1. Las terapias son construcciones
No cabe duda que en la terapia trabajamos básicamente con construcciones de nuestros clientes. Incluso nosotros mismos trabajamos desde nuestra propia construcción de una lente materializada en conceptos y definiciones a través de las cuales podemos ver lo que nos rodea y co-construir posibilidades de cambio y narraciones alternativas más útiles. La terapia es un proceso lingüístico, de “juegos de lenguaje” -en palabras de Wittgenstein- donde se fomenta un lenguaje centrado en las soluciones y los recursos, contrariamente al lenguaje del déficit y los problemas que promueven otras terapias.
2. No busques claves ocultas debajo de lo que escuchas y aparece
En una curiosa entrevista, el gran escritor argentino Alan Pauls señala: “Luego de tantos años de psicoanálisis me di cuenta que todo está en la superficie”.
El mito de la profundidad de las cosas
En la terapia trabajamos con narraciones. No es trabajo nuestro -aunque resulte una tentación formativa- “leer entre líneas” o “ver más allá de lo evidente” para descubrir cómo son las cosas realmente.
Cuando realicé uno de mis internados, la responsable del consultorio enfatizaba cada vez que podía mi ingenuidad, mi desmedida confianza, mi ineficaz aptitud para creer en la gente y la superficie de lo que me contaban. Nunca dejó de asegurarme que detrás de lo que oía y apreciaba, existía una realidad profunda que no me contaban, difícil de resolver. Nunca entendí esta forma de presionarme cada vez que le contaba una de mis aventuras colaborativas y el modo en que la gente lograba disolver aquello que traía a consulta. “Te están mintiendo”, eran sus conclusiones.
El mito de la profundidad de las cosas, de los niveles de existencia, de la cebolla que debe pelarse y de la función del síntoma conducen a pensar que detrás del problema que nos presentan existe un problema estructural o un grave conflicto interpersonal. Hay que recordar que una queja o demanda sólo indican lo mismo: una queja y una demanda. No es tarea nuestra encontrar claves ocultas.
3. Rechaza el normativismo
Existen muchos modelos de normalidad preconizados por la psicología y las tecnologías del liderazgo y el desarrollo humano. Han creado su propio patrón de sanidad e incluso un ideal de familia.
No es labor terapéutica intentar ajustar a las personas dentro de estos ideales. El respeto por el universo particular de cada cliente, por sus valores, sueños y esperanzas construidas a lo largo de su vida es uno de los valores de la relación terapéutica. La singularidad de sus construcciones es algo que debemos explorar comunitariamente, vinculándonos con curiosidad y respeto. No existe un ideal de “persona sana” o de “familia funcional”.
Existen tantas formas de actuar y comportamientos como arena en el mar. La terapia no constituye el intento de ajustar a nuestros clientes en una narrativa ideal. Existen viejas sospechas que rodean el inicio de una terapia, por ejemplo que la mala conducta de un niño está inexorablemente relacionada con el sistema conyugal y que hay que resolver primero el conflicto de los padres.Existe una vieja obsesión de ayudar dónde no nos llaman. Si una familia busca ayuda para su hijo y suponemos e insinuamos hipotéticamente que es resultado de una “relación disfuncional” en la pareja podemos espantarlos ya que podemos estar equivocados. Si asumimos una posición sistémica podemos asumir que el cambio en la conducta del hijo puede provocar otros cambios en la relación conyugal sin presumirlo.
Existen muchos modelos de normalidad preconizados por la psicología
Particularmente me ha sucedido: algunos psicólogos en la escuela me ha derivado el tratamiento de algunos niños con problemas de conducta en el aula y al terminar de describirme la situación, no dejaron de agregar: “trabaja primero la relación de los padres”, cosa que nunca hice ya que nunca me lo pidieron. La familia llegaba a consulta con un relato y sobre ese relato construíamos la relación y colaboración con el niño. Y alguna vez sucedió algo particular: luego de resolver la situación del niño en la escuela y concluir la terapia, los padres, cuya condición legal era de convivientes, terminaban casándose y reafirmando su compromiso como pareja. Sin haber recurrido a la dichosa terapia conyugal.
4. No hace falta conocer el problema para disolverlo
“Para abrir una puerta no es necesario tener una llave que se corresponda exactamente con la forma de la cerradura”, señala el gran Steve de Shazer: “Es suficiente con usar una ganzúa que abra el mecanismo”, continúa.
Podemos pasar directamente a hablar de soluciones e identificar aquello que desean conseguir los clientes si la relación lo requiere, detectando recursos, fortalezas y aquellas cosas que vienen haciendo muy bien a pesar del problema (las excepciones), buscando formas de seguir manteniendo en marcha los primeros cambios con que llegan las personas a la consulta. Para Ricardo Ramos, un gran terapeuta español y amigo, la primera visita contiene el cambio que viene después.
No hace falta conocer el problema -cuyo relato puede volver a causar dolor, fastidio y una vergüenza que muchas veces las personas prefieren evitar y repetir- para colaborar en la solución. No es necesario tener abundante y suficiente información del problema, ni conocer las causas, su historia, la génesis y la frecuencia con que se produce para ayudar efectivamente.
5. Las personas cuentan con los recursos necesarios para lograr sus objetivos
La terapia narrativa tiene un maravilloso concepto para graficar esta idea. Le llama “lo ausente pero implícito”a todo ese conocimiento (habilidades, recursos, formar personales de combatir la opresión)que ha quedado invisibilizado por el problema y no puede ser usado en ese momento ya que se encuentra olvidado. Nuestra tarea consistirá en utilizar la conversación y nuestras preguntas para re-descubrir y movilizar esos recursos e historias que la gente ha olvidado en el menor tiempo posible, de manera que podamos recuperar el agenciamiento. Cuando encontramos una excepción al problema encontramos una maravillosa llave que centra la conversación en soluciones e increíbles historias alternativas a la realidad del problema, generando optimismo en el presente y esperanzas para el futuro.
Cuando encontramos una excepción al problema encontramos una maravillosa llave que centra la conversación en soluciones
6. Nada existe sin un contexto
El problema y las conductas y relaciones que lo sostienen ocurren en un contexto, en un sistema lingüístico relacional, entre personas que generan significados y desarrollan su propio lenguaje y sentido en función de su organización específica y de su forma particular de resolver problemas.
Lo que le sucede a la persona no responde ni está en función a conflictos internos o inconscientes, sino que viene configurado por interacciones en un contexto. Consecuencia de ver las cosas de esta manera está en considerar que todo pequeño cambio introducido en una situación puede ser advertido por otros miembros del medio, por ejemplo la pareja, los hijos o los compañeros de trabajo, que pueden retroactuar con el cliente ampliando el cambio y constituyendo con sus reacciones un verdadero efecto bola de nieve. Debemos considerar que si cambio uno, cambia el sistema.