Sumergirnos en un libro y leer en internet son experiencias muy diferentes. Actualmente leemos mucho más mediante nuestros dispositivos electrónicos, pero lo que más vemos son páginas con información rápida y práctica, rara vez nos vemos inmersos en la lectura de algo que buscamos por internet. Un libro convencional sin embargo, por sus características, nos facilita el compromiso con la lectura. ¿Por qué es importante que sigamos leyendo de esta manera?¿cuáles son los beneficios?
Raymond Mar, un psicólogo de la Universidad York en Canadá, y Keith Oatley, profesor emérito de psicología cognitiva en la Universidad de Toronto reportaron en estudios del 2006 y 2009 que las personas que leen ficción regularmente parecen entender mejor a otros, empatizar con ellos y ver el mundo desde sus perspectivas. Este vínculo persistió incluso luego de haber controlado variables como el hecho de que personas empáticas pueden elegir leer más novelas. Un estudio del 2010 encontró resultados similares en niños pequeños: mientras más historias se les leían, más perspicaces eran sus “teorías de la mente”, o el modelo mental de las intenciones de otras personas.
La “Lectura Profunda”, al contrario de las lecturas superficiales que hacemos cuando estamos en internet, es una práctica en peligro de extinción, y una que deberíamos intentar preservar. Si desaparece, el desarrollo emocional e intelectual de las generaciones futuras (que están creciendo online) estará en peligro, tanto como la perpetuación de una importante parte de nuestra cultura: las novelas, poemas y otras clases de literatura que pueden ser apreciadas solo por lectores cuyos cerebros, literalmente, han sido entrenados para aprehenderlos.
Aunque lo llamemos igual, la lectura profunda de libros y la lectura que realizamos al buscar información en la web son muy distintas, tanto en la experiencia que recibe el lector como en las capacidades que desarrolla.
Cada vez hay más evidencia que sugiere que la lectura online podría ser menos comprometida y menos satisfactoria, incluso para los “nativos digitales” para quienes esto es tan común y familiar. Recientemente, por ejemplo, Britain’s National Literacy Trust publicó un estudio que contó con 34.910 personas jóvenes de entre 8 y 16 años. Los científicos reportaron que el 39% de los niños y adolescentes leen diariamente utilizando dispositivos electrónicos, pero solo el 28% lee materiales impresos todos los días.
Aquellos niños que solo leían en la pantalla eran tres veces menos propensos a decir que disfrutan leer, y era un tercio menos probable que tuvieran un libro favorito. El estudio también encontró que las personas jóvenes que leen diariamente solo en la pantalla, eran casi dos veces menos propensos a ser lectores por sobre el promedio, comparados con aquellos que leen material impreso o ambos (impreso y en pantalla).
Para entender por qué deberíamos preocuparnos sobre cómo leen los jóvenes y no solamente si están leyendo, ayuda saber un poco sobre cómo evolucionó la habilidad de leer. “Los seres humanos no nacieron para leer,” comenta Maryanne Wolf, directora del Center for Reading and Language Research (Centro para la investigación de la Lectura y el Lenguaje) de la Universidad Tufts y autora de Proust and the Squid: The Story and Science of the Reading Brain (Proust y el calamar: La Historia y Ciencia del Cerebro lector). Al contrario que la habilidad de entender y producir lenguaje, que bajo circunstancias normales se desarrollará de acuerdo a un programa dictado por nuestros genes, la habilidad de leer debe ser laboriosamente adquirida por cada persona. Los “circuitos de lectura” que construimos son reclutados de estructuras cerebrales que evolucionaron para otros propósitos (y estos circuitos pueden ser débiles o robustos dependiente del uso que se les dé).
El lector, inmerso en su libro, protegido de las distracciones y en sintonía con los matices del lenguaje, entra en un estado que el psicólogo Víctor Nell, en un estudio de la psicología de la lectura por placer, compara a un trance hipnótico. Nell encontró que cuando los lectores están disfrutando la experiencia al máximo, el ritmo de lectura se hace más lento. La combinación de decodificación rápida y fluida de palabras, y el progreso de páginas lento y sin apuros le da a los lectores tiempo para enriquecer su lectura con reflexión, análisis y sus propios recuerdos y opiniones. Les da también tiempo de establecer una relación íntima con el autor.
Esto no es lectura como muchos jóvenes la están conociendo. Su lectura es pragmática e instrumental. Los que hemos sentido el placer de sentarnos a leer un libro y sentir como si estuviéramos allí adentro viéndolo todo desde los ojos de los personajes, podemos comprender que no preocuparnos de que las generaciones futuras lean de manera profunda, es privarlos no solo una experiencia increíble, sino también de una que los equipará con importantes habilidades para la vida.
Fuente: TIME