Hubo un tiempo donde se le obligaba a los niños zurdos a escribir y hacer todo con la mano derecha. Era una tortura. Hoy hay más opciones para los zurdos, hay sacapuntas, tijeras, lápices y hasta bolígrafos (birome en Argentina) para los que escriben con la mano izquierda. Pero eso no significa que ellos reciban los materiales adecuados para su lateridad, ni que los centros educativos se preocupen por ofrecer las opciones destinadas a sacarle provecho a la mano con que escriben. Muchos los ven como un accesorio, un gasto innecesario y tal vez exagerado. Cómo dice Emilise Pizarro en el artículo de opinión publicado el 13 de agosto, Día Internacional del Zurdo: “El mundo está hecho por y para diestros”
Aquí un fragmento de su artículo:
En ese mundo vive el zurdo, en una tortura cotidiana e invisible que comienza -si serán perversos los diestros- en la escolarización. En primer grado, cuando un niño diestro vuelve a casa y muestra qué linda le sale la a y qué bien pone el puntito sobre la i, el zurdo le enseña a su madre una estela de tinta azul que empieza en el cuaderno y se prolonga hasta su puño del guardapolvo blanco. Ella consolará: “Voy a hablar con la directora para que te deje usar birome en lugar de tinta”, mientras le refriega con agua y jabón la mano, en la pileta del baño.
Resuelto ese trauma, permanecerá el suplicio de cortar con tijera, llegará el de usar un abrelatas, hacerse el nudo de la corbata para el otro lado, aprender en espejo a atarse los cordones, hacer fuerza al revés para abrir una puerta, resaltar un texto en reversa (comenzará el trazo en la última palabra y culminará en la primera) y tomar el café con leche en una taza hermosa de Los Pitufos, aunque sólo él sabrá que hay pitufos porque el dibujo mira hacia su pecho.