Todo padre quiere lo mejor para sus hijos y en términos de salud y alimentación, eso involucra el consumo de vegetales, frutas, legumbres, cereales, etc. Pero, como ellos saben muy bien, estos alimentos no suelen ser muy atractivos para los niños y, para lograr que al menos los prueben, los papás luchan diariamente aprendiendo a utilizar la negociación y motivación como profesionales.
Como ya se imaginaran, estamos escribiendo sobre el tema porque existen algunas investigaciones al respecto. Hace un tiempo compartimos un estudio donde se encontró que decirles a los niños que se coman los vegetales porque son buenos para ellos, no funciona ¿Por qué? Según el estudio “(…)los mensajes que fomentan la idea de que algo es bueno para nosotros también nos hacen pensar que debe saber mal.”
Sin embargo, la investigación que presentaremos hoy no nos habla de lo que no funciona, si no de un método que sí podría ser eficaz para promover decisiones alimenticias saludables en adolescentes, un grupo etario bastante difícil.
El estudio, publicado en PNAS, cuyo grupo de investigadores fue dirigido por Christopher Bryan y David Yeager, argumentó que intervenciones previas probablemente fueron poco exitosas porque se enfocaron en la salud futura y asumieron que esto sería suficiente para motivar a los adolescentes. En contraste, esta astuta investigación, utiliza el instinto adolescente de rebelión y autonomía y el valor que le otorgan a la justicia social.
Los investigadores reclutaron a 536 adolescentes de entre 13 y 14 años, que conformaban la totalidad de los alumnos de 8vo grado en una escuela suburbana de Texas. Los chicos fueron divididos en tres grupos:
1. Los que recibirían una intervención tradicional sobre salud pública.
2. Los que no recibieron intervención (grupo control).
3. Los que recibirían una intervención innovadora.
El grupo número 3 leyó un artículo sobre la industria de la comida. En el mismo se trataban las estrategias manipulativas y engañosas utilizadas para hacer más atractiva y aparentemente saludable a la comida chatarra. También incluía fotos de cuatro ejecutivos de la industria de la comida, quienes eran descritos como “adultos controladores e hipócritas”. Se esperaba que los adolescentes de este grupo vieran a la elección de comida saludable como un acto de autonomía e independencia.
La investigación utiliza el instinto adolescente de rebelión y autonomía y el valor que le otorgan a la justicia social
En el artículo presentado a este grupo, también se explicaba cómo las campañas publicitarias apuntaban específicamente a personas muy jóvenes y pobres, causandoles un gran daño. Con esto se esperaba que los adolescentes percibieran el consumo de comida saludable como una rebelión contra la injusticia social.
Luego, los participantes del grupo 3 leyeron los resultados de una encuesta ficticia de adolescentes más grandes que querían luchar contra las industrias de la comida mediante la compra y consumo de alimentos menos procesados. Finalmente, se les pidió que escribieran un ensayo explicando por qué creían que las personas estaban indignadas y cómo podrían revelarse a la industria de la comida (esto tenía el objetivo de conocer si los adolescentes habían internalizado el mensaje).
Los participantes que habían sido parte del grupo con la intervención innovadora (3), habían asociado la alimentación saludable con autonomía y justicia social. También calificaron a la alimentación saludable como más atractiva. Esto no sucedió en los grupos controles.
El estudio también pudo observar efectos prometedores en la conducta de los chicos: un día después, se les ofreció bocadillos y bebidas en un contexto aparentemente no relacionado (una recompensa por su arduo trabajo durante el período de exámenes). Los adolescentes del grupo 3 eligieron bocadillos y bebidas saludables más frecuentemente que los adolescentes del grupo control. Como resultado, el grupo 3 consumió en promedio 3.6g menos de azúcar, comparado con los otros dos grupos. Dos días después, los participantes del grupo con la intervención innovadora estaban también más enojados en relación a las publicidades de bebidas azucaradas y menos tentados a beber gaseosas (sodas).
Esta simple intervención tuvo una influencia en elecciones de la vida real y en las actitudes de los jóvenes por al menos dos días, mientras que las intervenciones tradicionales no lograron estos resultados.
Los participantes asociaron la alimentación saludable con autonomía y justicia social, además calificaron a la alimentación saludable como más atractiva
Los científicos no encontraron una diferencia significativa entre la intervención tradicional y el grupo que no recibió ninguna intervención, es decir que simplemente educar a los adolescentes sobre los efectos perjudiciales de la comida chatarra es tan efectivo como no hacer nada.
Aunque los resultados son prometedores, es importante recordar las limitaciones del estudio:
- Los adolescentes reportaron en cuestionarios cuán atractiva era la comida saludable para ellos, cuáles bocadillos y bebidas querían y cuán enojados estaban en relación a la publicidad sobre bebidas azucaradas. Estas respuestas podrían no reflejar tan acertadamente las creencias de los participantes, tal vez respondieron según lo que creían que se esperaba de ellos. La información presentada los inclinaba a estar disgustados con la industria de la comida: se les pedía que escribieran un ensayo donde explicaran la indignación de la gente (no parecía que la opción de no estar indignado existiera).
- Para evitar sesgos, los investigadores no informaron a los participantes sobre el verdadero objetivo del estudio. La investigación se disfrazó como una oportunidad para proveer feedback en relación a un currículo escolar nuevo. Los bocadillos del día dos fueron presentados como una recompensa por el trabajo de los meses anteriores, pero es posible que los chicos se dieran cuenta del verdadero propósito del estudio. Los investigadores no controlaron esta posibilidad.
- Estudios posteriores podrían utilizar medidas más sutiles como la conductancia de la piel o el Test de asociación implícita, para medir actitudes inconscientes. También podrían utilizarse técnicas de neuroimagen para ver la respuesta cerebral a la comida chatarra.
- Además es importante estudiar si hay beneficios a largo plazo de estas intervenciones, en el estudio solo se hizo un seguimiento de dos días.
Las investigaciones sobre estrategias creativas para estimular la alimentación saludable (y otras conductas saludables, también) deben seguir, utilizando técnicas de investigación más rigurosas que nos ayuden a llegar a intervenciones eficaces. Debemos seguir desarrollando esta prometedora estrategia pero también tenemos que encontrar intervenciones que sean útiles en otros grupos como los niños pequeños y los adultos.
Fuente: Research Digest