Las repercusiones del bullying infantil, si bien persisten a lo largo del tiempo e influyen en la vida adulta de las víctimas, sí pueden disminuir progresivamente cuando se brindan los recursos de apoyo psicológico adecuados por un periodo de tiempo sostenido.
A esta conclusión llega un estudio realizado por la University College London (UCL) que explora la capacidad de resiliencia de niños expuestos al bullying, pero también la importancia de tomarse en serio las implicaciones de ser una víctima de intimidación. El estudio, publicado en la revista JAMA Psychiatry, encontró que los efectos perjudiciales del acoso se redujeron con el tiempo en una muestra de 11.108 participantes procedentes del Estudio de Desarrollo Temprano de Gemelos, basado en el King’s College de Londres.
Mediante la aplicación de una encuesta, los investigadores observaron las asociaciones entre el bullying y la salud mental de los gemelos para luego analizar factores como la genética compartida y las influencias ambientales, ya que se estudiaron tanto gemelos monocigóticos (“idénticos” genéticamente) como dicigóticos (“no idénticos”, en el mismo ambiente de crianza).
Tanto los niños como sus padres llenaron el cuestionario: a los participantes de entre 11 y 14 años se les preguntó acerca de la victimización entre pares, y a los niños de entre 11 y 16 se les preguntó acerca de las dificultades experimentadas en su salud mental.
Resultó que la trascedencia de los efectos del bullying fue mayor antes de pasar a controlar variables como los factores ambientales y genéticos compartidos, lo que significa que el bullying en sí es sólo parcialmente responsable de los problemas de salud mental experimentados por los niños intimidados.
Los investigadores descubrieron que, una vez eliminados los factores de confusión, siguió habiendo una contribución causal entre la exposición al acoso y la ansiedad concurrente, la depresión, la hiperactividad e impulsividad, la falta de atención y los problemas de conducta, sin embargo, cinco años después ya no había efecto, aunque los niños de 16 años que habían sido intimidados a los 11 años tenían más probabilidades de ser afectados por pensamientos paranoicos o desorganización cognitiva (una tendencia a que los pensamientos se descarrilen).
Jean-Baptiste Pingault, psicólogo de la UCL y autor principal del estudio, explica que, si bien los resultados demuestran que ser víctima de bullying conduce a resultados perjudiciales para la salud mental a largo plazo, estos mismos resultados también ofrecen un mensaje de esperanza al destacar el potencial de resiliencia. “El bullying ciertamente causa sufrimiento, pero el impacto sobre la salud mental disminuye con el tiempo, en el mediano plazo”, comenta.
Por otro lado, Sophie Dix, Directora de Investigación de MQ: Transforming Mental Health, quien financió el estudio, opina que “hay que hacer más para ayudar a los niños que son intimidados”.
“Además de las intervenciones destinadas a prevenir el acoso”, comenta Dix, “También debemos apoyar a los niños que han sido intimidados mediante procesos de resiliencia y apoyo continuo a la atención de salud mental para niños y adolescentes”.
Fuente: Science Daily; JAMA Psychiatry