Recientes investigaciones han detallado la estrecha relación entre el sistema digestivo y el cerebro y según estos análisis la digestión y lo que comemos podría cambiar nuestro estado de animo. El diario español EFE en su sección salud publicó hoy un interesante artículo que explica cómo funciona esta relación:
“La normalidad digestiva favorece el equilibrio emocional”, afirma Juan Ramón Malagelada, miembro de la Sociedad Española de Patología Digestiva (SEPD). Asimismo, el doctor Fernando Azpiroz, que también pertenece a la SEPD, señala que el aparato digestivo “funciona de un modo independiente y autónomo cuando todo va bien. Pero, ¿qué ocurre cuando algo va mal? Entonces saltan las alarmas y la conexión entre cerebro y aparato digestivo se hace más evidente”.
En este sentido, los especialistas de la SEPD explican que una extensa red de neuronas y distintos tipos de neurotransmisores conectan las paredes del estómago y el intestino con el córtex cerebral y envían información de lo que pasa en el aparato digestivo y de cómo se desarrolla la digestión.
Este sistema actúa también como una alarma. Así, la SEPD señala que, cuando algo no funciona bien, los nervios sensitivos localizados en las paredes inflamadas del tubo digestivo se hipersensibilizan y amplifican los estímulos locales que originan el malestar, la náusea, el dolor, etc.