilidad. Decir frases como “siento que estés pasando esto, lo estás pasando mal, me quedo contigo el tiempo que dure”, de una manera tranquila y amable, cercana, es un principio para empezar a cambiar la relación que se establece con ese ataque de pánico. La persona verá que tú no te asustas, y que a la vez te quedas cerca y le atiendes, transmitiéndole que no está pasando nada horrible ni algo de lo que deba avergonzarse.
2 – Animar a describir lo que está pasando. Podemos mantener contacto ocular mientras tomamos de las manos y le pedimos que se centre en hablarnos para describirnos lo que está sintiendo, pidiéndole detalles parecidos a como si estuviera fisicalizando la emoción, y estando atento al ritmo de hablar para que se normalice y no tome bocanadas de aire. Esto facilita, por un lado, la exposición a las sensaciones, y por otro, la normalidad respiratoria que de manera natural va a disminuir la sensación de mareo y ahogo propia de la hiperventilación.
3 – Ofrecer la posibilidad de salir. Si la persona siente que es libre para salir del lugar, y que nosotros le vamos a acompañar, podrá sentir a su vez más cómodo para quedarse con nosotros y afrontar ese episodio. Si ocurre que quiere salir de la consulta, le acompañamos pausadamente mientras seguimos implementando el punto 2.
4 – Consecuencia tras el ataque. Una vez ha pasado el episodio, la persona suele estar agotada y llorando, y entonces nosotros podemos agradecerle que se haya quedado y nos haya permitido acompañarle en un momento tan difícil en el que ha sido realmente valiente. Ante todo, contactamos con nuestras propias emociones hacia esa persona en ese momento, y las transmitimos de la manera más cálida posible, para que sea el propio potencial de la relación terapéutica el que potencie que la persona esté más dispuesta a dejar estar sensaciones horribles en el futuro.
Con estos mitos y sugerencias podréis estar más preparados/as para atender a usuarios que tengan un ataque de pánico delante de vosotros: os deseamos que, ante todo, no os olvidéis de estar presentes junto a la persona en su ansiedad.
Artículo publicado en Terapias Contextuales y cedido para su publicación en Psyciencia.com
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