El desequilibrio y las desigualdades de género no pueden esconderse. La posibilidad real de tener acceso a opciones diversas, así como la brecha salarial, son asuntos que ponen de relieve la supremacía de un género sobre otro y, de hecho las asociaciones entre el poder y la masculinidad pueden comenzar incluso con niños de sólo cuatro años, según los hallazgos de un nuevo estudio (Charafeddine et al., 2020).
Los niños, desde pequeños, internalizan las jerarquías de género: un estudio encontró que los niños califican los trabajos tradicionalmente masculinos como más valiosos (Weisgram et al., 2010).
El equipo de Charafeddine pidió a 148 preescolares franceses que miraran una imagen con dos individuos sin género, uno adoptando una postura física dominante y otro adoptando una postura sumisa o subordinada. A los niños se les dijo que un personaje decía “¡tienes que hacer todo lo que yo digo!” y otro “¡Está bien! ¡Haré lo que quieras!.” Luego se les preguntó qué personaje tenía poder y cuál no. En la segunda parte del estudio, se les dijo a los niños que una de las figuras era en realidad un hombre y la otra una mujer, y se les pidió que identificaran cuál era cuál.
Identificar quién era la parte dominante no fue una lucha para los niños: el 87.4% de los participantes comparó correctamente la declaración dominante con la postura erguida y la postura subordinada con la declaración subordinada. Y el 75% de los niños que identificaron correctamente la parte dominante también estaban convencidos de que la figura era masculina.
Y los hallazgos también se realizaron en diferentes culturas: en un segundo estudio, los niños de Noruega, un país con una igualdad de género excepcionalmente alta, se compararon con los niños del Líbano, donde la igualdad de género es menor. Y como en la primera parte del experimento, los niños de 4 a 6 años tenían más probabilidades de asociar la postura dominante con los hombres, aunque, en particular, los niños de 3 años tenían menos probabilidades de llegar a la misma conclusión. Los investigadores sugieren que esto puede deberse a una menor conciencia de cómo las posturas pueden transmitir poder, entre los niños más pequeños.
En un segundo experimento, a 160 escolares se les mostraron los mismos materiales, pero esta vez se les pidió que se imaginaran a sí mismos como uno de los dos personajes (podían elegir cuál). En una condición, a los participantes se les dijo que el otro personaje era del mismo género que ellos; en otro, el personaje era del género opuesto.
Nuevamente, un número significativo de niños pudo identificar posiciones dominantes y subordinadas (146 de los 160 participantes identificaron correctamente cuál era cuál). Las diferencias entre las condiciones, sin embargo, fueron interesantes. Los niños y niñas en la condición de “mismo género” tendían a identificarse con el personaje dominante. Pero en la condición de “género opuesto”, los niños varones se identificaron más con el personaje dominante, mientras que las niñas no tendían a identificarse con uno más que con el otro.
En un experimento final, 213 niños franceses y libaneses de 4 a 5 años escucharon una serie de intercambios entre dos títeres ocultos, uno masculino y otro femenino, y se les pidió que adivinaran qué títere ocupaba la posición poderosa y cuál el subordinado. En un escenario, el poderoso títere impone su voluntad sobre el otro; en el otro, un títere tiene más recursos que el otro.
Una vez más, la mayoría de los niños encuestados sintieron que el títere poderoso en ambos escenarios era masculino. Pero las participantes femeninas no solían hacer esta atribución, lo que sugiere que la asociación entre poder y masculinidad puede ser más débil en las niñas.
Obviamente, es difícil negar una asociación social fuerte entre masculinidad y poder, y una asociación, como sugieren estos resultados, de la que aprendemos desde una edad temprana. Pero esto no quiere decir que no estamos progresando, ni que los niños no están internalizando algunos de los mensajes que están más basados en la igualdad que ahora existen en torno al género. Un estudio reciente, por ejemplo, analizó la diferencia con la que los niños dibujan figuras ahora, en comparación con 1977: los participantes del 2015 tenían muchas más probabilidades de dibujar figuras femeninas que en la década de 1970, lo que los autores del estudio consideraron que estaba relacionado con una mayor igualdad de género (Lamm et al., 2019).
El hecho de que los niños menores de cuatro años no parecieran tener los mismos prejuicios también sugiere que alentar a los niños a repensar los roles de género tradicionales desde una edad extremadamente temprana puede ser una forma útil de combatir las desigualdades.
Por supuesto, se trata de algo más que la percepción: nuestras creencias sobre el género y el poder afectan la forma en que nos relacionamos con otros y tienen un impacto material en el lugar de trabajo. Comprender cómo se desarrollan nuestras creencias sobre el poder puede no ser suficiente para eliminar las desigualdades, pero podría ser un primer paso útil.
Referencia bibliográfica:
Charafeddine, R., Zambrana, I. M., Triniol, B., Mercier, H., Clément, F., Kaufmann, L., Reboul, A., Pons, F., & Van der Henst, J.-B. (2020). How Preschoolers Associate Power with Gender in Male-Female Interactions: A Cross-Cultural Investigation. En Sex Roles. https://doi.org/10.1007/s11199-019-01116-x
Lamm, B., Gernhardt, A., & Rübeling, H. (2019). How Societal Changes Have Influenced German Children’s Gender Representations as Expressed in Human Figure Drawings in 1977 and 2015. En Sex Roles (Vol. 81, Números 1-2, pp. 118-125). https://doi.org/10.1007/s11199-018-0978-5
Weisgram, E. S., Bigler, R. S., & Liben, L. S. (2010). Gender, values, and occupational interests among children, adolescents, and adults. Child Development, 81(3), 778-796. https://doi.org/10.1111/j.1467-8624.2010.01433.x
Fuente: British Psychological Society