Los antipsicóticos son un tipo de drogas psicotrópicas que alivian síntomas psicóticos como los delirios, el lenguaje y la conducta desorganizados y las alucinaciones. También reducen las probabilidades de recaída y la intensidad de los síntomas (Lieberman, Stroup & Perkins, 2006).
Si bien los antipsicóticos alivian tanto los síntomas positivos como los negativos de la esquizofrenia, los primeros responden en mayor medida que los últimos (Lieberman, Stroup & Perkins, 2006).
A principios de 1950, Deniker y Delay observaron efectos antipsicóticos en la clorpromazina, fármaco que fue introducido en Estados Unidos en el año 1954. A dicho fármaco le siguieron la flufenazina, el haloperidol, la tioridazina y la perfenazina. Todas estas drogas poseían efectos similares y formaban parte de lo que se conoce como antipsicóticos de primera generación (Lieberman, Stroup & Perkins, 2006).
Los antipsicóticos de primera generación actúan bloqueando los receptores cerebrales postsinápticos de la dopamina y los expertos creen que es este bloqueo en las cortezas frontal y límbica lo que logra el efecto antispicótico. Según su efecto sobre los receptores de dopamina y otros sistemas de neurotransmisores y sus efectos secundarios, este grupo se clasifica en: fármacos de potencia elevada que presentan alto riesgo de efectos secundarios extramiramidales, moderado de sedación y bajo de efectos anticolinérgicos y antiadrenérgicos; fármacos de potencia media con efectos moderados; y fármacos de potencia baja que poseen riesgo bajo de efectos secundarios extramiramidales, pero alto de sedación y efectos secundarios anticolinérgicos y antiadrenérgicos (Lieberman, Stroup & Perkins, 2006).
Los antipsicóticos de segunda generación se desarrollaron con la esperanza de reducir los efectos secundarios y obtener mejores resultados sobre los síntomas negativos de la esquizofrenia. Los principales fármacos de este grupo son la clozapina, la risperidona, la olanzapina, la ziprasidona, la quetiapina y el aripiprazol (Lieberman, Stroup & Perkins, 2006).
En cuanto a la eficacia comparativa de ambos grupos de antipsicóticos, las investigaciones solo han encontrado ventajas modestas, en algunos aspectos, de los antipsicóticos de segunda generación sobre los de primera generación (Geddes, Freemantle, Harrison & Bebbington, 2000; Davis, Chen, Glick, 2003).
Los medicamentos antipsicóticos también pueden ser inyectados, método que ofrecería básicamente dos ventajas: menor fluctuación de los niveles plasmáticos de la droga (lo que se traduce en efectos secundarios reducidos en comparación a la administración vía oral) y mayor adhesión al tratamiento junto con un control más eficaz sobre las dosis aplicadas. La mayor desventaja es la resistencia de algunos pacientes a inyectarse regularmente, debido a que puede ser doloroso. A pesar de las posibles ventajas de este método, las investigaciones sobre el tema siguen y todavía no han mostrado diferencias claras y significativas entre la administración oral y la inyectable, como puede verse en las siguientes investigaciones 1, 2, 3, 4 (Lieberman, Stroup & Perkins, 2006).
Fuente:
Lieberman, J., Stroup, S. & Perkins, D. (2006), Tratado de esquizofrenia. Lexus editores: Barcelona