Los eventos adversos vividos en la niñez y adolescencia estarían vinculados al desarrollo de enfermedades cardiovasculares en la adultez, de acuerdo con los resultados de una revisión publicada en Circulation, el journal de la Asociación Americana del Corazón.
Los hallazgos se basan en una revisión de estudios existentes que han mostrado un fuerte vínculo entre experiencias traumáticas en la niñez y adolescencia y mayores probabilidades de desarrollar factores de riesgo como obesidad, presión sanguínea alta y diabetes tipo II, a edades más tempranas que aquellos que no sufrieron ningún tipo de trauma en el mismo período de la vida.
Los factores de riesgo antes mencionados, aumentan las chances de desarrollar enfermedades del corazón y los vasos sanguíneos, entre otras condiciones, en la adultez (ataques al corazón, hipertensión, obesidad, diabetes tipo II).
Según la investigación, cerca del 60% de los estadounidenses reporta haber vivido eventos adversos en la niñez.
La adversidad es definida como cualquier situación en la que el niño perciba amenazas a su integridad física o peligro para su familia o estructura social. Esto incluye abuso emocional, físico o sexual, negligencia, bullying, violencia doméstica, divorcio parental, separación, muerte, abuso de sustancias por parte de los padres, vivir en un lugar con altos niveles de crimen, no tener un hogar, discriminación, pobreza, entre otros.
Cómo se explica esta relación
No se sabe con claridad cómo la adversidad termina en problemas cardiovasculares y metabólicos, pero la evidencia actual sugiere que se debe a los efectos de un conjunto de factores conductuales, mentales y biológicos que responden al aumento del estrés.
Por ejemplo, las reacciones no saludables al estrés (fumar, comer de más, etc.) pueden relacionarse con un mayor riesgo para ciertas enfermedades.
Adicionalmente, se sabe que el estrés recurrente y crónico sufrido en al niñez incrementa el riesgo de ansiedad, depresión y otros trastornos del estado de ánimo, los cuales se relacionan fuertemente con comportamientos poco saludables, que a su vez llevan a enfermedades metabólicas y cardiovasculares.
Además, el estrés crónico o los picos repetidos del mismo podrían interrumpir el normal desarrollo y funcionamiento inmune, metabólico, nervioso y endocrino.
Pasos hacia la reducción y prevención del riesgo
No todos los niños que han enfrentado situaciones adversas desarrollan las enfermedades antes mencionadas. Para los autores, esto sugiere que existen factores culturales, ambientales, biológicos y sociales que podrían ayudar a reducir y prevenir el riesgo. Investigaciones futuras tal vez nos ayuden a desarrollar estrategias preventivas, ya que en la actualidad ni siquiera existen guías para que los profesionales de la salud chequeen posibles situaciones adversas que viven niños y adolescentes.
Los científicos nos advierten que los resultados son solo observaciones y no necesariamente prueban causa y efecto. Sin embargo, cada vez más investigaciones apuntan a la adversidad en la niñez como un modulador de la salud y enfermedad.
Tristemente, las consecuencias de haber experimentado eventos como los mencionados anteriormente, no termina allí sino que continúa haciéndoles daño a estas personas. Las investigaciones deben continuar para poder desarrollar guías y planes de prevención que nos ayuden a bajar el riesgo de sufrir estas enfermedades en personas que han pasado por eventos adversos.
Referencia del estudio:
Shakira F. Suglia, Karestan C. Koenen, Renée Boynton-Jarrett, Paul S. Chan, Cari J. Clark, Andrea Danese, Myles S. Faith, Benjamin I. Goldstein, Laura L. Hayman, Carmen R. Isasi, Charlotte A. Pratt, Natalie Slopen, Jennifer A. Sumner, Aslan Turer, Christy B. Turer, Justin P. Zachariah. Childhood and Adolescent Adversity and Cardiometabolic Outcomes: A Scientific Statement From the American Heart Association. Circulation, 2017; CIR.0000000000000536
Fuente: Psychcentral