Ser bilingüe tiene algunas ventajas obvias. Nos abre la puerta a nuevas conversaciones y experiencias. Pero la investigación en psicología ha encontrado otras ventajas que no son tan obvias. Por ejemplo: beneficia la capacidad aritmética, la resolución de problemas y la creatividad, favorece la recuperación de habilidades cognitivas en personas que han sufrido un ACV y puede retrasar entre 4 y 5 años la aparición de los síntomas del Alzheimer.
Adicionalmente, otros dos estudios recientes han demostrado que la exposición multilingüe mejora las habilidades cognitivas y sociales de los niños.
Katherine Kindler de la Universidad Cornell y sus colegas de la Universidad de Chicago, realizaron una investigación que concluyó que los niños multilingües pueden ser mejores en comunicación que los monolingües.
Los científicos reclutaron un grupo de niños estadounidenses de 4 a 6 años, de contextos lingüísticos diferentes y les presentaron una situación en la que tenían que considerar la perspectiva de otra persona para entender lo que quería decir. Por ejemplo, un adulto le dice al niño: “¡Oh un auto pequeño! ¿Podrías mover el auto pequeño por mi?” Los niños podían ver un auto grande, otro mediano y otro pequeño, pero estaban en una posición que les permitía saber que el adulto solo veía el mediano y el grande. Es decir que cuando el adulto se refería al auto pequeño (perspectiva del adulto), estaba hablando en verdad del auto mediano (perspectiva del niño).
Se encontró que los niños bilingües eran mejores en esta tarea. Y tiene mucho sentido si consideramos que para interpretar lo que nos dice una persona debemos prestar atención no solo al contenido de lo dicho, sino también al contexto. ¿Qué sabe y qué no sabe el emisor?¿Qué quiso transmitir? Los niños en ambientes multilingües tienen experiencias sociales que proveen prácticas rutinarias de consideración de la perspectiva de otros: pensar en quién habla qué idioma a quien, quién entiende qué contenido y los lugares en los que los diferentes lenguajes son hablados.
Es interesante resaltar otro resultado del estudio: los niños monolingües que estaban expuestos a otro lenguaje diferente al suyo, eran tan buenos como los bilingües en esta tarea. Esto parece indicar que crecer en ambientes donde se hablan múltiples lenguajes es el factor que posibilita dicha habilidad.
Los investigadores se preguntaron si tal vez los resultados no podrían ser explicados por las mayores habilidades cognitivas que se han observado en niños bilingües. Para responder al interrogante, se les tomó a los niños un test cognitivo estándar de funciones ejecutivas. Encontramos que los chicos bilingües se desempeñaron mejor que los monolingües, sin embargo los niños que eran monolingües con exposición a otros lenguajes no lo hicieron. Estos últimos se desempeñaban como los bilingües en las tareas de comunicación pero como monolingües en las cognitivas. Las habilidades cognitivas no explicaron la facilidad para adoptar la perspectiva de otros.
El mismo equipo de científicos examinó luego en otro estudio, los efectos de la exposición multilingüe en niños mucho más pequeños (14 a 16 meses), edades en las que el lenguaje más avanzado suele consistir en palabras sueltas. Se les mostraba a los bebés dos versiones del mismo objeto, por ejemplo una banana, una de las cuales era visible tanto para el niño como para el adulto y la otra era visible para el bebé pero no para el adulto. Cuando el adulto le pedía al niño la banana, este le podría pasar cualquiera, pero si comprendía el contexto social, agarraría la banana que el adulto podía ver.
Se encontró que los bebés monolingües agarraban con igual frecuencia ambas bananas. Por otro lado, los bebés en ambientes multilingües (incluso aquellos cuya exposición era mínima) ya entendían la importancia de adoptar la perspectiva de otros para comunicarse. Agarraban con más frecuencia la banana que el adulto podía ver.
Estas investigaciones parecieran indicar que el multilingüismo facilita habilidades básicas de entendimiento interpersonal. Y dichas habilidades pueden adquirirse incluso con la mera exposición a otros idiomas.
Fuente: The New York Times