El Autismo es un trastorno que se manifiesta en la infancia y que se caracteriza por patrones de comportamiento rígidos y estereotipados, déficits en la interacción social y alteraciones en el procesamiento sensorial.
Las personas con TEA en muchos casos poseen hipersensibilidad al tacto, prefiriendo ciertas texturas a otras, o incluso evitando el contacto con ciertos elementos. Lo mismo suele suceder con olores, ruidos y estímulos visuales. Determinado tipo de luz puede llamar mucho la atención en una persona, mientras que otro estímulo visual desencadena una crisis en el mismo sujeto.
El panorama no es homogéneo, es decir que mientras algunos niños pueden poseer mayor sensibilidad a determinados ruidos, otros la tienen frente a estímulos táctiles o visuales, por ejemplo. Estas dificultades en el procesamiento sensorial son, en ocasiones, una de las primeras señales que motivan la visita al profesional en busca de un diagnóstico (Blanche, Reinoso, 2007).
Se considera actualmente que el TEA tiene una etiología genética, produciéndose por la mutación de ciertos genes. Álvarez y Camacho- Arroyo (2010) detallan lo que se conoce que está implicados en el trastorno. En general, las explicaciones sobre los efectos que causan las alteraciones propias del autismo, se han centrado en el cerebro y en déficits en su funcionamiento. Sin embargo, días atrás se publicó una investigación en el sitio Cell, en la cual mediante la experimentación con ciertos genes asociados al trastorno, se observaron en ratones alteraciones en la conducta social, la percepción del tacto y la ansiedad. Todas características asociadas al TEA.
¿En qué consistió la investigación?
Los investigadores, mediante manipulación genética, analizaron los efectos que producen genes asociados al TEA: el MECP2, cuya mutación causa el síndrome de Rett, y el GABRB3; estudiando los efectos que produce su alteración en determinados tipos de células nerviosas. Las mutaciones realizadas en laboratorio generaron una comunicación defectuosa entre los nervios de la piel (que reciben los estímulos del exterior) y las neuronas de la médula espinal que recogen sus señales. Es decir, entre las partes encargadas de transformar un estímulo externo en uno interno.
Los investigadores analizaron la percepción táctil de los roedores mediante pequeños golpes de aire en sus espaldas. También probaron la misma mediante su capacidad para diferenciar texturas. Los resultados fueron que ante estos suaves golpes de aire, los ratones cuyo ADN había sido manipulado mostraron una sensibilidad anormal al tacto, es decir, una hipersensibilidad similar a la que se presenta en TEA. Fue como si las neuronas que recibían estos impulsos tuviesen un “volumen más alto”, amplificando las sensaciones de los estímulos táctiles. A su vez, no fueron capaces de diferenciar entre distintas texturas.
Con respecto al comportamiento social, los ratones son animales que buscan la interacción social con otros seres de su especie, aún cuando no los conozcan. No obstante, aquellos ratones que fueron objeto del estudio, no solo se relacionaron menos con otros ratones, sino que además mostraron mayores niveles de ansiedad, dos características también fuertemente asociadas al autismo.
Conclusiones y nuevas perspectivas
El estudio del que se habló aquí, puede arrojar luz acerca de la alteración de los procesos de percepción de los demás sentidos afectados en el autismo (vista, oído y olfato). En efecto, los investigadores creen que los déficits sensoriales presentes en el resto de los sentidos en TEA, responden a las mismas causas subyacentes, esto es, una comunicación defectuosa entre nervios periféricos (de la piel en este caso) y las neuronas de la médula encargadas de recoger la “señal” proveniente del exterior. El cerebro, en caso de seguir hallándose evidencia en esta línea, ya no sería el único foco de atención, ya que la comunicación entre dichos nervios periféricos y las neuronas de la médula espinal, debería ser estudiada en mayor profundidad.
Con respecto a la disminución del comportamiento social y el aumento de la ansiedad, la investigación reviste importancia porque explica cómo en ratones, la percepción alterada solo en un sentido disminuye las interacciones sociales con pares, a la vez que se incrementan los niveles de ansiedad. La pregunta sobre si cambios en los sentidos restantes (olfato, gusto, vista y oído) producirían modificaciones equivalentes en las relaciones sociales y en la ansiedad, queda abierta para futuras investigaciones.
Está claro que esto no alcanza para atribuir solamente a estas deficiencias toda la gama de comportamientos presentes en el autismo, empezando por el hecho de que la investigación se realizó en roedores y no en seres humanos. Sin embargo, el estudio abre una interesante línea de investigación para entender de manera más completa al TEA, su etiología y distintos tipos de manifestaciones; así como también su terapéutica.
Fuente: Sinc
Referencias
– Álvarez, I., Camacho- Arroyo, I. (2010). Bases genéticas del autismo. Acta Pediatr Mex. 31(1):22-28
– Cabrera, I., Báez, M., Maragoto, C., Galvizu, R.,Vera, H., Ortega, M. (2011). Evaluación funcional de sistemas sensoriales mediante potenciales evocados en niños con trastorno del espectro autista. Enfermería Global. 24, 39- 45.
Imperatore Blanche, E., Reinoso, G. (2007). Extraído de Revista Chilena de Terapia Ocupacional.