No hace mucho conversamos sobre lo que significaba estar fundido, y lo relacionábamos con un estado de situación límite, suficiente y capaz de marcar tanto la destrucción como la trascendencia de una persona. Un verdadero quiebre que pone a prueba la capacidad de tolerancia y adaptación con el crujido inevitable de toda la existencia en un impacto que irrumpe de manera repentina y automática, como una sobrecarga difícil de controlar en el ser y el hacer.
Hoy la intención es conversar sobre otras dos entidades que si bien se conocen de siempre han sido re-definidas últimamente con más detalles. Tanto el Síndrome de Boreout como el Aburrimiento Crónico son frecuentes en personas a las que, por algún motivo, se les agota la novedad, el desafío y la emoción.
Si bien este no es un problema fatal, en términos psicológicos habla de un estado emocional de insatisfacción dentro de una existencia que se percibe como insulsa, vacía y sin sentido. Porque con la llegada del aburrimiento la persona manifiesta la impresión de que el gozo y las experiencias gratificantes propias de la vida han quedado detenidas.
Si bien mantiene la aspiración de recuperar ese gozo y la capacidad de experimentar sensaciones agradables, la persona aburrida no está dispuesta a iniciar actividad alguna que pueda acabar con el estado. Ya sea porque está disminuida su capacidad de actuación o porque cree que nada a su alcance puede cambiar la situación.
Vale aclarar que aburrirse, hasta cierto punto, es bueno. No sólo promueve la creatividad, sino que, además, el cerebro cuenta con la posibilidad de buscar otras alternativas para salir de un estado incómodo. Por otro lado, representa una especie de “descanso” para que la mente se desconecte de lo cotidiano y dedique más tiempo a otras posibilidades. En los momentos de aburrimiento el cerebro, lejos de estar inactivo, enciende la llamada “red neuronal por defecto”, un sistema que activa una parte de lacorteza parietal medial y la corteza prefrontal medial para “soñar despierto” y planificar escenarios posibles o pensar en otras soluciones.
El problema surge cuando el aburrimiento se manifiesta severo y prolongado y la introspección en vez de ser una ventaja se convierte en una amenaza. Ahí las personas dejan de leer las señales adecuadas, con incremento del riesgo, porque el individuo demasiado aburrido toca el techo soportable con facilidad y empieza a desconcentrarse, a experimentar estrés, simplemente porque este estadio prolongado priva de la sensación de placer natural.
Ante una situación nueva e interesante, el cerebro libera dopamina, el neurotransmisor relacionado con la sensación de bienestar y la intensidad de las recompensas. Coincidentemente, según un estudio de 2007, publicado en el Journal of Sport Behavior, personas con niveles naturalmente más bajos de dopamina requieren de una mayor cantidad de novedades para estimular el cerebro y así obtener recompensas. Esto hace que aumente su propensión a conductas riesgosas, que, en general, son novedosas para la mayoría de la gente. El problema está en que no sólo a las personas que naturalmente generan menos dopamina puede ocurrirles esto, también a los afectados de aburrimiento prolongado, donde, incluso, el riesgo le suena bien al cerebro con tal de obtener placer.
También, el aburrimiento afecta la plena concentración, como detalló un estudio de la Universidad York, en Canadá, y publicado en Perspectives on Psychological Science, y la razón está en el estrés que ocasiona. El aburrimiento implica que una persona se conforme con menos estimulación cerebral o menos actividad de la necesaria para mantenerse saludable, y en el estrés siempre existen más estímulos de los necesarios. Por eso, en cualquier tipo de estrés, el aburrimiento impacta sobre la corteza prefrontal, el área involucrada en la memoria de trabajo, que es la que permite la cognición necesaria para desarrollar una determinada actividad, afectándola.
La falta de proyectos de cara al futuro, no tener una actividad profesional satisfactoria, relaciones humanas pobres y escasas, la falta de incentivos, de hobbies, de compromisos de ningún tipo, una postura radicalmente escéptica ante la vida, el desinterés por los demás y por lo que ocurre alrededor ―junto con muchos más factores de todo tipo― favorecen la aparición de aburrimiento que puede llegar a hacerse crónico.
Sin duda, el aburrimiento es la consecuencia de un progresivo empobrecimiento en la esfera de la personalidad y de una actitud ante la vida, que ha perdido sus ingredientes fundamentales. Es una patología que afecta a quienes están poco motivados en el trabajo, y se aburren día tras día, por tareas que les exigen poco de su capacidad y su tiempo. Paradójicamente, aparentan estar siempre ocupados, para no asumir más esfuerzos, y a simple vista, parece vagancia o pereza, sin embargo, en el trabajo, padecen el llamado Síndrome Boreout, que puede llegar a desencadenar problemas de salud por ansiedad y estrés.
Hay jefes que se quejan de que sus empleados rinden cada vez menos, de que están siempre mal predispuestos, de que trabajan regulando sus fuerzas, como si lo hicieran a reglamento. Por otro lado, hay empleados que se quejan de que sus superiores no reconocen sus esfuerzos, de que no se sienten motivados y de que el mal clima que los rodea los mantiene agobiados.
