Hoy en día continúa la controversia generada en los últimos años en relación al Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad. Usualmente se dan muchos tipos de información sobre las posibles causas, sobre las manifestaciones más habituales de su sintomatología o sobre qué criterios pueden ayudar a diferenciar este trastorno de otros.
Algunos de estos hallazgos pueden resultar contradictorios con aquellos expuestos tradicionalmente, pero la cuestión fundamental radica en el hecho de entender que una explicación no sustituye a la otra sino que todas ellas pueden acontecer complementarias. Así, el TDAH se define como un síndrome complejo tanto en su origen como en su desarrollo.
Tomando como ejemplo los datos derivados de investigaciones realizadas para determinar qué factores contribuyen a la aparición del TDAH se pueden diferenciar los tres modelos explicativos siguientes:
El modelo médico considera al TDAH como un trastorno neuroevolutivo y de carácter crónico que se vincula fundamentalmente a la ocurrencia de alteraciones biológicas y a la presencia de elementos de riesgo en los periodos prenatales, perinatales y postnatales, como por ejemplo: factores neurológicos, retraso madurativo, factores genéticos u otros factores prenatales y/o perinatales ( bajo peso al nacer, prematuridad, consumo de alcohol), etc.
El modelo psicopedagógico otorga una relevancia principal al comportamiento aprendido en el ambiente social en que se desarrolla el niño/a. Así, un clima familiar adverso, la presencia de psicopatología parental, un estilo educativo no democrático, una posición socioeconómica familiar desfavorable o la ocurrencia de refuerzo positivo (nivel de atención de las figuras cercanas significativas) obtenido después de efectuar una conducta hiperactiva, son los principales aspectos que correlacionan con la presencia del TDAH.
– El modelo interaccionista, que considera al TDAH como resultado de la interacción de los dos factores anteriormente expuestos (los biológicos y los sociales) y que cuenta con un aparente mayor apoyo en la actualidad.
Mito 1: El TDAH no existe
La primer cuestión problemática sobre el TDAH deviene el hecho de si es acertada su categorización como entidad nosológica independiente, es decir, si realmente se puede catalogar como un trastorno psicológico o no. A lo largo de mi experiencia profesional he sido testigo de algunas de las afirmaciones siguientes, las cuales considero como una serie de concepciones erróneas que habría que reorientar:
«No existen los trastornos de la atención y/o hiperactividad, no hay base teórica suficiente como para poder afirmarlo».
«El TDAH sólo es una justificación para explicar las alteraciones conductuales de los niños y adolescentes de hoy en día; este sólo es un problema en la aplicación de pautas educativas laxas o de carencia de disciplina parental».
Estas afirmaciones, que están más extendidas de lo que nos gustaría pensar, comprometen y perjudican seriamente la visión que las personas cercanas al niño/a con TDAH tienen de este.
Expresar creencias de esta naturaleza se relaciona con otorgar una voluntariedad y una intencionalidad aversiva a los comportamientos alterados que manifiesta el niño. No se puede dejar de lado que la ciencia ha establecido unas correlaciones clínicamente significativas con factores neurobiológicos consistentes como explicaciones causales del trastorno, tal como se ha indicado anteriormente.
Por otro lado, el trabajo de Russell Barkley (2005) ha puesto de manifiesto que un establecimiento de pautas educativas rígidas y autoritarias como método de intervención para corregir la conducta de un niño/a con TDAH resulta contraproducente y, en última instancia, empeora la problemática. Tal como expone el experto, en el TDAH acontece una alteración en el sistema de la autorregulación de la atención, función que depende principalmente de los centros de regulación del comportamiento motriz (hiperactividad e impulsividad) y cognitivo (inatención) ubicados en las zonas pre-frontal y frontal del cerebro: las denominadas funciones ejecutivas.
Tal como su propio nombre indica, la sintomatología central del TDAH se relaciona con la alteración de la atención (e impulsividad), y puede acompañarse de manifestaciones de hiperactividad. Así las principales dificultades que un niño/a exterioriza pertenecen a una insuficiente capacidad de inhibición (manifiesta en la dificultad para esperar su turno, al demorar una respuesta o de protegerse de las interferencias mientras realiza una tarea concreta), de autocontrol (observable en la dificultad para regular los impulsos, controlar sus acciones) y del funcionamiento ejecutivo (incapacitado para dirigirse a sí mismo, seleccionando qué conducta o acción es más adaptativa en función del contexto que lo rodea).
