Otoño en Rosario, Argentina. 10ºC de temperatura. La suave manta de microfibra acaricia mis mejillas. No existen responsabilidades ni preocupaciones, solo paz y tranquilidad en el mundo. Hasta que suena el despertador… son las 6 de la mañana.
Personalmente, considero inhumano y cruel empezar el día antes de las 10 am. El asunto es que un nuevo estudio encontró ciertas diferencias en la salud de los noctámbulos y los madrugadores.
Se estudió a 433.268 personas, con edades que iban entre los 38 y 73 años, quienes se definieron a sí mismas dentro ya sea como de “mañana definida”, “mañana moderada”, “tarde moderada” o “noche definida”. Se hizo un seguimiento de su salud por un promedio de seis años y medio, llevando registros de las causas de muerte con certificados de defunción.
Después de controlar edad y sexo, tabaquismo, índice de masa corporal, duración del sueño y otras variables, encontraron que, comparadas con las personas del tipo “mañana definida”, las personas del tipo “noche definida” tenían un 10% de incremento en el riesgo de morir por cualquier causa.
Cada aumento de “mañana” a “noche” se asoció con un mayor riesgo de enfermedad. Los nocturnos, comparados con los madrugadores, fueron casi dos veces más propensos a tener un trastorno psicológico y 30% más propensos a tener diabetes. Su riesgo de enfermedades respiratorias fue 23% mayor y por enfermedades gastrointestinales un 22% más elevado.
Aunque las razones del aumento de la mortalidad siguen sin estar claros, las personas nocturnas deberían saber que podrían haber consecuencias de salud, dijo Kristen L. Knutson, autora principal y profesora asociada de Neurología en la Universidad de Northwestern; y agregó que, aunque ser nocturno es en parte genético, las personas pueden hacer adaptaciones para modificar esta situación, como cambiar gradualmente la hora de ir a dormir o evitar el uso de dispositivos electrónicos antes de acostarse.
Referencia del estudio:
Kristen L. Knutson & Malcolm von Schantz. Associations between chronotype, morbidity and mortality in the UK Biobank cohort. Publicado en Chronobiology International. https://doi.org/10.1080/07420528.2018.1454458
Fuente: The New York Times
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