Este año hemos vivido una pandemia a nivel mundial cuyas medidas de seguridad, si bien son importantes, han impactado en muchos aspectos de nuestra vida y estamos tratando de adaptarnos de la mejor manera que podemos. Confrontados de forma repentina con falta de interacciones sociales, muchos sienten soledad. Hace falta esa palmadita en los hombros o ese abrazo de consuelo, que muchas veces recibimos en tiempo de adversidad.
Para afrontar esta situación hemos recurrido por ejemplo a videollamadas o a jugar o ver películas sincronizadamente con otros. ¿Cómo podríamos sacarle el mayor beneficio a estas formas de buscar contacto social?
La soledad
Cuando nos sentimos rechazados, se activan regiones cerebrales asociadas al estrés, la incertidumbre social y la rumiación (Cacioppo, Frum, Asp, Weiss, Lewis y Cacioppo, 2013). Algunos autores creen que tal vez se debe a un mecanismo para llevarnos a establecer y mantener relaciones sociales en pos de nuestra supervivencia.
Soledad y personalidad
No todos disfrutan la conexión social de la misma forma. Las personas con un tipo de personalidad extrovertida buscan y disfrutan más interacciones sociales, tienen acceso a redes sociales más extensas y reportan percibir menos soledad y más apoyo social (Buecker, Maes, Denissen y Luhmann, 2020).
Algunos estudios también han encontrado que la amabilidad como rasgo de personalidad se correlaciona a mayor popularidad, simpatía y menos conflictos (Buecker, Maes, Denissen y Luhmann, 2020).
Existen estudios sobre el neuroticismo y la soledad, que indican que el primero se relaciona con una mayor reactividad a estresores sociales. Los individuos que puntúan alto en neuroticismo son más sensibles a señales de rechazo social, que puede resultar en sentimientos de soledad. Este rasgo de personalidad se ha vinculado también con disfunción interpersonal que lleva a una menor satisfacción en las relaciones. En contraste, las personas que puntúan bajo en neuroticismo son descritas como más simpáticas por sus pares, lo que puede resultar en menos soledad (Buecker, Maes, Denissen y Luhmann, 2020).
Los riesgos de la soledad
La soledad puede ser una amenaza a la salud y se sabe que aumenta el riesgo de mortalidad (Luo, Hawkley, Waite y Cacioppo, 2012). Incluso se ha reportado que la soledad y el aislamiento social se asocian a un incremento de sufrir ictus o ataque del corazón.
Algunos científicos opinan que tal vez se deba a que los amigos y amigas y familiares ejercen cierto control alentando y apoyando conductas saludables.
Adicionalmente, se ha observado que los sentimientos de soledad se relacionan con un aumento en las probabilidades de presentar demencia y pueden tener un gran impacto en nuestras emociones.
¿Cómo afrontar la soledad?
Un metaanálisis sugiere que algunas de las intervenciones más exitosas encuentran formas de redirigir los pensamientos distorsionados que crean soledad. Al sentirte sola/o puedes tratar de identificar pensamientos automáticos (por ejemplo, asumir que otros no quieren saber de ti o que estás molestando) y replantearlos como hipótesis más que hechos (Masi, Chen, Hawkley y Cacioppo, 2010).
Otra revisión de literatura encontró que trabajar en estrategias de afrontamiento también puede ser muy beneficioso, especialmente aquellas enfocadas a la resolución de problemas (Deckx, van den Akker, Buntinx y van Driel, 2017).
¿Puede ayudar la tecnología?
Aunque el uso de redes sociales muchas veces es criticado, es una de las únicas herramientas que nos ayudan a conectar con los demás en estos momentos. Sin embargo, tienen sus carencias: al no vernos cara a cara hay una falta de señales no verbales. Cuando esta información, que es importante para entender el contexto y tono de un encuentro social, no está disponible podemos percibir menos señales amistosas de otros (Sadikaj y Moskowits, 2018).
Si bien las redes sociales pueden ayudar mucho en tiempos de aislamiento, algunos componentes faltan, pero existen formas de aumentar las recompensas de la comunicación social: un estudio que utilizó realidad aumentada descubrió que los participantes informaron una mayor sensación de presencia social y una experiencia más atractiva (de Souza Alemeida, Atsumi Oikawa, Polo Carres, Miyakazi, Kato y Billinghurst, 2012). Del mismo modo, la participación en actividades compartidas beneficia la formación de relaciones cercanas con los demás (Mesch y Talmud, 2005).
Existen robots que están diseñados para interactuar socialmente con nosotros y se han llevado a cabo estudios para analizar dicha interacción y cómo podría influir en nuestra habilidad de sentirnos socialmente conectados a estas máquinas. Por ejemplo, un estudio reciente resalta cómo las personas conversan con un robot con forma humana de manera similar a como lo harían con una persona (Laban, Morrison y Cross, 2020).
Aunque esto te parezca futurista, muchos robots ya han llegado a nuestras casas, hospitales y supermercados. Sin embargo, hasta que todos tengamos un robot sofisticado socialmente, lo mejor que tenemos es el uso de internet, enfocado especialmente en las actividades compartidas (como la participación en cultos virtuales de tu iglesia, los eventos por zoom, las películas compartidas, etc.). También recuerda que el contacto humano volverá a ser seguro en algún momento.
Fuente: Psypost