Veamos si los hallazgos obtenidos a partir del desarrollo de las técnicas de imagen cerebral aportan evidencia sobre esta cuestión:
Aunque no puede determinarse la existencia de un marcador biológico concreto suficiente como para asegurar un diagnóstico claro del trastorno, en los últimos años numerosas investigaciones han puesto de manifiesto a partir de pruebas de neuroimagen (por ejemplo, la Resonancia Magnética funcional) cómo se efectúa la actividad cerebral y el comportamiento neuronal en este tipo de individuos hiperactivos.
Así, entre los recientes hallazgos como los de Rubia y Brinson (2014), puede afirmarse la ocurrencia de un retraso de la actividad neuronal en las zonas frontales del cerebro, la función principal de las cuales hace referencia al control de la atención y el movimiento (impulsividad). Por otro lado, a nivel de neurotrasmisores, también ha podido observarse una descompensación en el volumen de Dopamina, presentando una mayor proporción en el hemisferio derecho en niños TDAH en comparación a sus homólogos sin tal diagnóstico. Este desequilibrio parece ser el responsable de la dificultad que presentan estos niños en la capacidad creativa y la identificación de imágenes.
Mito 2: Intervención Psicofarmacológica vs. Psicopedagógica
Otra cuestión que tradicionalmente ha contribuido a agrandar el debate sobre la intervención en niños/se con TDAH hace referencia a determinar la eficacia diferencial de los diferentes tipos de tratamientos por esta psicopatología.
Tanto los defensores de la prescripción farmacológica como aquellos que se decantan por la terapia psicopedagógica disponen de argumentos sólidos como para afirmar que cada una de ellas es una parte muy relevante en la intervención en TDAH, si bien los resultados de la aplicación por separado de ambas no llega a los índices de eficacia terapéutica que ofrece la prescripción del tratamiento multi-componente.
Así, tal como se expone en Pérez (2006) la modalidad que cuenta con más evidencia empírica en cuanto a eficacia es el tratamiento cognitivo-conductual combinado con fármacos psicoestimulantes como el Metilfenidato, el cual se conforma a partir del siguientes componentes: entrenamiento en autorregulación de la conducta mediante autoinstrucciones y técnicas cognitivas, técnicas de modificación de conducta operantes como la economía de fichas y el tiempo fuera, entrenamiento en técnicas de resolución de problemas y pautas educativas y comunicacionales parentales y docentes.
Cómo comunicarnos con un niño con TDAH
En referencia a las comunicaciones parentales y docentes, las siguientes orientaciones pueden ser muy útiles para evitar posibles episodios de estigmatización y deterioro de la autoestima, aspectos que suelen acompañar a la mayoría de los casos de TDAH.
- Es positivo dar las indicaciones manteniendo el contacto visual y físico, como por ejemplo tocando un brazo.
- Resulta muy perjudicial verbalizar comparaciones con otros niños.
- Es recomendable avisar con una antelación suficiente de los acontecimientos y las tareas que tendrá que realizar. El establecimiento de rutinas comportamentales los ayuda a funcionar más eficazmente.
- Conviene felicitarlo/a verbalmente por la buena conducta ofreciendo reconocimiento y afecto.
- Las recompensas y las penalizaciones cortas e inmediatas son más efectivas. Es fundamental aplicarlas de forma consistente, coherente y de forma argumentada.
- Las indicaciones que se les dan tienen que ser concretas, breves, claras y sencillas.
- Es muy relevante evitar ridiculizarlo/a en público o privado.
- Se recomienda sustituir el verbo “ser” por la forma “estar” al realizar una crítica. Es preferible hacer correcciones de conductas concretas y observables en lugar de criticar su personalidad o carácter general.
- Es más eficaz utilizar un tono de voz suave pero firme ante la aplicación de un correctivo.
- Es muy relevante adoptar una actitud empática y de comprensión hacia sus dificultades.
Referencias Bibliográficas
Barkley, R. (2005), Modelo de autorregulación de Barkley aplicado al trastorno por déficit de atención con hiperactividad: una revisión.
Pérez M., Fernández, J. R., Fernández, C., Amigo, I. Guía de Tratamientos Psicológicos Eficaces III (2006). Pirámide: Madrid.
Rubia K, Alegría AA, Brinson H. Anomalías cerebrales lo trastorno miedo déficit de atención/hiper- actividad: una revisión. Rev Neurol 2014; 58 (Supl 1): S3-18.