La grasa puede alojarse y distribuirse en el cuerpo de diferentes maneras: más grasa por encima de la cintura (cuerpo con forma de manzana), más grasa por debajo de la cintura (cuerpo con forma de pera), distribución equitativa (cuerpo con forma de reloj de arena), para nombrar las más conocidas. La sensibilidad del cerebro a la insulina determinará esta distribución como también hasta qué punto puede alguien beneficiarse de una intervención en el estilo de vida, según un estudio reciente. Si el cerebro de la persona responde sensiblemente a la hormona, puede perder una cantidad significativa de peso y grasa visceral no saludable. Las personas cuyos cerebros eran resistentes a la insulina solo mostraron una ligera pérdida de peso con la intervención y posteriormente recuperaron el peso perdido. Además, en el largo plazo la grasa visceral también aumenta (Kullmann et al., 2020).
La grasa visceral (aquella que se almacena en el abdomen) libera numerosos neurotransmisores que afectan la presión arterial, influyen en la secreción de la hormona insulina y pueden causar inflamación. Esto aumenta el riesgo de diabetes, enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer. La grasa subcutánea que se acumula en las nalgas, los muslos y las caderas no tiene efectos adversos para la salud.
Los estudios en el Programa de intervención de estilo de vida de Tübingen (TULIP) sugieren que la capacidad del cerebro de responder a la insulina podría desempeñar un papel importante aquí. Mostraron que las personas con una alta sensibilidad a la insulina se benefician significativamente más de una intervención de estilo de vida con una dieta rica en fibra y ejercicio en comparación con las personas cuyos cerebros presentan resistencia a la insulina. Como resultado, los primeros no solo perdieron más peso, sino que también tuvieron una distribución de grasa más saludable.
Investigadores del Centro Alemán de Investigación de Diabetes (DZD), Helmholtz Zentrum München y el Hospital Universitario de Tübingen quisieron saber si la sensibilidad a la insulina afecta la distribución de la grasa y el peso corporales a largo plazo. Para este propósito, registraron los datos de seguimiento de 15 participantes durante un período de nueve años, en el que la sensibilidad a la insulina en el cerebro se determinó por magnetoencefalografía antes del inicio de una intervención de estilo de vida de 24 meses.
Se descubrió que la acción de la insulina en el cerebro no solo determina el peso corporal, sino también la distribución de la grasa en el cuerpo. “Los sujetos con alta sensibilidad a la insulina (…) incluso después de que la intervención en el estilo de vida había terminado, solo recuperaron una pequeña cantidad de grasa durante los nueve años de seguimiento,” señaló dijo el profesor Martin Heni del Hospital Universitario de Tübingen, quien dirigió el estudio. En contraste, las personas cuyos cerebros eran resistentes a la insulina solo mostraron una ligera pérdida de peso en los primeros nueve meses del programa. “Después, su peso corporal y la grasa visceral aumentaron nuevamente durante los siguientes meses de intervención en el estilo de vida,” dijo la primera autora, Dra. Stephanie Kullmann.
Dado que la acción de la insulina en el hipotálamo es crucial para la regulación del metabolismo energético periférico, los investigadores también investigaron cómo la sensibilidad a la insulina en esta área del cerebro está relacionada con la distribución de la grasa corporal. Para este propósito, examinaron una cohorte transversal de 112 participantes. El análisis de los datos mostró que las personas con alta sensibilidad a la insulina en el hipotálamo forman poca grasa visceral. Sin embargo, la sensibilidad a la insulina no tiene influencia sobre la masa de grasa subcutánea.
“Nuestro estudio revela un nuevo mecanismo clave que regula la distribución de grasa en humanos. La sensibilidad a la insulina en el cerebro determina dónde se deposita la grasa,” dijo Heni, resumiendo los resultados. Dado que la grasa visceral no solo juega un papel en el desarrollo de la diabetes tipo 2, sino que también aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares y cáncer, los resultados del estudio también pueden abrir nuevos enfoques para las opciones de tratamiento más allá de las enfermedades metabólicas. Los investigadores en Tubinga ya están trabajando en nuevas terapias para abolir la resistencia a la insulina en el cerebro y, por lo tanto, tener un efecto beneficioso en la distribución de grasa corporal.
Referencia bibliográfica:
Kullmann, S., Valenta, V., Wagner, R., Tschritter, O., Machann, J., Häring, H.-U., Preissl, H., Fritsche, A., & Heni, M. (2020). Brain insulin sensitivity is linked to adiposity and body fat distribution. Nature Communications, 11(1), 1841. https://doi.org/10.1038/s41467-020-15686-y
Fuente: Science Daily