No hace mucho, navegando por la red de redes, me topé con una fotografía —la misma que ilustra este artículo— que me conmocionó profundamente. Invito al lector a que antes de seguir leyendo, contemple la imagen durante unos segundos y compruebe si al mirar la expresión de la niña que sostiene un cigarrillo en la mano, percibe en su mirada el mismo desafío que a mí me hizo estremecer al imaginar cual sería su reacción si me atreviera a recriminarla por la improcedencia de adoptar una pose tan adulta a su corta edad.
¡Que complicada es la adolescencia!
«¿No sería mejor fingir que no me he dado cuenta y dejar que la niña fume el cigarrillo si es lo que quiere; al fin y a la postre no es mi hija ni tampoco algo de mi incumbencia», pensé con recelo para que pasara de largo una responsabilidad que no me apetecía asumir, no por falta de convicción sobre la improcedencia de que la adolescente fumara sino por miedo a su reacción si llegaba a amonestarla.
Sin embargo, aunque la situación no fuera real y sólo estuviera elucubrando ante una fotografía, me incomodaba que la adolescente me mirara de un modo tan turbador: fijamente a los ojos, provocativamente y aparentemente con ganas –o tal vez la necesidad– de que me acercara a ella para reprobar su actitud.
Mi experiencia en el manejo del comportamiento en la adolescencia, me ha enseñado que en esta etapa del desarrollo se manifiesta una gran habilidad para el desafío, la seducción y también para alardear de una fingida valentía mientras el/la adolescente disimula su miedo ante las críticas que pueda recibir de sus mayores, unos reproches ante los que simulará una provocativa indiferencia que en realidad interiorizará con una ansiedad encubierta con poses de adulto tan falsas como su apática desgana por todo.
Adolescencia: entre el reto, el tanteo y la seguridad
Cuando se producen estas situaciones de reto y de tanteo por parte del adolescente, lo que en realidad pretenden estos jóvenes inexpertos es analizar cada situación, cada gesto del otro, cada dato procedente del ambiente y prever la reacción del adulto, así como evaluar que límites deberá respetar y cuales no podrá traspasar sin que suponga un peligro para él o para ella. Tal vez en este caso, la niña del cigarrillo sólo esté experimentando o recreándose en la fantasía de ser –o sentirse– mujer por un instante mientras en un recoveco de su subconsciente, la niña que aun no ha dejado de ser querrásentir la seguridad que percibía cuando jugaba con sus muñecas.
Termina de leer el artículo completo en Gestalt Valencia, el blog especializado de Clotilde Sarrió.