Durante años, la sospecha flotó en el aire como un rumor difícil de disipar: los antidepresivos podrían estar apagando el fuego del amor. Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), el grupo de medicamentos más recetado para tratar la depresión y la ansiedad, han sido el blanco de una preocupación persistente: que al alterar los niveles de serotonina en el cerebro, podrían disminuir la intensidad de la pasión, el compromiso y hasta el deseo sexual en las relaciones románticas.
Pero ahora, una nueva investigación publicada en Journal of Affective Disorders parece desmentir esa inquietud. En lo que constituye el primer estudio empírico sobre el tema, un equipo de investigadores encabezado por Adam Bode, de la Universidad Nacional de Australia, encontró que quienes toman ISRS experimentan el amor con la misma intensidad que aquellos que no los usan. La obsesión por la pareja, la entrega emocional y la frecuencia de las relaciones sexuales no parecen diferir significativamente entre ambos grupos.
Un viejo temor, una nueva evidencia
La idea de que los ISRS podrían debilitar la experiencia amorosa no surgió de la nada. Durante más de una década, algunos expertos han planteado que estos medicamentos podrían interferir con el circuito neuroquímico del amor, especialmente con el pensamiento obsesivo característico de los primeros meses de enamoramiento. La hipótesis tenía sentido en papel: la serotonina regula estados de ánimo y emociones, y su manipulación química podría tener efectos imprevistos en el torbellino emocional que llamamos amor. Sin embargo, hasta ahora, nadie había medido de manera rigurosa si esto realmente ocurría.
Para poner a prueba esta teoría, Bode y sus colegas recurrieron a una fuente única de datos: el Romantic Love Survey 2022, la mayor encuesta jamás realizada sobre el amor romántico. En ella, más de 1,500 personas de 33 países distintos respondieron preguntas sobre sus experiencias amorosas. De ese grupo, 810 jóvenes adultos (entre 18 y 30 años) fueron seleccionados para el análisis, todos ellos en las primeras etapas del enamoramiento: llevaban menos de dos años con su pareja y mostraban puntuaciones altas en la Escala de Amor Apasionado, una herramienta ampliamente utilizada en la psicología del amor.
De estos 810 participantes, solo 76 (un 9%) estaban tomando ISRS. Al analizar sus respuestas, los investigadores encontraron que dos factores estaban significativamente relacionados con el uso de estos fármacos: el género (las mujeres los tomaban con más frecuencia que los hombres) y la presencia de problemas de salud mental moderados o severos. Pero en lo que respecta al amor, no hubo diferencias significativas entre quienes tomaban ISRS y quienes no. La intensidad de la pasión, la obsesión por la pareja, el nivel de compromiso y la frecuencia de las relaciones sexuales se mantuvieron estables, independientemente del uso de antidepresivos.
Cuestionando viejas suposiciones
El hallazgo es, en palabras del propio Bode, «menos sorprendente de lo que muchos podrían pensar». En una entrevista con PsyPost, el investigador señaló que nunca estuvo particularmente convencido de la teoría de que los ISRS apagaban el amor. «La hipótesis se basaba en una teoría desactualizada sobre la reproducción en mamíferos propuesta por Helen Fisher hace 25 años», explicó. «También asumía que la serotonina desempeñaba un papel central en el pensamiento obsesivo del enamoramiento, algo que sabemos que no es cierto desde hace más de una década».
Lo único que sorprendió al equipo fue la falta de diferencias en la frecuencia sexual. La disfunción sexual es un efecto secundario bien documentado de los ISRS, pero, al menos en este estudio, no pareció traducirse en una reducción de la actividad sexual. Esto sugiere que, si bien algunas personas pueden experimentar problemas sexuales con estos medicamentos, estos no necesariamente afectan la regularidad con la que tienen sexo con sus parejas.
Lo que aún no sabemos
Como toda investigación, este estudio tiene sus limitaciones. Los participantes eran jóvenes y en su mayoría estudiantes universitarios de países económicamente estables, lo que deja abierta la posibilidad de que los resultados no sean generalizables a otros grupos. Además, el estudio no recopiló información sobre la dosis de los ISRS, el tiempo que los participantes llevaban tomándolos o las razones específicas por las que les habían sido prescritos.
Bode reconoce que hay un punto ciego en la investigación: el estudio solo incluyó personas que se identificaban como «enamoradas». Es posible que algunos usuarios de ISRS experimenten efectos secundarios tan severos—como embotamiento emocional o pérdida del deseo sexual—que les impidan enamorarse en primer lugar. Si estos individuos existen, no estarían representados en la muestra.
«No podemos afirmar que los ISRS no afectan el amor en absoluto», advierte Bode. «Sabemos que hay un pequeño porcentaje de personas que experimentan efectos secundarios extremos, como el embotamiento emocional. Pero nuestros datos sugieren que, en general, la mayoría de quienes toman estos medicamentos no tienen por qué preocuparse de que les ‘roben’ la chispa del amor».
El equipo de investigadores planea seguir explorando estos temas con nuevos estudios derivados del Romantic Love Survey 2022. Con ello, esperan comprender mejor cómo interactúan la química cerebral, la medicación y la experiencia subjetiva del amor. Mientras tanto, los resultados de este estudio envían un mensaje tranquilizador: si alguna vez temiste que tu tratamiento para la depresión pudiera erosionar tu capacidad de amar, los datos dicen lo contrario. Quizás el amor, como la propia mente humana, es más resistente de lo que pensamos.
Referencia: Bode, A., Kowal, M., Aghedu, F. C., & Kavanagh, P. S. (2025). SSRI is not associated with the intensity of romantic love, obsessive thinking about a loved one, commitment, or sexual frequency in a sample of young adults experiencing romantic love. Journal of Affective Disorders, 1-6. https://doi.org/10.1016/j.jad.2025.01.103
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