Suena música que te gusta y tu cuerpo lo sabe. Te transporta, te mueve, acompañás el ritmo y te balanceás con la melodía. ¿Observaste alguna vez a las personas que van a un recital mientras los músicos tocan? Muchos cantan a la par, otros levantan sus brazos o bailan en el lugar. Los artistas y el público se encuentran tan sincronizados que parecen ser uno.
Esta sincronía se puede ver en las actividades cerebrales de la audiencia y el artista, según explican los autores de un nuevo estudio que indaga en la cuestión (Hou et al., 2020). Cuanto mayor es el grado de sincronía, más disfruta la audiencia del show. Este resultado ofrece una idea de la naturaleza de los intercambios musicales y demuestra que la experiencia musical es profunda: bailamos y sentimos las mismas emociones juntos, y nuestras neuronas también se encienden juntas.
En el estudio, un violinista tocó breves extractos de una docena de composiciones diferentes, que fueron grabadas en video y luego reproducidas a un oyente. Los investigadores rastrearon los cambios en la actividad cerebral local midiendo los niveles de sangre oxigenada. (Más oxígeno sugiere una mayor actividad, porque el cuerpo trabaja para mantener las neuronas activas suministrándoles oxígeno). Las piezas musicales causaron aumentos en el flujo sanguíneo oxigenado áreas del cerebro relacionadas con la comprensión de patrones, intenciones interpersonales y expresión.
Los datos del músico, recopilados durante una presentación, se compararon con los del oyente durante la reproducción. En total, hubo 12 selecciones de obras musicales familiares, incluyendo “Edelweiss”, “Ave Maria” de Franz Schubert, “Auld Lang Syne” y “Oda a la alegría” de Ludwig van Beethoven. Las actividades cerebrales de 16 oyentes se compararon con las de un solo violinista.
Todas las piezas musicales dieron como resultado la sincronización de la actividad cerebral entre el músico y el oyente, especialmente en las actuaciones más populares. La coherencia entre cerebros fue insignificante durante la primera parte de cada pieza y mayor hacia su final. Los autores explicaron que el oyente necesitó tiempo para comprender inicialmente el patrón musical y luego pudo disfrutar de la actuación porque coincidía con las expectativas de esa persona.
La actividad cerebral sincrónica se localizó en el hemisferio izquierdo del cerebro, en un área conocida como la unión temporal-parietal. Esta área es importante para la empatía, la comprensión de los pensamientos e intenciones de los demás y la memoria de trabajo verbal utilizada para expresar el pensamiento. Puede funcionar en la recuperación de sonidos y patrones que dan lugar a expectativas musicales.
Pero es el hemisferio derecho del cerebro el que se asocia con mayor frecuencia con la interpretación de la melodía musical, en contraste con el hemisferio izquierdo, que se especializa en la interpretación del habla. En el hemisferio derecho, la sincronización se localizó en áreas involucradas en el reconocimiento de la estructura y el patrón musical (la corteza frontal inferior) y la comprensión interpersonal (las cortezas frontal inferior y postcentral). Estos sitios también involucran “neuronas espejo“, células cerebrales que se cree que permiten reflejar o internalizar los pensamientos y acciones de los demás.
Las neuronas espejo controlan el movimiento y responden al verlo, dando lugar a la noción de que su actividad durante la observación pasiva es un ensayo silencioso para cuando se involucran en un movimiento activo. Los nervios que controlan el movimiento generalmente también están involucrados en la percepción. Y este arreglo es especialmente cierto para la música, en la que el movimiento físico enfatiza el gesto melódico o sigue un ritmo. De hecho, la corteza auditiva alista otras regiones del cerebro que controlan el movimiento, mostrando una conexión innata entre el movimiento y nuestra comprensión de la música. Es decir que el movimiento es la forma en que comprendemos la música y participamos del evento.
Este estudio no sólo siguió el grado de concordancia en la actividad cerebral entre los oyentes y el músico durante un encuentro musical, además examinó cómo esa concordancia se relacionaba con el disfrute musical.
Los diversos métodos utilizados en la exploración de estas relaciones tienen sus ventajas y defectos. Por ejemplo, se utilizó una técnica llamada espectroscopía funcional de infrarrojo cercano (fNIRS), que mide el flujo de sangre rica en oxígeno, y no puede penetrar en el cerebro para investigar estructuras más profundas tan bien como lo hace la resonancia magnética funcional La principal ventaja de fNIRS es que no se necesita un instrumento grande y costoso, por lo que los sujetos están relativamente libres de restricciones cuando son examinados: habría sido imposible para un violinista tocar en una máquina de resonancia magnética.
Un dato para resaltar es que el grado observado de sincronización entre el intérprete y la audiencia esté relacionado con el disfrute de la música. Tal placer podría proporcionar un medio poderoso por el cual la música promueve un comportamiento social positivo.
Finalmente, los autores señalan que cuando la música es agradable atrae aún más nuestra atención, situación que podría contribuir al sentimiento de “dejarse llevar” por la música. Incluso cuando se trata de una melodía triste ésta es capaz de brindar un gran disfrute, y aparejar en los oyentes una sensación agridulce al oírla.
Referencia bibliográfica:
Hou, Y., Song, B., Hu, Y., Pan, Y., & Hu, Y. (2020). The averaged inter-brain coherence between the audience and a violinist predicts the popularity of violin performance. En NeuroImage (Vol. 211, p. 116655). https://doi.org/10.1016/j.neuroimage.2020.116655
Fuente: Scientific American