Pilar C. para Verne:
La agorafobia me ha mantenido encerrada en casa durante algunas épocas. Por suerte, la ayuda de mi hermana y la de la amiga que me acompañó al hospital en mi primer ataque, han sido mi salvavidas. Ellas siempre han estado a mi lado, aunque solo fuera para acompañarme hasta el rellano de mi escalera porque no me atrevía a caminar más lejos.
En estas condiciones, cuesta conocer gente. Cada vez que hablo con alguien, siento la amenaza de que me sobrevenga un nuevo ataque. Me he convertido en una persona huidiza, así que me aferré con fuerza a quienes ya conocía. En mi situación crees que, sin ellos, ya nunca conocerás a nadie más y acabarás sola.
Y eso nos convierte en personas especialmente vulnerables. En el caso de mi expareja, con quien incluso llegué a casarme, no me sentí tan acompañada como esperaba. Es cierto que mis ataques alteraron nuestra vida en pareja. No lo escondo. En una ocasión, tuve que salir corriendo de un restaurante, a mitad de la cena, para esconderme en nuestro coche.
Una historia que nos demuestra directamente lo que pasa cuando no se trata adecuadamente los trastornos de ansiedad.