El ser psicoterapeuta es una desafío complejo, sin duda. Son muchas las historias de lucha, dolor, trauma, y también de amor y de sorprendentes recuperaciones que se escuchan a lo largo de la práctica.
Cuando el psicoterapeuta se va a casa, estas historias se van con él. Pero, ¿hasta qué punto? ¿Cómo se ve afectado por todo esto? ¿Cómo se traduce en su vida y en la de sus seres queridos?
Lo que los psicoterapeutas aprenden de sus clientes y cómo impacta en su vida personal y profesional ha sido una fuente de interés en los últimos años. Es curioso, mientras existe una gran investigación sobre la forma en que el cliente aprende del psicoterapeuta, hay en contrapartida muy poca literatura sobre lo que el terapeuta aprende de sus clientes.
En un estudio exploratorio cualitativo realizado por el Dr. Hatcher y sus colaboradores en el año 2012 se entrevistaron a 61 psicólogos de toda América del Norte con el objetivo de detectar lo que los psicoterapeutas pudieron haber aprendido y cómo se han visto afectados por sus clientes tanto personal como profesionalmente. Los participantes respondieron a nueve preguntas abiertas (puedes verlas en el enlace a la investigación de arriba) que daban cuenta de lo que habían aprendido con sus clientes y cómo aquello había influenciado las siguientes áreas de su vida personal y profesional: la toma de decisiones éticas, sus relaciones, el afrontamiento, las lecciones de vida, el valor, la sabiduría, la psicopatología, la personalidad, las diferencias culturales, el desarrollo de vida y más. Las respuestas se realizaron con mucho detalle, y se clasificaron temáticamente y por orden de frecuencia. Los terapeutas confesaron haber aprendido mucho y expresaron un profundo respeto por la resiliencia y coraje de sus clientes.
Cuando el psicoterapeuta se va a casa, las historias se van con él
Otra investigación realizada para la revista Professional Psychology Research and Practicen en el año 2000 por Radeke y Mahoney, basada en una encuesta a 276 psicólogos divididos en dos grupos (investigadores y practicantes), apunta que, aunque sí que se producen cambios en la persona del psicoterapeuta, no está claro si estos cambios son los mismos para psicólogos investigadores que para practicantes.
Al contrario de los investigadores, los psicoterapeutas practicantes reportaron más ansiedad, depresión y cansancio emocional, aunque confesaban encontrarse más satisfechos con sus vidas y con más probabilidad de sentir que su trabajo les había influenciado para bien.
Otra investigación más reciente, de la mano de Marit Râbu y sus colaboradores concluye que el trabajo como psicoterapeuta implica desarrollar más apertura, tolerancia y creatividad, pero también más vulnerabilidad a sentimientos de inadecuación, aislamiento y desesperación.
Una respuesta recurrente dada por los psicoterapeutas entrevistados fue que había sido un privilegio estar cerca de la vida esas personas no solo para acompañarlas en su dolor y sufrimiento, sino en ver su capacidad, a veces notable, para hacer frente y adaptarse. Esto, agregaban los profesionales de la salud, les ayudó a enriquecer sus propias relaciones y vida en general.
ser psicoterapeuta implica mayor apertura, tolerancia y creatividad, pero también vulnerabilidad
Con respecto al dolor y sufrimiento, señalaron que la edad y experiencia los había hecho más sensibles en el transcurso de su carrera. De hecho, la mayoría coincide en que entre los desafíos más difíciles se encontraba el trabajo con clientes suicidas. Algunos señalaron el sentimiento abrumador de culpa por no haber podido proporcionar apoyo suficiente.
En conclusión, investigaciones cualitativas de este orden producen un material muy rico para el análisis y la reflexión, pero inevitablemente a costa del control metodológico, haciendo difícil saber cuánto de estos hallazgos se pueden generalizar. Además, los investigadores advierten otros sesgos a tomar en cuenta como las orientaciones de los participantes (mayormente humanistas y relacionales) que pudieron haber influido en sus respuestas, así como el momento vital y profesional de los entrevistados.
Sin embargo, con los puntos que sí podemos quedarnos son en relación al coste emocional que la práctica supone, con mucha responsabilidad y estrés por un lado, y llena de invaluable aprendizaje y riqueza por el otro. Por ello hemos de estar preparados y tomar precauciones a fin de preservar lo mejor de nuestro quehacer profesional; cultivando la compasión de uno mismo, protegiendo el propio espacio interior, cultivando otros intereses, socializando con otros ajenos a la profesión, pintando, tocando un instrumento, ejercitándose o conectándose con la naturaleza. Sin olvidar, por supuesto, los tres pilares básicos en nuestra práctica: la teoría, la supervisión y nuestra propia terapia personal (o trabajo personal).
Fuentes: The Quality Report I The British Psychological Society