Cualquier movimiento corporal intencional, realizado con los músculos esqueléticos y que resulta en un gasto de energía, es actividad física (AF). También, es una experiencia personal que nos permite conocernos a nosotros mismos e interactuar con los seres y el ambiente que nos rodea.
Las relaciones entre la AF y la salud comprenden un conjunto muy amplio y complejo de factores biológicos, personales y socioculturales. Desde una concepción terapéutico-preventiva, la AF es considerada para el tratamiento de enfermedades diversas. Previene enfermedades cardíacas, metabólicas y emocionales, como la depresión. Tener adecuados niveles de AF no sólo controla el peso, sino que alarga la vida y mejora la salud; aumenta la fuerza y la energía. Lamentablemente, el 50% de las personas que se inician en la AF abandonan a los 3 y 6 meses.
Mientras tanto, el sistema de salud está llegando a su límite financiero. La medicina actual es tan “efectiva” que apenas si se puede pagar. Un 20% del presupuesto del Estado destinado a organismos y entidades relacionadas a la salud podría ser redefinido generando proyectos que favorezcan el desarrollo de actividades físicas recreativas. La solución lógica está en la prevención.
El reto personal y profesional de los que participamos del sistema de salud sería el de disponer de un amplio abanico de intervenciones de bajo costo, tanto desde un punto de vista general como aplicado a cada especialidad, que les permita a los pacientes desarrollar estilos de vida más activos, saludables y que perduren en el tiempo.
A la hora de indicar AF para la salud, proponemos:
1- Derivar al paciente a un especialista en medicina deportiva para evitar que se produzcan lesiones por una AF iniciada sin tomar en consideración el tipo o duración de la actividad y la condición física de la persona.
2- Dar libertad en la elección de la AF a utilizar, según las recomendaciones médicas.
3- Establecer objetivos de dificultad moderada haciendo hincapié en la importancia de los progresos personales y en el establecimiento de objetivos realistas.
4- Informar sobre el propósito de la actividad para que aumente la percepción positiva, el compromiso y el sentido de la autonomía.
5- Fomentar un clima de práctica agradable siendo necesario crear una relación interpersonal en la cual el paciente que entrena perciba que los responsables de la actividad están interesados en su salud y en su bienestar.
6- Utilizar música en entrenamientos, calentamientos y tiempos muertos, ya que distrae, mejora el humor y reduce la ansiedad.
7- Dedicar si es posible 150 minutos de actividad física aeróbica como caminar, trotar, nadar, andar en bicicleta, en una intensidad moderada, o bien 75 minutos de actividad física aeróbica vigorosa cada semana, o bien una combinación equivalente de actividades moderadas y vigorosas. Las sesiones deben durar 10 minutos, como mínimo.
8- Utilizar criterios de evaluación sobre al progreso personal y al dominio de la actividad implicando al paciente.
9- Detectar y debatir sentimientos y pensamientos negativos como: “yo no sé hacer esto”, “no sirvo para esto”, “yo no tengo resistencia”. Hay que aclarar que ninguna persona nació deportista.
10- Concientizar a las personas de que la actividad es mejorable a través de la práctica. Sería recomendable dar orientaciones del tipo: “si practicas con frecuencia vas a mejorar”, “cada uno entrena a su ritmo, no hay apuro”, “si practicas un poco, verás cómo no es tan difícil”, “con solo intentarlo, ya estás en el camino correcto”.
Imagen:Pexels
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