La evidencia nos muestra que, en general, el estrés puede desequilibrar los hábitos alimenticios así como la motivación para hacer ejercicios o mantener una alimentación saludable. En el contexto actual donde el mundo entero está viviendo gran estrés debido a la pandemia por COVID-19, las medidas de confinamiento, cierres y restricciones, investigadores encontraron que cuanto mayor estrés sufren las personas, más cambios no saludables en la alimentación se asocian a tal situación (Khubchandani et al., 2020).
Por su parte, la Asociación Americana de Psicología informó que el 61% de los adultos encuestados en Estados Unidos reportó cambios no deseados en el peso durante la pandemia: el 42% de los encuestados aumentó un promedio de 13 kilos, y casi el 10% de estas personas ganaron más de 22 kilos. Por otro lado, casi el 18% de los estadounidenses afirmó haber experimentado una pérdida de peso no deseada de 12 kilos en promedio.
Por qué es importante
Comprender por qué y cómo las personas cambian sus comportamientos, y qué estados mentales impulsan o son impulsados por estos cambios, ayudará a las personas a adaptarse mejor y mantener hábitos más saludables, tanto en lo que respecta al estrés como a la alimentación, en el futuro.
Qué metodología usaron
Khubchandani y sus colegas condujeron un estudio transversal online en el que participaron 838 adultos estadounidenses. La investigación incluyó un cuestionario de 30 ítems relacionado con el estrés percibido y las prácticas alimentarias durante la pandemia de COVID-19.
Qué encontraron
A nivel general, los investigadores hallaron que los puntajes de estrés eran significativamente más altos para las personas multirraciales, los hispanos, los empleados a tiempo parcial (a diferencia de los empleados a tiempo completo), las personas solteras, los que vivían en el Medio Oeste, los que eran obesos (antes de COVID-19) y personas menores de 35 años.
En cuanto a los hábitos alimenticios: el ayuno (16%), la alimentación restringida (20%), saltarse comidas (25%) y comer en exceso (39%) aumentaron en comparación con lo que sucedía antes de la pandemia. Lo que resulta interesante es que el 32% de las personas reportó haber mejorado su dieta durante la pandemia (un porcentaje aproximadamente igual al de personas cuyas dietas cambiaron de forma negativa). El estudio no indagó sobre los cambios de estilo de vida que pudieron haber acompañado los cambios en las dietas de los participantes.
Por otra parte, las personas que indicaron los niveles más altos de estrés también fueron los que informaron una peor dieta. Más estrés se asoció con niveles más altos de ayuno, alimentación restringida, saltarse comidas y comer en exceso, lo que significa que básicamente cualquier cambio en la dieta podría correlacionarse con mayores niveles de estrés.
Un próximo paso importante será comprender qué consecuencias psicológicas y conductuales específicas del COVID-19 median la relación entre el estrés relacionado con la pandemia y la mala alimentación. Claramente, una parte significativa de las personas realmente mejoró su dieta en este contexto; los mismos individuos también tenían menos probabilidades de experimentar mayor estrés.
Referencia bibliográfica: Khubchandani, J., Kandiah, J., & Saiki, D. (2020). The COVID-19 Pandemic, Stress, and Eating Practices in the United States. En European Journal of Investigation in Health, Psychology and Education (Vol. 10, Número 4, pp. 950-956). https://doi.org/10.3390/ejihpe10040067
Fuente: Psypost