Imagina que visitas por segunda, tercera o cuarta vez el consultorio de un psicólogo. Llegas con la etiqueta que cargas en la escuela: eres un niño problemático, antisocial, hiperactivo, incorregible, inadaptado, abusivo. Crees que vas a pasar nuevamente por esos tediosos tests que vienen señalando desde hace un tiempo que tu personalidad es defectuosa y que en tu familia reina la falta de afecto, la incomprensión, la intolerancia, poca comunicación, pésima calidad de tiempo juntos, fracaso de tus padres en la crianza y un sin número de recomendaciones y clichés psicológicos.
A esto hay que agregarle que tus padres se encuentran cansados de todas estas tribulaciones y gastos de energía, tiempo y dinero (sería fabuloso que por hacer un pésimo trabajo algunos profesionales no deriven gastos. Sin embargo, incluso el mal trabajo nos cuesta).
Ahora imagina que eres tú el terapeuta que esta familia ha elegido para, digamos, volver a confiar en el trabajo de los psicólogos. Tienes una enorme tarea. Tienes la misión de ganarte la confianza y atención del niño: atraerlo. Vas a necesitar ejercer una fuerte influencia en el niño y en esta familia que ha ido perdiendo las esperanzas de encontrar verdaderamente la ayuda que necesitan y desestigmatizar al niño. Necesitarás ejercer una enorme influencia en el ánimo de estas personas. Vas a necesitar ejercer una suerte de hechizo. Necesitas cambiar los corazones, las mentalidades y las acciones de cada uno. Y también las tuyas. En una sola palabra: necesitas Cautivar.
Cuanto mayor sea la necesidad de cambio mayor será nuestra necesidad de cautivar al niño.
¿Por qué es necesario cautivar al niño y su familia?
La familia llega a consulta con una necesidad enorme y una meta, y nosotros vamos a responder a esas necesidades con nuestras acciones. Las razones por las que necesitamos cautivar al niño y su familia son las siguientes:
1. Llegan a consulta con expectativas nobles y elevadas
El niño desea cambiar y sus padres quieren ayudarlo. Vamos a necesitar más que una relación cordial con el niño, mucho más que una relación ordinaria. Necesitamos convencer al niño de que compartimos no una meta o un objetivo, sino más bien algo superior: un sueño. Es mejor pensar las acciones como sueños, anhelos y promesas, que como procesos de (auto) corrección y normalización.
2. Han tomado una decisión difícil e infrecuente
Hace más de un año recibí a una familia: papá, mamá y el niño de 7 años. En el auto esperaban los abuelos. Renzo, el papá, apenas recibí a la familia, tomó mi brazo y me llevó a un lado del jardín:
El pequeño no sabe que eres un psicólogo, le dijimos que visitaríamos a un amigo que es muy bueno aconsejando a los niños. Mis padres, que están en el carro, tampoco desean que visitemos más a los psicólogos, han terminado odiándolos cada vez que han leído en los informes cómo han descalificado la crianza que le hemos dado al niño. Yo creo que no es justo que hagan eso. Ya hemos visitado a cuatro profesionales y todos han hecho lo mismo: nos han dicho que es un niño difícil, inadaptado e incluso la psicóloga de la escuela se atrevió a decirnos que estábamos criando al futuro líder de una pandilla o barra brava. Eso enfureció a mi esposa y también a mi papá, que no quiere saber nada con los psicólogos. No es justo que nos digan eso y comparen a mi hijo con un barrista. He venido a ti por recomendación de un amigo y confiamos en que puedas ayudarnos.”
Renzo y su familia habían tomado una decisión difícil: volver a confiar en el trabajo de un psicólogo, por enésima vez. Lo hacían pese a todas las pruebas de su inefectividad. Cada terapeuta se parecía más al otro.
Cuanto mayor sea la dificultad de cambio del niño y la familia, mayor será la necesidad de nosotros de cautivar. Si el cambio es muy importante, hacerlo realidad será algo muy importante.
3. Traen algunos hábitos arraigados y un problema difícil
Con frecuencia los hábitos facilitan la vida y permiten tomar decisiones rápidas y buenas. Pero también pueden impedir que el niño adopte una nueva idea que ponga en cuestión el hábito que perjudica su vida y que se ha establecido en casa o en la escuela. Cautivar al niño y cultivar un hechizo puede abrir una puerta para plantear cualquier cambio y empezar un nuevo desafío.
4. Tienen un desafío con nuestra propia disciplina
La práctica psicoterapéutica no siempre es sabia. Puede conducir a las personas por un camino absurdo, a opciones que no recogen sus habilidades, fortalezas, saberes y conocimientos necesarios para superar el problema en un intento terrible por normalizar o “corregir” la conducta.
Necesitamos estar alineados con el niño, con cada uno de los detalles que hará posible la colaboración. Nuestros intereses deben estar en la misma onda que los intereses del niño. Si no lo están debemos cambiarlos, o bien replantear lo que hacemos.
5. Quieren desafiar a la masa
Si, como lo lees. Están decididos a demostrarle a todos los que no confiaron en ellos en que pueden re-escribir su historia. Los niños me han demostrado tener serios intereses en mostrarle a sus compañeros y a sus profesores que no son lo que ellos piensan y creen que son. Bien motivados, están dispuestos a desafiar a la masa, y cautivar es tan necesario para conseguir que la familia discrepe de la masa y para lograr unirnos a ella y su sueño.
¿Te resultan familiares estas situaciones? Están presentes cada vez que los niños se interesan por conseguir junto a su familia, que el mundo sea un lugar mucho mejor para ellos. ¿Cómo podemos hacer para cautivar a un niño? Volveremos con esto en un siguiente artículo.