Las neurociencias permiten analizar cómo funcionan estos mecanismos a nivel cerebral, y, para contrarrestar el aburrimiento, la persona tiende a adoptar una conducta con relación a una expectativa de recompensa. Con ello activa neurocircuitos relacionados con la motivación, aunque no sea consciente de ello. Toda situación con sensación de exclusión activa las mismas áreas cerebrales que el dolor físico; si las señales de valoración no son expresadas explícitamente, el cerebro inventa, infiere, saca conclusiones con poca información, con muchas chances de estar errado.
Recientes investigaciones detectaron que el bienestar emocional generado por estados de aceptación y confort activa un mejor funcionamiento neurocognitivo del cerebro y facilita la motivación. Cuando los jefes, a nivel laboral, se ocupan de detalles referidos a sus equipos de trabajo generan mayor adhesión y más aplicación laboral. Decirle a un colaborador algo bueno o valorarlo impulsa el circuito de recompensa y del placer e impulsa hacia la superación con pertenencia. De esta manera, los elogiados tenderán a repetir ese comportamiento y eso, seguramente, producirá mejores resultados.
Es otro aspecto, estimular en el trabajo los espacios para los vínculos y la integración, con buenos momentos de comunicación, libera oxitocina, neurohormona que fortalece la sensación de confianza y seguridad. Solo con eso las personas pasan de ser individuos a ser parte de verdaderos equipos con trascendencia.
Los problemas en el ambiente laboral, muchas veces, perpetuán un malestar creciente por remachar ideas que no permiten una adecuada concentración. Modificarlo le exige al cerebro un mayor consumo de energía y una fuerte dosis de motivación para salir de la rutina sin resistencia al cambio.
Sin dudas, las diversas circunstancias que generan situaciones de malestar consigo mismo conllevan un grado de frustración severa por tener que repetir todos los días las mismas tareas con iguales resultados. Mantener las condiciones más la falta de motivación, unido a la necesidad constante de “esconder” la inactividad ante los demás por temor a represalias, genera estrés crónico con consecuencias negativas sobre la salud, alteraciones de la función del sueño, cognitivas, variaciones del peso, problemas respiratorios, dolores musculares, dolor de cabeza,… que pueden ser el origen de otras enfermedades o de un requerimiento interdisciplinario más exhaustivo.
El diagnóstico tanto de Aburrimiento Crónico o de Síndrome de Boreout impone diagnostico diferencial con Burn-Out o síndrome de estar quemado, donde aparecen síntomas similares, pero que, sin embargo, se debe a causas opuestas. En el caso de Burn-Out , el paciente sufre de agotamiento que le impide continuar con las demandas cotidianas y una extrema situación de distrés, sin tiempo de aburrirse ni de mostrar baja autoestima; no existe sentimiento de infrautilización de la potencialidad. Todo lo contrario, ya que superado por la situación y mantenido en el tiempo aparece la fatiga creciente y una imposibilidad firme del desempeño.
La necesidad de establecer un diagnóstico diferencial entre estas afecciones no significa que en la misma persona no puedan concurrir dos formas concomitantes; si el aburrimiento crónico o el Síndrome Boreoutno se resuelven rápido, desembocan en una depresión mayor y síntomas más graves.
Aburrirse estimula la creatividad. Y estar siempre ocupados la aniquila. Es la conclusión de un estudio realizado recientemente por Teresa Belton y Esther Priyadharshini, de la Universidad de East Anglia (Reino Unido). Según concluyen las investigadoras, sobre todo durante los primeros años de la vida, es imprescindible permanecer “ociosos” durante un tiempo. Esto nos permite desarrollar la imaginación y la creatividad, y aprender a “valernos por nosotros mismos. Lo malo es que en la sociedad actual los padres proporcionan a sus hijos actividad constante, gratificación instantánea y entretenimiento sofisticado, enemigos del potencial creativo y de la libertad de pensamiento de los más pequeños. Por eso, en la revista The Cambridge Journal of Education, Belton reclama que el aburrimiento sea reconocido como una emoción humana legítima con un papel central en el aprendizaje y la creatividad.
Por lo tanto, es necesario que en algunos momentos de la vida haya auténtico aburrimiento, superado con juegos, diversión o cambio de actividad. El hecho que sea repetitivo e intenso puede llevar a un estado patológico serio, puesto que queda claro que puede empujar a hacerse más daño, ya que estudios recientes han vinculado la inclinación al aburrimiento con a una tendencia a fumar, beber demasiado y consumir drogas. Eso, sin hablar de otro comportamiento más mundano, pero, igualmente poco saludables, como por ejemplo, comer para superarlo.
Sentirse aburrido marque un buen momento para revaluar la vida y los objetivos… además de repensar qué se quiere decir exactamente cuando se dice: estoy aburrido.
Autor: DR. NSE. LUIS M. LABATH – Ex Director Médico del Hospital José M. Cullen. Periodo: 2002-2007.
Artículo previamente publicado en Asociación Educar y cedido para su publicación en Psyciencia.